Un inesperado aguacero estuvo a punto de cancelar el festejo anunciado en Torrejón de Ardoz, donde Juan Ortega y Pablo Aguado se medían en un mano a mano de arte con toreros de varias ganaderías. El buen trabajo de los operarios hizo posible celebrar la corrida unos veinte minutos después del horario previsto. Se cubrieron tres cuartos largos de entrada.
Juan Ortega se presentaba a media hora de Las Ventas tras su criticada ausencia en el pasado San Isidro. Dejó destellos de su clase y elegante forma de torear con el primero de su lote, un toro de Rehuelga que no gustó al respetable, ni por presentación ni por la falta de fuerzas que condicionó en todo momento su comportamiento.
En su tercero, después de un despacioso quite por verónicas de su compañero, Ortega sí pudo torear a gusto, con la exquisitez que caracteriza su forma de interpretar el arte de Cúchares. El astado de El Pilar desarrollaba algunas complicaciones al final de las series, pero Ortega se mantuvo sereno y desprendió aroma de torero en todo momento. Cortó las dos orejas tras una fina actuación.
Al quinto de la tarde, un precioso toro negro de la ganadería de Murube, lo recibió arrodillado, con una larga cambiada, para después estirarse en un larguísimo y templado quite por chicuelinas que coronó una revolera. Pinturero en cada lance, Ortega sacó todo lo que pudo del ejemplar del campo charro, pero arruinó el trasteo por el mal uso de la espada.
Pablo Aguado se estiró a la verónica en el saludo capotero al segundo burel del mano a mano, de Murube. Mágico fue el encontronazo entre ambos toreros en el tercio de quites. Ya con la muleta, el sevillano toreó a gusto, barriendo el lomo del astado con unos preciosos ayudados, firmando preciosos trincherazos y dejando naturales de bella factura. Cerró algunas de las series con entregados pases de pecho ejecutados rodilla en tierra. El pinchazo dejó sin premio una gran actuación.
Con el cuarto, de Rehuelga, Aguado exhibió conocimiento y dominio técnico y supo cuajar una gran faena basada en el pitón izquierdo. El festival de naturales vino seguido de una estocada que pasaportó con rapidez al animal y le permitió cortar las dos orejas.
La lidia del cierraplaza, casi a oscuras por el limitado equipo de iluminación del coso, también estuvo llena de contenido. Tras perseverar en la lidia por el pitón derecho, se cambió la muleta a la mano izquierda y firmó una gran serie al natural coronada por un lento molinete y un arrebujado pase de pecho. Descalzo, en medio de la oscuridad y mientras sonaba un bello pasodoble, culminó su actuación con precisos ayudados por bajo que remató arrodillándose en los medios. Dos orejas.