Sobre el papel, la idea de dejar abierto el cartel de la Corrida de la Beneficencia parecía ser de lo más acertada, por diferente y meritocrática. Sin embargo, en la práctica, organizar el festejo fue mucho más complejo de lo habitual. Para empezar, la venta de entradas se acotó a un periodo de menos de dos semanas, frente a los más de tres meses de plazo con los que se despacharon las corridas de San Isidro. Para continuar, uno de los grandes triunfadores del ciclo, Sebastián Castella, tenía comprometida su presencia el domingo 18 de junio en la plaza de toros de Istres, a las afueras de Marsella, de modo que Las Ventas tuvo que mover la Beneficencia al 17 de junio. Y, para rematar, no se lidió una corrida completa, sino seis toros de tres hierros distintos.
Pese a todo, el resultado del festejo fue razonablemente satisfactorio. Se vendieron 17.125 entradas, la tercera mejor cifra de las últimas décadas para un festejo celebrado fuera de abono. La corrida fue presidida por el Rey, Don Felipe VI, que siguió con interés todos los acontecimientos desde el Palco Real de Las Ventas. Los toros dieron juego y la terna estuvo muy dispuesta.
Sebastián Castella fue ovacionado tras su primera actuación ante un toro de Daniel Ruiz al que entendió a la perfección. Tras resultar prendido en un ajustadísimo quite por gaoneras, desplegó una faena variada y se sobrepuso al viento que soplaba en la monumental de la calle Alcalá. Estatuarios, cambiados, floreados, molinetes, manoletinas, trincherazos… El francés hizo de todo y hubiese tocado pelo de no haber errado en su primer intento con la espada.
Con el cuarto toro de la tarde, de Juan Pedro Domecq, no llegó a estructurar una faena tan redonda, en parte porque el astado se vino un poco a menos, pero su actitud perseverante y firme dio como premio una vuelta al ruedo tras petición. El de Béziers ha firmado una magnífica reaparición en Madrid y ha revalorizado su carrera tras varios años apartado de los ruedos.
Emilio de Justo, voluntarioso de principio a fin, fue silenciado con los dos toros de su lote. El segundo de la tarde, de Juan Pedro, dio juego en varas pero no se lo puso fácil en la muleta al torero extremeño, que lidió con Eolo como enemigo adicional. Al quinto, de Victoriano del Río, le recetó un bello saludo capotero y un quite por chicuelinas, pero la faena de muleta no llegó a romper.
Inédito se quedó Fernando Adrián con el tercero, un animal pobremente presentado que fue protestado desde la salida. Se armó una tremenda, pero la presidencia no quiso devolver al de Daniel Ruiz y el torero madrileño tuvo que apostar, jugándosela de rodillas e intentando justificarse. Sin embargo, el sexto toro, de Juan Pedro, le dio a Adrián la oportunidad de su vida.
Ya habían salido las cosas bien en la corrida de Santiago Domecq, que Adrián sorteó con capacidad y disposición, erigiéndose en uno de los tres triunfadores de San Isidro. Con todo, había quienes miraban de reojo su presencia en la Beneficencia, acostumbrados probablemente a las ternas de lujo que tradicionalmente se venían anunciando en el tradicional festejo. El caso es que Adrián, que se hizo con la Copa Chenel de 2021 y desde entonces no ha parado de ganar cartel, cuajó una importante faena a un excelente toro de Juan Pedro, al que toreó de manera excelsa al natural, con series de larguísimo recorrido, enroscando la embestida del animal más allá de su cintura, casi firmando muletazo y medio. La plaza se entregó y la Beneficencia cerró con la concesión de dos orejas que deben tener su reconocimiento en las ferias de verano y en las próximas ferias de alto nivel programadas en Las Ventas.
Especial mención merece la ganadería de Juan Pedro Domecq. El 12 de mayo lidió una compuestísima corrida y el toro con el que cerró la Beneficencia ha propiciado un triunfo importante, merced a su entregadísima embestida por el pitón izquierdo. Enhorabuena, ganadero.