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Cambio de Tercio

La EconomĆ­a del Toro

Diego SÔnchez de la Cruz es colaborador habitual en prensa escrita, radio y televisión. AdemÔs, es director de la consultora Foro Regulación Inteligente, profesor universitario e investigador internacional del Instituto de Estudios Económicos. En clave taurina, participa en las tertulias y debates del canal Toros de Movistar, así como en otros espacios taurinos de medios, como EsRadio. Su proyecto "La Economía del Toro" es una de las cuentas mÔs influyentes del sector taurino en redes como Twitter (+20.000 seguidores). Ha realizado decenas de estudios económicos y estadísticos del sector cultural taurino. Sus escritos taurinos de índole filosófico y artístico han sido reconocidos con el Premio Zumel de Ensayo Literario-Taurino en tres ocasiones.

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Diego SÔnchez de la Cruz es colaborador habitual en prensa escrita, radio y televisión. AdemÔs, es director de la consultora Foro Regulación Inteligente, profesor universitario e investigador internacional del Instituto de Estudios Económicos. En clave taurina, participa en las tertulias y debates del canal Toros de Movistar, así como en otros espacios taurinos de medios, como EsRadio. Su proyecto "La Economía del Toro" es una de las cuentas mÔs influyentes del sector taurino en redes como Twitter (+20.000 seguidores). Ha realizado decenas de estudios económicos y estadísticos del sector cultural taurino. Sus escritos taurinos de índole filosófico y artístico han sido reconocidos con el Premio Zumel de Ensayo Literario-Taurino en tres ocasiones.

La afición de Sevilla vuelve a ser testigo de la dimensión de la tauromaquia de Morante

24 de septiembre de 2022

Morante sigue haciendo historia. Su temporada de 2022 estÔ siendo una auténtica demostración de fuerza, con la meta última de rebasar las 100 corridas toreadas. Pero su aportación no se limita a lo cuantitativo, sino que estÔ marcada por el contenido inspirador y puro de sus comparecencias en el ruedo. Este viernes, la afición de Sevilla volvió a ser testigo de la dimensión de su tauromaquia.

La tarde registraba una buena entrada, con mÔs de tres cuartas partes del aforo cubierto. Los cenizos que tanto abundan en el mundo del toro dirÔn que el coso no estaba lleno, pero cualquier observador con criterio entiende que, a pesar del tirón del cigarrero, el gran público aún no estÔ del todo familiarizado con sus compañeros de cartel, el exquisito Juan Ortega y el arrollador TomÔs Rufo.

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Los toros reseñados para el encierro llevaban el hierro de la ganadería de García Jiménez, propiedad de la Casa Matilla, una influyente saga empresarial que llevó las riendas de la carrera de Morante hasta el estallido de la pandemia. Y lo cierto es que el encierro enviado por los salmantinos ofreció momentos muy interesantes.

Podríamos comentar muchos aspectos de la tarde que abrió la Feria de San Miguel, pero no tiene sentido caer en el relativismo que a menudo puebla la información taurina. Lo de Morante con el cuarto toro de la corrida no fue una faena mÔs, sino un acontecimiento de los que pasan a la historia y merecen contarse con todo lujo de detalles, para que la posteridad guarde la esencia de lo vivido en la Maestranza.

Curiosamente, el astado de García Jiménez parecía descoordinado y fue protestado con insistencia. Morante, vestido de verde manzana y oro, se animó a trenzar un quite por chicuelinas y la bronca devino en silencio, ante la constatación de que el toro tenía buen fondo. El cigarrero no dudo en apostar, con un torero inicio a dos manos que puso de manifiesto su total abandono, su pasional arrebato, su trascendente entrega.

Tuvo que tragar Morante, porque las embestidas del toro eran tan emocionantes como imperfectas. De modo que el torero de La Puebla del Río se entregó a los terrenos mÔs comprometidos y, cruzÔndose siempre al pitón contrario, construyó la faena pase a pase, llevando al toro embebido en su muleta y enroscando cada lance mÔs allÔ de su cadera. La música tardó en sonar, generando otra vez una polémica innecesaria, pero los «olés» de la plaza ya eran un clamor ensordecedor y Morante no quiso alimentar el lío, sino que se limitó a pedir calma al tendido, convencido de que la locura podía ir a mÔs. Y así fue. Citando pies juntos, construyó muletazos que no parecían terminar nunca. Cada adoro adquirió un cariz diferente, desde sus caricias al pitón del astado hasta los trincherazos o los molinetes. Llovieron sombreros al ruedo. Morante había hecho historia.

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Falló la espada y lo que habrĆ­an sido dos orejas y rabo quedó en una oreja celebrada entre vĆ­tores, aplausos y gritos de ā€œtorero, toreroā€. Paco Ojeda se mostraba eufórico en los micrófonos de Movistar: ā€œHemos visto algo de hace muchos aƱos. La parsimonia, la forma de estar ante el toro, el temple, la capacidad de pulsar y crear la faena a partir de cada embestida… Esa forma de transmitir es Ćŗnica. AsĆ­ es Morante, cuando estĆ” bien es insuperableā€. DifĆ­cil explicarlo mejor.

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