Sebastián Castella volvió por la Puerta Grande a la plaza de toros de Madrid. Tras varios años apartado de los ruedos, el matador francés regresaba al coso de la calle Alcalá con la pesada mochila de una reaparición que no estaba saliendo bien.
Después de demasiadas tardes irrelevantes en las primeras corridas del año, el de Béziers aparecía anunciado con la corrida de Jandilla en el serial venteño, anunciado junto a José María Manzanares y Pablo Aguado.
Dejó buenas sensaciones en el primero de su lote, que tampoco le brindó muchas opciones, pero se reencontró con su mejor versión en el cuarto de la tarde, de nombre Rociero y de 515 kilos de peso, aplaudido en el arrastre.
La faena arrancó con una ceñida serie por estatuarios que vino seguida de varias tandas rotundas por la derecha y una excelente serie de naturales que terminó poniendo la plaza boca abajo. El viento complicaba el trasteo, pero Castella estuvo dispuesto y valiente, entendiendo en todo momento lo que se jugaba.
Tras algunos pases cambiados y el final por bernardinas, pasaportó al animal con una fulminante estocada. Cortó las dos orejas y volvió a triunfar en la plaza que tanto le ha dado y que registró un lleno de «no hay billetes».