La cuestión enfrenta a quienes creen que la Iglesia debe abrirse al mundo, aggionarse, y a quienes no desean que la Santa Sede se adapte al mundo, sino que sea faro del mundo.
En la Iglesia hodierna, proliferan las discusiones agrias ā y malhadadamente pĆŗblicas ā entre quienes se mantienen fieles a la Tradición y quienes son proclives a que la Santa Sede se amolde al mundo actual, se aggiorne. El ecumenismo, la cuestión homosexual y el aborto son algunos de los temas sobre los que versan habitualmente estos debates, que ayudan al sistema a distinguir una Iglesia ābuenaā (la que se afana en asumir la visión posmoderna de las cosas) y una mala (la que no desea que la Iglesia se adapte al mundo, sino que sea faro del mundo).
El enfrentamiento estriba estos dĆas en la cuestión de la ābendición de las parejas homosexualesā; bendición que fue propuesta, en una entrevista concedida a un medio bĆ”varo, por el presidente de la Conferencia Episcopal germana, Mons. Reinhard Marx. āSe tratarĆa de una atención para casos individuales que podrĆa aplicarse tambiĆ©n a otras Ć”reas en las que carecemos de un conjunto de reglasā, aƱadió el cardenal para pretextar su postura.
Las palabras del cardenal Marx, cuya proximidad al Papa Francisco no debemos dejar de mentar, fueron acogidas con rechazo por un importante sector de la Iglesia. AsĆ, el obispo auxiliar emĆ©rito de Salzsburgo, Mons. Andreas Laun, comparó ā quizĆ” con excesos retóricos ā bendecir a las parejas homosexuales con bendecir la mafia o los campos de concentración. Una comparación que Ć©l mismo justificó alegando que āel comĆŗn denominador de estos ejemplos es que son contrarios a los mandamientos de Dios, por lo que la Iglesia no puede bendecirlosā.
Los obispos austrĆacos, contra Mons. Laun
Las palabras del arzobispo auxiliar de Salzsburgo, que no atentan contra enseƱanza alguna de la Iglesia, han suscitado la indignación de algunos purpurados austrĆacos cuya respuesta a las declaraciones del cardenal Marx, que sĆ son contrarias a la doctrina de la Iglesia, fue el mĆ”s estricto silencio.
De esta manera, el cardenal Schƶnborn, arzobispo de Viena, ha mostrado su disgusto con la comparación establecida por el prelado: āCiertamente, no es aceptable mencionar las relaciones entre personas del mismo texto al tiempo que se menciona la mafia o los campos de concentración (ā¦) Estas cosas no deben ser comparadas. Hablar asĆ es inaceptableā, ha asegurado Mons. Schƶnborn, quien, como ya se ha mentado, ha eludido contradecir las confusas palabras de Mons. Marx sobre la bendición litĆŗrgica a las parejas homosexuales.
No sólo no le ha contradicho, sino que, en cierto sentido, se ha mostrado tan ambiguo como Ć©l respecto a la cuestión: āEl matrimonio homosexual presenta para nosotros, como Iglesia, algunos desafĆos para los que no tenemos fórmulas seguras. Debemos encontrar respuestas cuidadosas a estas preguntas que mantengan la dignidad y la salvación de las almas de los interesadosā.
En la misma lĆnea que el presidente de la Conferencia Episcopal austrĆaca se ha pronunciado el arzobispo de Salzsburgo, Franz Lacker, quien ha motejado las palabras de monseƱor Laun de āentristecedorasā: āLa elección de las palabras y la comparación son totalmente inapropiadas. Es incomprensible que alguien haga, de alguna manera, una conexión entre los crĆmenes sistemĆ”ticos contra la humanidad con las formas de vida del mismo sexoā, ha asegurado Lacker, que manipula torticeramente las declaraciones de su antiguo obispo auxiliar.
Los obispos alemanes y los homosexuales
Después de que el Parlamento germano legalizase en junio el matrimonio entre personas del mismo sexo, los obispos y sacerdotes alemanes se han unido a la reflexión social sobre esta realidad. En este contexto, el pasado mes de octubre el vicepresidente de la Conferencia Episcopal, Mons. Franz-Josef Bode, demandó un debate en el seno de la Iglesia que versase sobre si el clero católico debe bendecir o no uniones de este tipo.
āTenemos que preguntarnos cómo nos encontramos con aquĆ©llos que forman esas relaciones y tambiĆ©n estĆ”n involucrados en la Iglesia, cómo los estamos acompaƱando espiritual y litĆŗrgicamenteā, aseveró el prelado, que introdujo el tĆ©rmino ālitĆŗrgicamenteā con un propósito claro.
Sólo el catecismo puede aportar luz a este ominoso debate que enfrenta a tradicionalistas y progresistas: āla Tradición ha declarado siempre que los actos homosexuales son intrĆnsecamente desordenados (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningĆŗn casoā.