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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La niña 'milagro': nació a las 21 semanas y 4 días de gestación

La niña 'milagro'

Courtney Stensrud padeció un parto prematuro en el Hospital Metodista Infantil de Texas como consecuencia de una corioamniotitis


Decía Chesterton que nuestra reticencia a creer en los milagros deriva de los prejuicios materialistas que están afincados en nuestra mente. En ingentes ocasiones, negamos los acontecimientos milagrosos – aunque se nos presenten evidentes – porque somos incapaces de concebir que un fenómeno no proceda de la materia, que un hecho no se pueda explicar exclusivamente a través de leyes científicas.
Sin embargo, hay ocasiones en que la realidad torna la incredulidad en los milagros en el más difícil de los caminos. Así ocurre en el caso de Courtney Stensrud, madre de una niña de tres años que hubo de abandonar el cálido vientre materno en la vigésimo primera semana de gestación.
Stensrud padeció, de este modo, un parto prematuro en el Hospital Metodista Infantil de Tejas como consecuencia de una corioamniotitis, una infección del líquido amniótico que provoca, inexorablemente, el desagarro de las membranas del cuerpo. Cuando ya sujetaba, dichosa, el cuerpecito de su hija (425 gramos), el doctor Khaashif Ahmad, le anunció algo que ensombreció su semblante: la niña había nacido demasiado pronto como para plantearse su supervivencia.
Stensrud sólo llevaba veintiún semanas y cuatro días de gestación, cuando el criterio pediátrico establece en veintidós el mínimo para que el recién nacido sobreviva en la incubadora. Por ello, Ahmad recomendó no intentar siquiera la resucitación neonatal – o, dicho en román paladino, la reanimación de la niña –, de tal modo que la familia eludiese un innecesario sufrimiento.
En cualquier caso, la progenitora respondió con una fe impropia del mundo hodierno: le suplicó al médico que luchara por la vida de su hija. ‘Entendía lo que me estaba diciendo, pero había algo en mi interior que me decía: Ten fe y esperanza. No me importaba que tuviese 21 semanas y cuatro días; no me importaba – relata ahora Stensrud a la CNN -. Mientras hablaba, se lo pedí: ¿Lo intentarán? Y dijo que lo harían. Y tres años después, tenemos a nuestra pequeña niña milagro’.
El doctor Ahmad narra, maravillado, los casi sobrenaturales hechos que siguieron a la desesperada súplica de la madre: ‘Cuando la madre nos pidió que hiciéramos lo que pudiéramos por su hija, pese a no tener razón alguna para creer que el bebé sobreviviría, decidí proceder con una reanimación vigorosa. Colocamos su cabeza bajo un calentador. Escuchamos que su corazón latía, algo que no nos esperábamos necesariamente. La intubamos y le proporcionamos oxígeno. Su ritmo cardíaco aumentó rápidamente. Pasó del azul al rosa. Empezó a moverse y a respirar’.

El crimen del aborto tardío

La historia de Stensrud ha trascendido en un momento en que en Estados Unidos se debate un proyecto de ley – presentado por los republicanos – para proscribir el aborto tardío, que no es sino la eliminación de fetos más allá de la vigésima semana de gestación. Por el momento, la propuesta, a la que Trump ya ha manifestado su incondicional apoyo, ha sido aprobada por la Cámara de Representantes.
No obstante, para que el aborto tardío sea declarado ilegal en Estados Unidos, es indispensable que el Senado refrende el proyecto de ley. Un refrendo que se antoja poco probable si tenemos en consideración que la mayoría de los republicanos en esa cámara es exigua.

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