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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Ruanda, el genocidio olvidado

José Javier Esparza presenta el genocidio de Ruanda | LA GACETA

En solo 100 días fueron asesinadas 800.000 personas. Ruanda se teñía de sangre mientras  la ONU debatía en sus despachos si lo que tenía delante de los ojos era o no un genocidio.  

La descolonización de África dejó tras de sí un mapa caótico. Nacieron países artificiales cuyas caprichosas fronteras obligaban a vivir juntos a pueblos que llevaban siglos haciéndose la guerra. Uno de ellos fue Ruanda, independiente desde 1962 y conformado por dos etnias rivales: los hutus y los tutsis.
Los tutsis habían gozado durante mucho tiempo de un estatuto superior. Cuando el territorio fue colonizado por Alemania, el sistema se mantuvo. Después la colonia pasó a Bélgica, que con el tiempo invirtió los roles y privilegió a los hutus a quienes ayudó a tomar el poder en 1961. Poco más tarde, en 1973, el hutu Juvenal Habyarimana daba un golpe de estado, implantaba una dictadura y aumentaba la represión. Decenas de miles de tutsis se exiliaron. La situación estalló en 1990, cuando la oposición tutsi en el exilio se organizó en el Frente Patriótico e invadió Ruanda con apoyo del vecino gobierno de Uganda. Habyarimana respondió con más persecución racial contra los tutsis armando a grupos paramilitares hutu. El régimen había recuperado la vieja medida belga de consignar la etnia en el carné de identidad, de manera que los paramilitares no tenían más que hacer controles y pedir el carné para identificar a sus víctimas tutsis. La propaganda gubernamental, desde la estación de radio de las Mil Colinas, estimulaba la operación. La exigua fuerza de la ONU enviada para pacificar el país quedó completamente desbordada.

En esa situación, en abril de 1994 el presidente Habyarimana fue asesinado junto al presidente de Burundi: un misil derribó el avión en el que viajaban. ¿Quién fue? Nadie lo sabe. Los hutus acusaron tanto a los tutsis como a las fuerzas de la ONU y a la propia oposición hutu. Ya no se mató sólo a los tutsis, sino también a los hutus del partido contrario. La propia primera ministra del país, Ágate Uwlingiyimana, fue asesinada junto a diez soldados belgas de la ONU. Pero la ONU, lejos de enviar más tropas, retiró a los cascos azules, lo cual abrió la puerta al horror. Las primeras noticias de asesinatos masivos llegaron el 11 de abril. Diez días después ya eran cientos de miles de muertos. El Consejo de Seguridad, por iniciativa del presidente norteamericano Bill Clinton, rehusó intervenir. En sólo 100 días fueron asesinadas más de 800.000 personas, sobre todo tutsis, pero también hutus de oposición y residentes europeos. Nada menos que el 11% de la población.
Finalmente, la ONU autorizó a Francia a crear una zona de protección mientras el Frente Patriótico Ruandés, tutsi, se reorganizaba, lanzaba una fuerte ofensiva y entraba a sangre y fuego en la capital, Kigali. Dos millones de hutus que temían represalias huyeron entonces del país, refugiándose en Zaire. Cuando la paz llegó, el país estaba aniquilado.
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