«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Maniobras militares ‘en la oscuridad’

Mientras el separatismo catalán exhibía su penúltima amenaza a la integridad del territorio nacional, la atención de nuestras fuerzas armadas no estaba puesta en el Llobregat (¿recordamos el artículo 8 de la Constitución?), sino en unas maniobras de la OTAN: “Trident Juncture”, se las ha llamado. Maniobras muy interesantes, por otra parte: las más extensas de los últimos doce años, con una enorme cantidad de recursos materiales y humanos puestos a disposición del supuesto táctico. El despliegue quita el aliento: 36.000 efectivos de más de 50 países, casi 150 aviones, 60 barcos… El objetivo de las maniobras, según la OTAN, es entrenar a la fuerza de “alta disponibilidad” que la Alianza va a mantener operativa a partir del año que viene para intervenir de inmediato en cualquier parte. Y eso en el mismo momento en que Rusia despliega en Siria su mayor esfuerzo bélico de los últimos cuarenta años. Casualidad, sin duda.

Nuestros periódicos, tibetanizados con el asunto catalán, apenas han prestado atención a las “Trident Juncture” a pesar de su coste y de que nuestro país cubre prácticamente un 25% del total del despliegue técnico y humano. Sin embargo vale la pena profundizar un poco en el asunto porque demuestra dónde tiene la cabeza la gente que nos manda. Y además nos invita a hacer preguntas –ciertamente molestas- sobre el sentido de nuestras Fuerzas Amadas y, más extensamente, sobre la política de defensa europea, que de la mano de la OTAN parece haber entrado en una fase casi suicida.

Hipótesis de combate: en la región (ficticia) de Sorotán, en el cuerno de África –la imaginación tiene siempre sus límites-, un país dictatorial llamado Kamon (38 millones de habitantes) ataca a su vecino del sur, la débil Lakuta. ¿Por qué? Por motivos religiosos y étnicos y, además, por recursos económicos, señala la hipótesis OTAN. Al lado de Lakuta hay una democracia pro occidental, Tytan (60 millones de habitantes), que queda bajo amenaza. Para más complicación, al este se extiende otro país, Petraceros, dominado por señores de la guerra, que verosímilmente querrá sacar tajada del enfrentamiento. Como el conflicto va a tener graves consecuencias para la navegación marítima y el suministro energético, y además puede estimular ataques terroristas, el Consejo de Seguridad de la ONU autoriza a la OTAN para intervenir en defensa de Tytan.

Esta es la hipótesis sobre el papel, pero el objetivo estratégico es otro. Lo explicaba en twitter –ese indiscreto patio de vecindad- el vicesecretario general de la OTAN, el norteamericano Alexander Vershbow: “Esto demostrará que la OTAN puede defender a cualquier aliado de cualquier amenaza”. Vershbow no se ha mordido la lengua. En unas declaraciones que recoge la propia web de la OTAN asegura que nos enfrentamos a “un cambio rápido en la seguridad” que es “mucho más inestable y potencialmente más peligrosa” que la Guerra Fría. ¿Por qué? Por culpa de los rusos. Rusia –dice el vicesecretario general de la OTAN- “se anexionó ilegalmente Crimea, sigue apoyando a los separatistas de Ucrania y ha entrado en la guerra de Siria del lado de Asad”. Además, en el sur, tenemos el problema de que “desde Siria hasta Libia, países fallidos o que están en vías de fracasar, han abierto la puerta a los extremistas y grupos terroristas”. Concluye el diplomático americano que “en este nuevo mundo, los aliados y socios de la OTAN tienen que ser capaces de reaccionar rápida y decididamente”.

La interpretación de los acontecimientos que nos sirve la OTAN resulta sencillamente asombrosa. La inestabilidad en “el sur, desde Libia hasta Siria” la han creado precisamente países que pertenecen a la OTAN, y de manera muy particular los propios Estados Unidos, apoyando a las llamadas “primaveras árabes” y armando a los grupos que han declarado la guerra a Al-Asad. El conflicto de Ucrania lo han originado igualmente norteamericanos y europeos al promover un cambio de poder en ese país contra un gobierno legítimo. Ambos procesos, por cierto, han creado en la frontera sureste de los países europeos de la OTAN un auténtico círculo de fuego que a los Estados Unidos les viene muy bien, porque marca el territorio frente a los rusos, pero que a los europeos nos complica enormemente la vida. Pero “la Unión Europea, que se joda”, como dijo la secretaria adjunta de los EEUU para asuntos europeos, Victoria Nuland, a propósito del conflicto ucraniano.

Mientras la OTAN despliega a sus efectivos en una hipótesis de defensa de la estabilidad democrática en una África imaginaria, los países que componen la Alianza han saboteado la estabilidad política real en naciones quizá antipáticas, pero que forman parte del orden legal internacional. Los frutos han llegado a Europa en forma de incontrolables masas humanas desplazadas. Simultáneamente, la política norteamericana ha hecho que Rusia, enemigo geopolítico de Washington, pero vecino inevitable de Europa, se arroje en brazos de China, principal rival económico de los propios Estados Unidos. Pocas veces se ha visto una jugada más obtusa. Hoy la OTAN está agrietada porque los intereses del líder, que son los Estados Unidos, navegan cada vez más lejos de los intereses de los socios, que somos nosotros.

Un dato interesante: en el mismo momento en que la OTAN maniobra según la doctrina americana, dos de sus países miembros, Alemania y Francia, tratan de acercarse a China y Rusia respectivamente. Aquí hay algo que se está rompiendo. No tardaremos en recoger los pedacitos.

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