«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Ambas compañías trabajan junto al ejército estadounidense

Disney y Marvel rescatan la Leyenda Negra contra España mientras retiran la iconografía ‘woke’ en el mercado árabe

Disney. Europa Press

La Leyenda Negra contra España es un viejo argumentario que corrió como la pólvora por medio mundo a partir del siglo XVI, a medida que la Monarquía Hispánica levantaba el imperio quizá más grande, civilizado y humano de la Historia. Todos los rivales de España hicieron circular la información contraria, describiendo un imperio decadente, supersticioso y sanguinario. Poco a poco en España (y sobre todo, gracias a Dios, en Hispanoamérica) crece el número de escritores, periodistas e historiadores que se atreven a refutar esta Leyenda Negra que aún persiste con consecuencias en el imaginario colectivo, la autoestima y la percepción externa respecto a los países hispanos. Pero algunos de estos autores quieren vivir de denunciar la Leyenda Negra mientras que, a su vez, consideran que ya no está en circulación, o bien que ya no está al servicio de los imperios británico y estadounidense (sus principales difusores históricos).

Una prueba de que la Leyenda Negra todavía perdura le tenemos en el sexto episodio de la recién estrenada segunda temporada de «What If…?» («¿Qué pasaría si…?»). Y una prueba de su relación con el imperio estadounidense es que dicha serie de animación está hecha por Marvel, multinacional que ha dado el salto de los tebeos a las pantallas, actualmente bajo capital de Disney. La compañía Disney y Marvel llevan trabajando junto al ejército estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial, cuando el Pato Donald y el Capitán América luchaban contra Hitler en la propaganda yanki. Marvel es a día de hoy contratista militar del Pentágono (que le presta material e instalaciones a cambio de supervisar sus producciones). Por lo tanto, cuando se analizan las obras de Marvel y Disney conviene hacerlo con toda la seriedad de un análisis geopolítico, ya que son dos buques estrella del «poder blando» (es decir, capacidad de proyección cultural en el mundo) estadounidense. Y es que el aparato mediático (desde Hollywood hasta la plataforma Disney+) es, junto con el brazo militar y el financiero, el principal tridente de todo imperio moderno.

Con respecto al poder financiero, baste decir que en estas superproducciones nada se deja al azar ni sin realizar cálculos conjuntos con diversas agencias de comercio, distribución interna y exportación. Sabemos que se añaden personajes según las demografías del público que se pretende alcanzar. Y también se descartan escenas problemáticas para acceder a mercados como el chino o el árabe. En el caso chino se eliminan referencias negativas a la cultura asiática, en el caso árabe se retira cierta iconografía «woke» (por ejemplo, LGTBIQ+) con la que Marvel y Disney bombardean al público occidental.

Y un mercado al que están muy atentos es al hispano-parlante, tanto en lo que llaman “LATAM” (México, Centroamérica y Sudamérica) como en el interior de EEUU, donde se multiplica el público hispano-parlante. Las sociedades de la angloesfera, que tradicionalmente han vallado y subordinado a las naciones extranjeras que querían explotar, mientras que han exterminado o segregado a las minorías étnicas con las que han tenido que convivir, han encontrado en el capitalismo tardío una forma de redimirse. Se trata de la «integración mediante la representación» y de la «diversidad por arriba». Su forma de compensar a los pueblos que han oprimido y de tenerlos contentos es nombrar a algunos representantes de minorías en puestos de poder. Y, lo que es aún más barato y eficaz, incluirlos en papeles de ficción, como pueden ser las series y películas de superhéroes.

Esta burda táctica acaba consiguiendo lo contrario a la integración, porque envía le mensaje a las minorías de que sólo pueden sentirse identificadas con representaciones identitarias particularistas idénticas a ellos, y no con referentes ajenos o universales en los cuales integrarse. A su vez, provoca una reacción de rechazo hacia dichas minorías por parte de sectores de las mayorías que se sienten manipulados o privados de sus propios referentes clásicos.

En el susodicho episodio, Marvel y Disney crean una super-heroína indígena americana, para que la población nativa pueda sentirse empoderada (si les llega la señal digital a sus reservas). Kahhori, la super-heroína de la nación mohawk, combate en el siglo XVI contra los «malvados» españoles (bárbaros, gritones y estúpidos) que pretenden esclavizarlos y exterminarlos. Cosa que no solamente los españoles no hicieron, sino que nunca llegaron a entrar en contacto con los mohawk. Quienes guerrearon salvajemente contra ellos fueron los holandeses y los británicos. Pero claro, en Marvel los holandeses son super-héroes como Janet Van Dyne (protagonista femenina de la película «Ant-Man y la Avispa: Quantumanía» en 2018). Y los británicos son también super-héroes, como la Capitana Carter, que es la versión «Reino Unido» del Capitán América.

La tal Capitana Carter, por cierto, aparece en esta misma serie como aliada y protectora de la mohawk Kahhori. ¿Se lo imaginan? ¿Una indígena cobijada bajo un escudo con la bandera «Union Jack», la enseña universal del genocidio de indígenas? En el universo Marvel todo es posible. Salvo que los españoles sean super-héroes, como holandeses y británicos. Los españoles son invariablemente los malos. Y digo “invariablemente” porque esta es la tercera vez que la Marvel y la Disney recurren a la Leyenda Negra. La primera vez en la película Eternals (2021) y la segunda en Black Panther: Wakanda Forever (2022), ambas con una semejante representación falseada de los hechos.

El objetivo de esta «Leyenda Negra» seguramente no sea ya, como antaño, desprestigiar a España, que ya no supone ninguna amenaza en el plano internacional. El propósito seguramente sea avivar entre el masivo público hispano-parlante la idea de que el origen de todos sus males fueron los españoles, mientras que Marvel y Disney, Hollywood y el Pentágono, Wall Street y Washington son sus aliados y sus libertadores. Son los mismos que le quitaron la tierra y la libertad, es cierto, pero también los que a cambio (y por un módico precio) le dan superhéroes de ficción que combaten contra españoles en tiempos alternativos y realidades paralelas. Al fin y al cabo, el grupo demográfico hispano es demasiado grande y potencialmente contestatario, mejor tenerlos entretenidos en casa odiando a Isabel de Castilla que arriesgarse a que salgan a la calle contra el imperialismo realmente existente del Capitán América y la Capitana Carter.

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