Un heroico Pablo Larrazábal, precisamente con la peor tarjeta de los cuatro días, se inspiró en Tiger Woods para imponerse este domingo en el Alfred Dunhill Championship, primer torneo de la temporada 2019/2020 y que se disputó en Club de Campo Leopard Creek de Malelane (Sudáfrica), donde rompió una negativa racha de cuatro años sin alzarse con trofeo alguno.
Y es que el barcelonés, que inició la cuarta jornada como líder con tres golpes de ventaja, padeció de lo lindo para poder completar el recorrido. Desde hacía días una ampolla en el dedo gordo del pie derecho lo martirizaba. Tanto que él mismo reconoció que al levantarse este domingo dudo mucho que pudiera jugar.
«Cuando me levanté esta mañana pensé que no podría jugar. No podía ponerme los zapatos, no podía caminar hacia el ‘buggy’, no podía ir al ‘putting green’… Hoy he sufrido de verdad. A partir del hoyo 9 apenas podía caminar. Tengo una ampolla enorme en el dedo gordo del pie derecho», dijo el barcelonés al European Tour.
Su carácter luchador y ganador le hizo no echarse atrás y presentarse en el Leopard Creek de Malelane para defender su liderato e intentar elevar a cinco sus triunfos en el Circuito Europeo; el último el 28 de junio de 2015 en el alemán BMW International Open.
El primer golpe en la salida del hoyo 1 ya evidenciaron sus problemas físicos, con una ligera cojera. El resultado no pudo ser más desalentador: ‘bogeys’ en los hoyos 1, 3 y 4. Su ventaja como líder decrecía y se anulaba. Es más, llegó a estar con -5 y a dos golpes del dúo de cabeza.
En el hoyo 9, tras un ‘birdie’, un ‘doble bogey’ y un ‘bogey’, sus problemas en el pie se hicieron mucho más evidentes. Apenas segundos después de golpear el ‘driver’ de salida se fue al suelo, tiro el palo, se quitó ambos zapatos evidentemente enojado por el dolor, pero no se rindió. Descalzo se fue a por su segundo golpe. Terminó con un nuevo ‘bogey’ y, entonces, a dos golpes de la cabeza.
En un mar de dudas, le vino a la cabeza lo realizado por Tiger Woods, cuando con una rodilla maltrecha se impuso en uno de los ‘grandes’, el Abierto de Estados Unidos de 2008.
«Me dije a mí mismo que tenía que hacerlo, que Tiger Woods ganó un US Open con una pierna rota. ¿Qué es una ampolla? Simplemente lo di todo. Ha sido un camino muy largo. Lo he pasado mal los últimos años. Aquí es donde quería estar», reconoció.
Y con su cojera visible siguió adelante. Hizo un ‘birdie’ en el 11, volvió al ‘bogey’ en el 13, pero en el 14 su cara ya vislumbraba un cambio. Pese a una mala salida, cerró el hoyo con el par y satisfecho. Era un gesto que denotaba que iba a por la remontada. Y llegó.
Los ‘birdies’ en el 15 y el 16 lo metieron de nuevo en ‘la pomada’ de la lucha por el título. Igualaba a los de cabeza, les metía presión. Completó con el par el 17, y se la jugó en el 18 (par 5), sabiendo ya que el sueco Joel Sjoholm (-7) le miraba con miedo desde la casa club, y que al holandés Wil Besseling, su compañero de partido, el otro aspirante al título, se le comía su exceso de ambición y atacó sin fortuna con su segundo golpe, que estuvo cerca de irse al agua.
Larrazábal, más conservador, sabiendo lo que estaba en juego y de sus condiciones físicas, atacó el hoyo con tres golpes, y dejó la bola a un metro de bandera.
No se dejó llevar por los nervios. Embocó, terminó con un nuevo ‘birdie’ y se llevó un trofeo que hasta la mañana de este domingo parecía tener en sus manos, pero que en el desayuno parecía tener imposible.
Cerró con su peor tarjeta de los cuatro días, un 75 (tres sobre par), pero su actitud fue heroica; como lo fue la de Tiger en 2008, pese a tener roto el ligamento anterior cruzado de la rodilla izquierda.