Las centrales nucleares han sido una piedra angular del sistema eléctrico español desde su despliegue en las décadas de 1970 y 1980. Actualmente, representan un 20% de la generación eléctrica nacional y, lo que es más importante, aportan una fuente de energía constante, predecible y barata. Sin embargo, el Gobierno ha dictado el cierre progresivo de todas las centrales nucleares, empezando por Almaraz en 2027.
En el mercado eléctrico español, los precios se determinan mediante un sistema marginalista, en el que las tecnologías de generación se ordenan en función de su coste marginal (el coste de producir una unidad adicional de electricidad). La tecnología con el coste más alto necesaria para cubrir la demanda es la que fija el precio para todas las demás.
Las centrales nucleares tienen costes variables muy reducidos porque no dependen de combustibles sujetos a fluctuaciones internacionales, como el gas. Su principal gasto operativo se relaciona con el mantenimiento y la gestión de residuos, pero estos son constantes y no afectan el coste marginal. En España, el coste medio de generación nuclear se sitúa entre 45 y 55 €/MWh.
Por su parte, los costes marginales de los ciclos combinados dependen del precio del gas natural, fuertemente influenciado por factores geopolíticos, y de los derechos de emisión de CO2, muy volátiles en función de la oferta y demanda. En consecuencia, su coste presenta una gran variabilidad e inestabilidad. Durante los picos de precios recientes, los ciclos combinados operaron a más de 200 €/MWh, es decir, un coste cuatro veces superior al de las centrales nucleares.

La energía nuclear proporciona lo que se denomina generación base, que es la electricidad producida de manera continua y sin interrupciones, independientemente de las condiciones climáticas. Su estabilidad permite garantizar el suministro en cualquier momento. Sólo paran, de manera programada, para recargar combustible y realizar a la vez miles de órdenes de trabajo de mantenimiento o mejora de los equipos.
Esto contrasta con las energías renovables como la solar y la eólica, cuya producción es intermitente y depende de factores meteorológicos. Si no hay suficiente luz solar o el viento no sopla con fuerza estas tecnologías no generan energía: es algo que no podemos controlar.
Durante los periodos de alta demanda o baja generación renovable (eólica y solar), el sistema eléctrico necesita recurrir a los ciclos combinados. En la imagen se aprecia cómo entran en funcionamiento los ciclos combinados cuando la generación de energía solar es insuficiente. Esto es debido a la flexibilidad que aportan: el tiempo de encendido de las centrales de ciclo combinado es muy breve, de menos de media hora.
Imaginemos ahora un escenario sin generación nuclear, que es el planteado para los próximos años. Sin generación nuclear, las tecnologías renovables por sí solas no pueden cubrir el consumo durante estos periodos de alta demanda o baja generación, lo que fuerza necesariamente la entrada de ciclos combinados durante muchas más horas al día. Por el sistema marginalista, como los ciclos combinados suelen ser la tecnología con el coste más alto, es la que fija el precio durante todas las horas en que entra en funcionamiento.
Así pues, el cierre previsto de las centrales nucleares no sólo encarecerá el precio de la luz, sino que nos restará soberanía energética por la mayor dependencia del gas y supondrá la pérdida de más de 27.000 empleos. Todo ello en un contexto de creciente demanda de energía (pensemos, por ejemplo, en los centros de datos).