«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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21 de octubre de 2022

La poca sustancia de Feijóo

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo (R. Rubio / EP)

Las declaraciones del hoy líder del PP y antiguo y confeso votante del PSOE, Alberto Núñez Feijóo, en las que ha despachado la posición de su partido con respecto a la inminente Ley Trans asegurando que sólo es «una frivolidad», son sin duda eso mismo: una enorme y descomunal frivolidad sólo propia, por desgracia, de un insustancial o de un irreflexivo.

El articulado de la Ley Trans es todo menos algo ligero y de poca sustancia, que esa es, por si lo desconoce el señor Feijóo, la definición de frivolidad. Es una ley peligrosa y descabellada, contraria al interés general al que obliga nuestro ordenamiento jurídico y que sólo sirve a los intereses particulares de una minoría residual de españoles al tiempo que daña los derechos de la inmensa mayoría. Más aún, esa ley alentará que haya menores de edad, niños incluso, que, confusos o mareados por intereses políticos de una bastardía inimaginable, queden desprotegidos y reciban tratamientos quirúrgicos y hormonales contrarios a las más elementales normas de la deontología médica y que dañarán sin remedio su ser.

La Ley Trans es cualquier cosa, (y el diccionario tiene palabras de un precisión estremecedora para describirla), menos frívola. Ojalá lo fuera, pero no puede ser insustancial una norma que no escucha a los profesionales de la Medicina, persigue la destrucción de la biología —ciencia, nada menos— y cimenta el derecho positivo como piedra basal de la construcción de un nuevo tipo de sociedad en la que la mera voluntad del legislador es suficiente para subvertir hasta el orden natural.

Y si una ley puede subvertir el orden natural, nadie puede tener duda alguna de lo que la izquierda rampante, sola o en compañía de los enemigos de España que pueblan el Congreso de los Diputados, podrá hacer en contra del interés general y a favor de intereses políticos pequeños, mezquinos y, en algún caso, hasta frívolos.

La Ley Trans que hemos conocido y tememos no es leve porque desde el momento de su aprobación anulará cualquier tipo de debate —ya de por sí menguado en España, laboratorio de prácticas del wokismo mundial— y condenará a cualquiera que se atreva a disentir con un régimen sancionador totalitario y autocrático. Que lo hayamos escrito muchas veces no es obstáculo para que insistamos en que una sociedad democrática debe exigir la defensa sin matices de la libertad de expresión como uno de los valores superiores y distintivos de la Civilización Occidental.

Lo que sí que es una frivolidad inaceptable es que el señor Feijóo, y con él todo el Partido Popular que hoy le aplaude con el mismo entusiasmo con el que aplaudía a Pablo Casado, asegure que derogará la Ley Trans cuando no es capaz de derogar las leyes de ideología de género que el PP aprobó en algunas comunidades autónomas en la que gobiernan, como el caso de Madrid. Aunque tengan efectos más limitados, estas leyes autonómicas populares tienen el mismo e inaceptable espíritu de alteración de la realidad, de perversión de principios que están en la base de nuestro ordenamiento como el de la presunción de inocencia y la carga de la prueba y, por supuesto, de persecución de la disidencia, que la inminente Ley Trans.

Todo lo anterior, insistimos, no es una frivolidad. Frivolidad es engañar a los españoles haciéndolos creer que estas leyes son algo insustancial, sin peso, como un paseo en barca, un programa de cotilleos o, por lo que parece, un despacho en la planta séptima de la calle Génova, 13… o en la Puerta del Sol.

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