Las elecciones autonómicas que hoy se celebran trascienden el pequeño continente geográfico de la región de Madrid y van a servir para lanzar varios mensajes importantísimos. El primero será el de saber si sobrevivirán formaciones como Podemos, el viejo y trasnochado comunismo disfrazado de seda áspera, indignada y violenta; y Ciudadanos, aquel prodigio antinacionalista que desde la socialdemocracia derivó en un crepúsculo ideológico, veleidoso e inútil al que llamaron, con tierna ingenuidad, ‘centro’.
El segundo será el de conocer el grado de sumisión de los madrileños a las políticas del Gobierno socialista y comunista de Pedro Sánchez. Si vence la izquierda, será porque una mayoría de madrileños cree que nada de lo ocurrido en España en los últimos catorce meses se pudo evitar, además de que se validarán los recortes en libertades y derechos fundamentales con los que el Gabinete del Doctor Sánchez, solo o en cogobernanza, se ha ido sacudiendo la responsabilidad de la gestión de la catástrofe económica y social fruto de la pandemia de coronavirus.
Si, por el contrario, vencen las fuerzas de oposición que han estado gobernando Madrid o colaborando con lealtad en su gobernabilidad, se lanzará un mensaje inequívoco de que media España, y eso siendo pesimistas, no se resigna a morir.
Otro mensaje esencial será el de conocer si el mensaje de VOX de insumisión al consenso progre globalista, identitario y multiculturalista, insumisión ejemplificada a la perfección en el éxito de la formación de Santiago Abascal en las pasadas elecciones catalanas, renueva o amplía su fuerza en la Asamblea madrileña y ahora ya, sin el sempiterno desprecio de la veleta naranja, se constituye en un partido imprescindible con aspiraciones de Gobierno y que debe ser escuchado y atendido.
Ni que decir tiene que hay más consideraciones, no menos importantes, como las consecuencias que tendría un posible adelantamiento de la izquierda urbanita posmoderna de Más Madrid al viejo PSOE que, sin un liderazgo de altura, vive apenas del éxito electoral de sus siglas históricas. También veremos si las consecuencias de una derrota si paliativos de Podemos hacen mella en la alianza en el Gobierno de la nación. O, por supuesto, si un inmediato entendimiento del PP con VOX podría acabar con el eco lamentable que todavía resuena de aquel discurso de Pablo Casado contra Santiago Abascal en la moción de censura.
En Madrid se juega hoy un partido durísimo entre dos formas de gestión. Una de sumisión absoluta de lo privado a lo público; y otra, de libertad económica y de respaldo de lo público a lo privado. Y en cada urna habrá una batalla cultural entre políticas identitarias y soberanía familiar; entre brechas de género y brechas maternales, entre derecho positivo y derecho natural, entre resiliencia y resistencia, entre el dispendio y la contención; entre déficit y equilibrio, entre buenismo y realismo; entre burocracia y sentido común, entre kultura y cultura; entre federalismo y unidad y, al fin, entre Estepaís y España.
Por todas estas razones y desde el recuerdo a los muertos por la pandemia que ya no pueden votar, pero a los que debemos tener siempre presentes, estas elecciones son de una importancia extrema —como ninguna otra antes— para el futuro de Madrid, que es el futuro de la nación.
Contamos con una ventaja sobre otras elecciones: la de que hoy, cada voto vale lo mismo y cada voto, a partir de un cinco por ciento, cuenta.
Por eso, no lo dude, vote.