SerĆa fĆ”cil recurrir al llamamiento a la unidad de todas las fuerzas de oposición al Gobierno en estos momentos de grave perturbación de la situación polĆtica. Es cierto que si lo hiciĆ©ramos, si recurriĆ©ramos al tópico, cubrirĆamos el expediente de este editorial y nos podrĆamos retirar a descansar. Pero lo harĆamos con la conciencia intranquila que antecede al insomnio por haber escrito una naderĆa simplona que no aporta solución alguna.
En vez de lo anterior, centremos (con perdón) el debate en quĆ© debemos entender por oposición, que por lo que parece algunos creen que es sólo el hecho de no gobernar. La oposición debe ser una crĆtica permanente de la labor de un Gobierno y de los partidos que lo sustentan en función no ya de su ideologĆa, sino de los resultados que consigue su acción de gobierno con los medios casi ilimitados de los que dispone.Ā
Pongamos un ejemplo sencillo como es la reacción al ataque que recibió anteayer el Partido Popular por boca de una ministra que vociferó con notable histerismo que los de Feijóo promueven la cultura de la violación de las mujeres. La reacción del PP, protestando a la maƱana siguiente a las puertas del Congreso, no es hacer oposición real, sino defenderse del insulto, que es bien distinto. Oposición, incluso leal oposición, serĆa haberse negado desde el principio a hacer seguidismo de las leyes ideológicas de gĆ©nero impuestas por la izquierda y a las que el PP se ha adherido con un entusiasmo notable, como lo demuestra toda la normativa autonómica promulgada allĆ donde los moderados siguen mandando.
Los resultados de estas leyes ideológicas los conocemos: entre bajĆsima y nula prevención de los delitos, uso habitual de denuncias falsas en los procesos de divorcio y custodia de los hijos, abuso del dinero del contribuyente para chiringuitos feministas, rebaja de las penas a los agresores sexuales y a los pederastas y un largo etcĆ©tera que da como resultado final una fractura social incuestionable. Una oposición verdadera, como escribimos antes, deberĆa criticar cada dĆa estos resultados perversos de unas leyes ideológicas daƱinas, sin equidistancias absurdas ni buenismos estĆ©riles, y no sólo movilizarse ante el insulto de una ministra acorralada por su inutilidad.
Hay muchos mĆ”s ejemplos āel pasteleo y reparto del poder judicial, la adhesión multimillonaria con dinero de nuestros impuestos al histerismo climĆ”tico, la negativa a pedir responsabilidades al Gobierno por la pĆ©sima gestión de la pandemia, el conchabeo con el fenómeno de la inmigración ilegalā¦ā de lo que no debe ser una oposición. Todos esos ejemplos estĆ”n en la mente del lector informado y crĆtico.
PodrĆamos seguir hasta el alba, pero no aƱadiremos mĆ”s leƱa a la pira. En nuestro optimismo, a estas alturas mĆ”s patológico que antropológico, todavĆa creemos que es posible la unidad de la oposición formal para derrotar al frentepopulismo que nos desgobierna. Pero, para eso, hace falta que el PP quiera ser una oposición no sólo nominal, sino real, crĆtica y permanente que no se limite a sofocarse y pedir las sales cuando la insulte una ministra indigna.