«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
EDITORIAL
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14 de noviembre de 2022

Partido Sectario Obrero Español

El portavoz del Grupo Socialista en el Congreso, Francisco Javier López Álvarez (Gustavo Valiente / Europa Press)

Siempre que gobierna el socialismo en lo que queda de España, tarde o por lo general muy temprano cumple las exactas palabras que una limpiadora del Hospital Donostia, Estibaliz Garmendia, viuda de Joseba Pagazaurtundua, policía local y militante socialista asesinado por ETA en 2003, le dedicó en el velatorio de su marido al que hoy es el portavoz del Grupo Socialista en el Congreso de los Diputados, Patxi López: «Ya no me quedan dudas de que cerrarás más veces los ojos y dirás y harás muchas más cosas que me helarán la sangre, llamando a las cosas por los nombres que no son. A tus pasos los llamarán valientes».

Todos los españoles rectos y honrados, esa mayoría cualificada, escuchamos la pasada semana a Patxi López defender la anunciada derogación del delito de sedición llamando a las cosas por los nombres que no son — homologación en vez de rendición al nacionalismo; convivencia en vez de traición a España—. Pero no se detuvo ahí Francisco Javier ‘Patxi’ López Álvarez, sino que accedió a cumplir con exactitud las proféticas palabras finales de la viuda de Pagazaurtundua y añadió que así trabaja «un Gobierno valiente».

No sabemos en qué momento la conciencia, si es que alguna vez la tuvieron, dejó de remorder a los socialistas que se dicen españoles, pero hemos vuelto a constatar estos días que carecen de ella.

Es cierto que han salido unos pocos barones socialistas, líderes regionales de algunas comunidades autónomas, a escenificar su enfado. Pero el rigor histórico, que sirve como método empírico en todo lo que tiene que ver con el socialismo en España, nos confirma que sólo es eso: una actuación. Han sido muchas veces las que el socialismo que se dice democrático nos ha helado la sangre en las últimas décadas, y han sido muchas las veces que los barones regionales han salido a los medios a fingir mohínes de indignación para que luego, al final, se comporten siempre como los seguidores ciegos de una secta. Partido Sectario Obrero Español.

No albergamos duda alguna de que entre las filas del socialismo, y también entre sus diputados, senadores, cargos y autoridades, tiene que haber un buen número de ellos que sienten la escarcha en sus arterias endurecidas al ver cómo el líder del partido ha vendido el futuro inmediato de España por doce meses más de poder. Pero tampoco nos cabe duda alguna de que al borde de un año electoral, esa colección de paniaguados que dependen de la poltrona o del escaño para vivir, se tragarán lo que quede de su orgullo malherido —la conciencia es el conocimiento exacto del deber—, y votarán que sí, bwana, o guardarán un sectario y provechoso silencio.

No. El aragonés Lambán, el manchego García Page o el extremeño Fernández Vara, no harán otra cosa en las próximas semanas, tras el primer requiebro calculado de honradez, que apoyar al Gobierno. Lo harán por activa o como siempre prefieren, por pasiva. Los diputados y senadores socialistas, compañeros en la militancia del asesinado Pagazaurtundua, memorizarán los argumentarios preparados desde La Moncloa para defender lo indefendible —con el dinero de nuestros impuestos— que ya habrán recibido en sus móviles también pagados con nuestro dinero y los compartirán con esos satélites del poder que son los tertulianos serviles de las cadenas del monopolio y los directivos de los medios subvencionados que, como escribió en estás mismas páginas nuestro articulista Itxu Díaz, todavía están pagando los favores de los días de la pandemia, cuando fueron untados cual bañista alemán en playa mediterránea.

Pierdan toda esperanza de que vaya a pasar algo distinto. Nada podemos esperar de un partido de serviles chupópteros dispuestos a todo por un plato colmado de lentejas y algunos trozos de cordero en el restaurante público en el que somos nosotros los que pagamos sus cuentas. Ellos, jamás.

Lo que sí podemos, y debemos, es esperar que haya millones de españoles con querencia —sus razones honradas tendrán— por el socialismo, que al sentir cómo el frío de la traición de los suyos recorre sus venas, le den una última oportunidad a sus conciencias abotargadas y digan —griten—, junto a otros millones de españoles cabales y de bien, que basta ya.

Insistimos: una última oortunidad para cumplir con su deber frente al Gobierno de la ruina, la inseguridad y la traición. Que esto sí que es llamar a las cosas por su nombre.

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