«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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EDITORIAL
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29 de abril de 2024

Pedronismo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Europa Press

De noviembre de 1943 a octubre de 1945, en Argentina se fraguó una alianza entre buena parte de los sindicatos, aquéllos de ideología socialista y sindicalista revolucionaria, y dos militares, Juan Domingo Perón y Domingo Mercante. Así nació el peronismo.

Desconocemos si Pedro Sánchez acabará fundando un —su— Partido Justicialista a la española, que englobe al PSOE y sus socios comunistas, separatistas, golpistas y proetarras, con los que ya mantiene una alianza estable. Sí sabemos, en cambio, que ha decidido continuar como presidente del Gobierno tras un ejercicio de victimismo de cinco días con el pretexto de las investigaciones a su esposa, Begoña Gómez, por delitos de tráfico de influencias y de corrupción en los negocios.

En un discurso de poco más de ocho minutos, con un tono guerracivilista, ha señalado que «seguirá con más fuerza si cabe» y, sobre todo, nos ha avisado de que «esta decisión no supone un punto y seguido», sino «un punto y aparte», antes de lanzar una ofensiva para «abrir paso a la limpieza» frente al «fango» y «las prácticas tóxicas», y llamar a la movilización de los suyos «poniendo freno a la política de la vergüenza».

Cumple así el secretario general del PSOE con el pronóstico (amenaza) lanzado por Antonio García Ferreras el pasado sábado en televisión, mientras la vicepresidenta del Gobierno, María Jesús Montero, arengaba a unas masas mínimas nada descamisadas, paniaguadas, incapaces ya de tomar la calle, y algunos actores pedían el control de toda «disidencia», es decir de los españoles. Una amenaza abierta, sin velo, a la oposición política, los medios de comunicación libres y el Poder Judicial.

En España se afianza así el pedronismo, la era del PSOE y los demás enemigos de la nación, en la que el líder exige culto bolivariano para tapar sus desmanes y los indicios que apuntan a que su entorno se ha servido de las instituciones. Un tiempo en el que toda duda de la condición inmaculada de su persona o cualquier miembro de su familia —en ese orden— es un ataque a la democracia, porque Pedro es la democracia.

Sánchez y su Ejecutivo alentan el odio y el enfrentamiento entre españoles. Antes, para llegar hasta aquí, aprobaron dos estados de alarma inconstitucionales, clausuraron de manera ilegal el Congreso, y atacaron la unidad nacional y la convivencia —con la amnistía de delitos contra el orden constitucional, incluido el terrorismo, a cambio de votos—, y la seguridad y la prosperidad con su sometimiento a agendas extranjeras.

Como seguramente era de esperar de alguien con el cuadro de Sánchez, hoy no será su último día como inquilino de La Moncloa. Bien al contrario, «el punto y aparte» del que nos avisa supondrá un recrudecimiento del control de la oposición, la prensa libre y los jueces.

Su caída del poder llegará antes de lo que algunos temen y mucho antes de lo que a él le gustaría. Hasta entonces, por mucho que nos amenace, unos pocos políticos, algunos medios y los jueces que puedan seguiremos donde siempre, enfrente de la tiranía, en la oposición al pedronismo.

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