«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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EDITORIAL
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21 de junio de 2023

PP: un voto, una sorpresa

Todo lector interesado por la política y el devenir de la nación recuerda la valoración de Santiago Abascal al poco de constituirse el gobierno de Pedro Sánchez. Un gobierno legal, pero ilegítimo —señaló el presidente de VOX—. Nacía de una mentira al electorado, especialmente a quienes depositaron su voto en el PSOE. Los medios de comunicación, de un lado a otro del espectro ideológico —sería más acertado hablar del espectro del poder e intereses— no tardaron en cuestionar y extremar las palabras. El sentido común era, otra vez, sometido a una operación de encubrimiento.

Sin embargo, aquella valoración, proscrita de la opinión publicada durante casi tres años, hoy ya está permitida y presentada como aceptable desde que el Partido Popular la asumió como propia («Nada de lo que está haciendo el Gobierno en esta deriva autoritaria se sometió a las urnas, porque prometió todo lo contrario», dijo Feijoo después de refrendar su partido Estados de Alarma inconstitucionales).

Llegados aquí, y una vez que el Partido Popular de Génova 13 admite que un gobierno que nace de la mentira es ilegítimo, hay que recordar a sus líderes y advertir a sus electores que la democracia (la monarquía parlamentaria, que es la forma política del Estado, señores del PP) no consiste sólo en introducir un papel en la urna, sino también en conocer el destino de tu voto.

No es lo mismo votar para desalojar a Miguel Ángel Revilla de la presidencia de Cantabria e investigar la corrupción del PRC que conseguir su abstención para conformar gobierno a cambio de su absolución política. Que pregunten los líderes del PP en Cantabria a quienes les han votado, si esperaban tal sorpresa después de una campaña en la que presentaban al viejo camisa azul como socio principal de Sánchez.

No es lo mismo votar para que se produzca un cambio de gobierno en Extremadura, y que la segunda fuerza más votada, teniendo posibilidades de gobernar con VOX, rechace a esa formación política y participe del cordón sanitario a una fuerza constitucional y, lo que tiene un plus, patriótica. Que pregunten a sus votantes qué opinan de entregar el Gobierno al PSOE y de las declaraciones de la delegada de Génova 13 en las que les tilda de homófobos, xenófobos y demás etiquetas. Porque una cosa es que haya personas dispuestas a votar al PP a pesar de su entrega a las banderas esquizoides de la izquierda, pero otra muy distinta que encima les insulten. Todo tiene un límite.

No es lo mismo votar a una formación que se presenta con un determinado programa para luego acabar invistiendo al señor que representa al partido de los indultos a los golpistas, que metió a Cataluña en la deriva separatista con un estatuto de autonomía no reclamado por la sociedad y que se manifestó contra la sentencia del Tribunal Constitucional.

Y lo mismo que precede para la Alcaldía de Barcelona también aplica para Pamplona. En la próxima campaña hagan saber a los electores que el partido que sacude el árbol para que caigan las nueces, y que ha normalizado el asesinato y protegido a los asesinos, es distinto que el partido de los asesinos. Aquí el PP se ha movido en la misma línea que en Barcelona, entre asesinos y protectores de estos se ha inclinado por los últimos a quien con su voto avala.

No vale aquí susto o muerte o la política del mal menor porque, y siguiendo a Hannah Arendt, «quienes escogen el mal menor olvidan con gran rapidez que están escogiendo el mal». Y en caso de escoger el mal, que por lo menos lo hagan porque se les dio el voto para ello y no para ofrecer por cada voto una sorpresa.

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