«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
7 de octubre de 2021

Se debió haber acabado

Presuntos alumnos de la UAB en una protesta contra la libertad de pensamiento y de expresión (David Zorrakino / Europa Press)

La universidad debería ser hoy, en democracia, mucho mÔs de lo que fue en dictadura, pero es todo lo contrario. Es decir: mucho menos. La universidad debería ser un lugar donde el debate libre de ideas, la controversia y la discusión académica, forjaran el paso de la adolescencia hacia la madurez. Un taller de ciudadanos críticos y formados, siempre respetuosos con el derecho a la libertad de pensamiento y a la libertad de expresión, que comprendiendo que las verdades absolutas son raras de encontrar, forjaran su pensamiento e incluso su liderazgo como reemplazo inminente en el mando de una sociedad plural.

La inmensa mayorĆ­a de las universidades de Occidente son nada de todo lo anterior, como ayer se demostró —una vez mĆ”s— en el campus de Bellaterra de la Universidad Autónoma de Barcelona, cuando el separatismo de corte izquierdista destrozó, con la vergonzosa complicidad pasiva del rector Lafuente y con la ineficacia tradicional de la policĆ­a catalana al servicio del nacionalismo, una carpa de la organización universitaria Ā«S’ha Acabat!Ā» que pugna por la libertad de pensamiento en los campus. Una libertad que el nacionalsocialismo catalĆ”n, como el comunismo del resto de EspaƱa, aborrece.

Desde que el primer decano de una facultad consintió que una minorĆ­a de alumnos impusiera con violencia e intimidación la censura del pensamiento; desde que el primer rector de la primera universidad se acochinó ante un escrache y no ordenó la expulsión inmediata a los liberticidas de las ideas, de cualquier idea… desde ese dĆ­a, la universidad apenas es una fĆ”brica mediocre y endogĆ”mica de tĆ­tulos por la que pasan miles de jóvenes sin que la universidad pase por ellos.

La inmensa mayoría de los centros universitarios, sobre todo los públicos, pero no pocos privados en todo Occidente, estÔ infectada por la idea de que una parte del alumnado tiene el poder legítimo de decidir qué ideas pueden traspasar los muros de las facultades. Esta aberración a los principios esenciales del debate libre, incluso apasionado, que es la esencia del ser universitario y que es piedra angular de la libertad de cÔtedra, debió haberse acabado desde el mismísimo primer día en el que un iluminado autoproclamado antifa decidió interrumpir a un conferenciante o a un profesor y exigirle que se callara.

Para eso sólo hubiera hecho falta que a la matrícula acompañara una declaración firmada en la que el alumno se comprometiera, so pena de expulsión inmediata, a comportarse como un estudiante universitario y respetara la libertad de cÔtedra, de pensamiento y de expresión. Sin rehuir el debate.

No era tan difĆ­cil. Y sigue siendo fĆ”cil. Sólo se necesita que haya un rector, al menos uno, que merezca ese nombre y que entienda que ubi libertas, ibi patria. Por supuesto, el rector de la UAB, Javier Lafuente Sancho, jamĆ”s lo entenderĆ”, y no porque no sepa latĆ­n, que tampoco. Quod natura non dat…

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