Más de 15 millones de chilenos están llamados este domingo a las urnas para refrendar un proyecto de constitución que nació tras aquella revuelta violenta que no fue confrontada por un gobierno, el de Sebastián Piñera, que abdicó de su responsabilidad y cedió ante los insurgentes izquierdistas.
La constitución que hoy se puede validar pone en peligro la libertad, desprecia el valor de la vida imponiendo el aborto libre como derecho, privilegia a unas etnias sobre otras, amenaza la integridad territorial de la nación y condena a las clases medias y trabajadoras chilenas a la misma miseria que sufren hoy tantos en las naciones de la Iberosfera que están en poder del criminal Foro de Sao Paulo. Es, sin duda, fiel reflejo del propósito no reformista, sino refundacional, de los constituyentes, casi todos izquierdistas.
El Gobierno de Gabriel Boric, cuya popularidad continúa cayendo semana tras semana, ha abanderado en primera persona el «Apruebo» consciente de que el contundente rechazo al proyecto constitucional que auguran todos los sondeos puede suponer un obstáculo insalvable para su agenda radical.
Los chilenos deben mostrar hoy que no están dispuestos a aceptar esta transgresión de la democracia en una nación que no hace tanto fue faro de prosperidad y libertad. Para que Chile no profundice su derrumbe -y lo haga complemente irreversible- es imprescindible una victoria hoy del «Rechazo» a un proyecto constitucional que es, ante todo, antichileno.
