«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
EDITORIAL
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30 de enero de 2021

VOX, Twitter y la libertad

Otra decisión unilateral, alegal y amoral de la compañía estadounidense Twitter Inc. ha silenciado temporalmente la cuenta del partido político VOX justo al comienzo de la campaña electoral para las elecciones autonómicas catalanas. Este dislate antidemocrático, esta injerencia inaceptable de una empresa privada extranjera, nos exige defender de nuevo la libertad de expresión como uno de los valores superiores y distintivos de la Civilización Occidental.

«La libertad de expresión no puede estar reservada sólo para las informaciones o ideas bien acogidas o consideradas como inofensivas o indiferentes, sino también para aquellas que hieran, choquen o inquieten al Estado o a una parte cualquiera de su población. Así lo exige el pluralismo, la tolerancia y el espíritu de apertura sin los cuales no existe una sociedad democrática».

Este último párrafo está extraído literalmente, palabra por palabra, de una sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (sentencia Handyside Vs. Reino Unido de 1976). Scripta manent, ojalá en piedra y en los manuales de texto de los alumnos de toda España.

De alguna manera, las redes sociales son el Speaker’s Corner de Hyde Park, en Londres, donde desde hace siglos una persona subida a un taburete puede decir lo que quiera —salvo una incitación directa al desorden violento— y queda a la libertad del viandante detenerse a escucharlo, debatir con el orador o marcharse en paz a dar de comer a los patos, que es la otra cosa para lo que están los parques. La libertad de expresión, articulación final de la libertad de pensamiento, es el mandato universal que gobierna ese Rincón de los Oradores y a ningún policía inglés se le ocurriría detener —censurar— un discurso por el mero hecho de que no sea lo que quiere escuchar.

Aquel Speaker’s Corner, que luego fue imitado en muchos países de la anglosfera con mayor o menor éxito, fue la respuesta de los londinenses críticos a un sistema que impedía que ciertas ideas tuvieran acceso a los medios y a los escaños del Parlamento de aquella época. Para muchos socialistas ingleses de finales del XIX, como aquel oscuro y trágico bibliotecario llamado Karl Marx, fue un rincón de libertad.

Una sociedad democrática sólo puede existir si las libertades de pensamiento y de expresión, incluida la del pernicioso socialismo marxista, tienen un espacio público donde el que quiera detenga su paseo a ninguna parte y escuche y, si quiere, debata. De la manera en la que los propietarios de la empresa —Hyde Park como ejemplo— exploten económicamente todo lo que rodea a los oradores, entra dentro de su libertad, sin más límite que el respeto al orador y al público.

Los poderes del Estado y la sociedad civil no pueden permanecer indiferentes ante el atropello que supone la suspensión de la cuenta de un partido español como VOX que se atreve a pensar y comunicar ideas que por supuesto que hieren a este Gobierno y a sus cómplices. Ideas que chocan contra un parte sectaria, residual y totalitaria de la nación española. Ideas, al fin, que es evidente que inquietan a una empresa privada estadounidense a la que se le debe enseñar que, por encima de su sesgo ideológico, un auténtico sistema democrático exige un respeto escrupuloso al legítimo derecho a la libertad de expresión.

Aunque no sea lo que a sus dueños les guste escuchar.

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