«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Entrevista al autor de 'Yo, el difamado'

Luis del Pino: «De Fernando VII podemos decir que fue un buen rey o un mal rey, pero no fue un felón»

Luis del Pino. LGI

Luis del Pino, ingeniero de Telecomunicaciones, escritor y periodista (en la actualidad presenta el programa de radio Mañanas en Libertad), no deja nunca de sorprender. Autor de varios libros —entre otros, La dictadura infinita y 11-M Golpe de régimen—, ahora presenta Yo, el difamado. Autobiografía apócrifa de UN BUEN REY (La Esfera de los Libros), obra en la que hace una defensa acérrima de Fernando VII en contra de la opinión universal sobre la maldad intrínseca del hijo de Carlos IV y María Luisa de Parma. En esta entrevista buscamos las claves que nos pueden llevar a pensar de manera distinta sobre la que hasta ahora era una verdad indiscutible.

Seguro que nadie le ha dicho hasta ahora que hay que ser un poco kamikaze para escribir un libro defendiendo a Fernando VII. ¿Cómo surgió la idea?

La inspiración viene de la lectura del libro de Pérez-Reverte, «Un día de cólera», en el que narra de forma muy documentada los sucesos del 2 de mayo de 1808. Ahí fue cuando me topé con el dato de que habían muerto muchos servidores de Fernando VII en Madrid ese día. Otra cosa que me sorprendió fue que el día anterior había acudido mucha gente a la capital, lo cual me llevó a pensar que no fue el acto espontáneo que nos han contado, sino que fue organizado por los hombres de Fernando VII. Aquello me hizo preguntarme si no nos habían contado una milonga. Yo había crecido en el convencimiento de que Fernando VII no tenía ni una sola virtud y, pensándolo bien, creo que no hay nadie que sea absolutamente malo ni absolutamente bueno. Así que cuando fui a hablar con la editorial, La Esfera de los Libros, les planteé que quería hacer un libro que equilibrara un poco la figura.

Sin embargo, algo sucedió mientras lo escribía porque sólo el título es ya una conclusión: «Yo, el difamado«.

Sí, me llevé una gran sorpresa. Cuando empecé a estudiar las fuentes primarias di con las cartas de Eugenio Izquierdo —personaje muy ambiguo que no se sabe muy bien si trabaja para Godoy, para Napoleón, para los dos o para sí mismo— y Godoy que demostraban que este había estado negociando cuatro años antes de 1808 con Napoleón una corona en algún lugar de Portugal. También estudié los informes de Tournon a Napoleón acerca de la situación en España, las cartas de Carlos IV y de María Luisa a Murat en las previas al 2 de mayo, las condiciones en que se eligieron a los miembros de las Cortes de Cádiz… Había un montón de datos y documentos que expongo en el libro de forma detallada que me llevaron a mis propias conclusiones.

¿Esas fuentes primarias en qué cambian su opinión final sobre Fernando VII?

Poco a poco empecé a pensar que, en realidad, de Fernando VII podemos decir que fue un buen rey o un mal rey, lo que queramos, pero lo que no fue es un felón. No conspiró contra su padre ni entregó la corona de España a Napoleón. Tampoco traicionó al pueblo derogando ninguna constitución porque la Constitución de Cádiz no era la constitución del pueblo. Cuando Fernando VII vuelve de Francia es el rey legítimo que recupera su corona frente a quienes han dado un golpe de Estado, que fueron los liberales de Cádiz

El libro está escrito en primera persona. ¿Por qué elige este estilo?

Decido darle un enfoque autobiográfico porque estamos ante una descalificación sentimental de Fernando VII. Una manera de contrarrestar esto es apelando no sólo a la razón, para lo cual aporto la documentación, sino tratando también de que el lector empatice con él y se ponga en su piel. Que lea lo que le pasó y piense si habría actuado de forma distinta a como él hizo. Yo creo que tenemos una deuda de gratitud con él y me molesta muchísimo que al único que se comportó con dignidad en aquellos días se le haya dado este trato histórico. Dentro de sus posibilidades hizo lo que pudo para evitar la guerra contra los franceses y que Napoleón se quedara con España.

El libro está perfectamente documentado con las referencias correspondientes para que el lector pueda acudir a la fuente directa y aporta documentos inéditos.

Hay documentos que ya estaban publicados, pero que eran poco conocidos y son de gran importancia. Por ejemplo, parte de las cartas de Carlos IV y María Luisa a Murat se conocían, pero habían sido muy poco divulgadas. He añadido otras cartas inéditas que se conservan en archivos franceses. Esto también me ha pasado con las cartas que se cruzan Godoy y Eugenio Izquierdo sobre las negociaciones con Napoleón que, a pesar de que ya se tenía conocimiento de ellas, apenas se habían difundido y les he añadido alguna que otra carta inédita de Izquierdo y Manuel Godoy.

¿De dónde ha obtenido la nueva documentación?

He consultado el Archivo Nacional de Francia, el Archivo Histórico Nacional, el Archivo del Palacio… También hay que tener en cuenta que hoy en día hay muchísima documentación disponible en línea que antes no había. Por ejemplo, disponemos de las memorias de los testigos. Hay algunos enormemente interesantes como son el traductor de Napoleón o el obispo de Poitiers que, al ser personajes secundarios, no necesitan reivindicar su propia figura y transmiten lo que vieron de una forma muy aséptica.

¿Qué opina de las memorias de Godoy como fuente de información?

Son una fuente poco creíble. Para empezar el propio Godoy niega en sus memorias que negociara nunca con Napoleón un trono para él en Portugal. Dice eso cuando tenemos un montón de cartas intercambiadas con Eugenio Izquierdo que demuestran que es mentira. Otra mentira bastante burda es el famoso anónimo que da origen a la causa de El Escorial. Al fin y al cabo, son unas memorias escritas por el propio Godoy después de la muerte en Fernando VII para exculparse ante la historia.

¿Quién es Godoy y cómo llega a tener tantísimo poder?

Manuel Godoy es un simple guardia de corps que en cuestión de cuatro años asciende a teniente general sin haber participado en un solo hecho de armas. A partir de ahí, Carlos IV y María Luisa le otorgan numerosísimas tierras por toda España hasta que llega a ser la tercera fortuna del país. Llegó a tener una colección de cuadros mayor que el Thyssen-Bornemisza. Aprovechaba absolutamente todo a la hora de hacer caja y, conocedor del miedo de Carlos IV al pueblo, supo exagerar su papel de protector. Cuando no había conspiraciones contra Carlos, se inventaba alguna para así hacerse más necesario.

Era el típico fanfarrón al que le gusta aparentar y que antepuso siempre sus propios intereses frente a los de España. Napoleón le caló enseguida.

Leyendo el libro, uno se pregunta si la historia de España, al menos la del sigo XIX, hubiera sido distinta sin la existencia de Godoy.

Yo creo que sí. Posiblemente no hubiéramos pasado por un 2 de mayo y España quizá hubiera logrado sobrevivir a las guerras napoleónicas en una posición de neutralidad. Y en el caso contrario, al menos, habría respondido con un ejército y no de la forma que tuvo que hacerlo.

A Fernando VII se le tiene no sólo por el rey felón, sino por un auténtico tarugo. ¿Obedece esta idea a la realidad?

En absoluto. Fernando VII era muy diferente a lo que nos han contado. Cuando salía de viaje no sólo se hacía llevar sus cajones de libros, sino que además pedía que le dijeran si había en los sitios por los que pasaba algún tipo de venta de libros. En esa época, cuando alguien moría se ponían a la venta los libros del difunto. Fernando VII pedía que se le llevase la lista de ejemplares por si quería comprar algo. Era un lector compulsivo, un hombre que durante su juventud se formó con la lectura de los clásicos. Tradujo con 20 años el libro de «La historia de las revoluciones», del abate Vertot que, por cierto, su padre no le dejó publicar. No era Einstein, pero sí era una persona culta a la que le gustaba leer todo tipo de cosas. En fin, estaba muy lejos de esa imagen de perfecto inútil que no sabía más que jugar al billar haciendo trampas.

Leyendo el libro es inevitable preguntarse por qué Carlos IV no tiene la mala fama que tiene su hijo Fernando VII.

Es difícil de entender. Carlos IV es quien entrega la Corona de España a Napoleón. Es el que deja el país durante 18 años, con una pequeña interrupción, en manos de Godoy. Se describe a sí mismo ante Napoleón como alguien que se va por la mañana a cazar, vuelve a mediodía y vuelve a salir por la tarde. Por la noche le pregunta a Godoy si ha habido algo, él le informa y ya está. Pero tampoco era estúpido como muchos creen. Aunque él pone el reino en manos de Godoy, tampoco lo deja absolutamente al cien por cien.

Carlos IV era desconfiado y tenía ahí una serie de ministros, como por ejemplo Caballero o Ceballos, para que se encargaran de las tareas de gobierno. Godoy no era precisamente un buen gobernante, era alguien bastante limitado intelectualmente.

¿Son sus ministros los que evitan la huida a América de la corte?

No. Quienes la evitan son los hombres de Fernando VII. A mediados de marzo de 1808, al constatar que Napoleón le ha tomado el pelo con el Tratado de Fontainebleau, Godoy convence a Carlos IV de que hay que huir a América ante el avance de las tropas francesas, tal como ya había hecho la corte portuguesa.

Era una idea estúpida: si la corte portuguesa había podido huir a Brasil fue con la protección de la armada inglesa, pero nosotros estábamos en guerra con Gran Bretaña. Además, eso hubiera supuesto dejar España y a los españoles a merced de Napoleón. Los ministros de Carlos IV trataron de oponerse a la huida, pero carecían de fuerza ante los deseos de Godoy y de Carlos IV. Así que los hombres de Fernando VII, y principalmente el Conde de Orgaz, organizan el motín popular de Aranjuez para abortar la huida.

¿Cómo era Carlos IV?

La imagen que se tiene de Carlos IV es la de un hombre con poca personalidad. Se le presenta como un ser débil, manejado por su mujer, María Luisa, de quien se decía que era amante de Godoy.

¿Y no fue así?

No, se trata de una imagen completamente falsa. Para empezar, María Luisa no fue amante del Príncipe de la Paz. No existe ni la más mínima prueba de que así fuera. La correspondencia que se conserva entre ambos no muestra ningún indicio. María Luisa era también muy limitada intelectualmente y una enreda, pero ella no manejaba a Carlos IV en absoluto.

Si analizamos lo que sucedió en Bayona, se ve perfectamente por los comportamientos de Carlos IV que es él quien toma las decisiones. Es Carlos IV quien deja el reino en manos de Godoy en su momento. Y es Carlos IV quien entrega la Corona de España a Napoleón para poder irse a vivir al extranjero como rey en el exilio.

Se observa en ciertas cartas una cierta obsesión por parte de Carlos IV por irse de España. ¿A qué se debía?

Recordemos que cuando accedió al trono se había producido la revolución francesa. Él vive cómo su primo Luis XVI es decapitado y coge un miedo cerval a los movimientos revolucionarios. Por eso, elige a alguien como Godoy, que no pertenece a ningún grupo ni camarilla y es un completo advenedizo, para que se encargue de protegerlo de las posibles iras del pueblo.

Todo el reinado de Carlos IV está marcado por esa relación tóxica. Es el rey quien promueve la carrera meteórica de Godoy para que le proteja de las asechanzas de aquellos que pudieran querer destronarle y decapitarle. Carlos IV y Godoy se necesitan mutuamente, porque el Príncipe de la Paz es consciente de que, desaparecido el rey, le van a pedir cuentas por ladrón y por haber llevado a España a la ruina.

Volviendo al protagonista del libro, Fernando VII. Es evidente que la relación con sus padres no fue nada normal. ¿Qué pasó entre ellos?

La reina María Luisa se comporta como madre con él hasta un momento determinado. A partir de los catorce o quince años del entonces Príncipe de Asturias, ella se desentiende de él por completo. Fernando empieza a hacerse un hombre muy reservado. En la corte, su propia familia le aísla. Godoy y su padre le mantienen alejado de todas las tareas de gobierno. Lo normal es que, llegada una cierta edad, los diecisiete o dieciocho años, empiece a asistir a las reuniones del gobierno, pero se le excluye totalmente. Ni siquiera se le permite acompañar a su padre a cazar. Fernando se refugia en sus contactos más cercanos como Infantado y el canónigo Escoiquiz.

Con el relato oficial de la conspiración de El Escorial todo el mundo ha aceptado que Fernando quería matar a su madre y destronar a su padre. ¿Cómo es posible que algo tan burdo se haya dado por bueno tantos años?

Los archivos están a disposición de cualquiera en el Archivo de Palacio. Allí se conserva la causa original con los oficios, las pruebas y todos los documentos completos. Basta leérselo todo para comprobar cómo en la llamada causa de El Escorial no se encontró nada de nada que apuntará mínimamente a ninguna conspiración de Fernando VII contra sus padres. De hecho, los once jueces que se encargan de juzgar a los partidarios de Fernando VII terminan concluyendo por unanimidad que todos los acusados eran inocentes de todos los cargos.

¿Quién urde entonces la intriga?

Se trató de un montaje de Godoy contra Fernando puesto en marcha en un momento en el que el Príncipe de la Paz estaba enormemente preocupado porque Napoleón no terminaba de firmar el famoso tratado de Fontainebleau, con el que quería blindarse para cuando Carlos IV faltara. Él quería a toda costa un trono en algún sitio de Portugal donde eludir las responsabilidades que se le pudieran exigir en España, una vez desaparecido Carlos IV, por la inmensa fortuna que había adquirido durante sus años en el poder y por todos los desmanes cometidos. Si Napoleón no firmaba el tratado, la otra solución era quitarse de encima a Fernando VII y de ahí nace la intriga de El Escorial.

¿Cómo comienza la conspiración?

Todo empieza, según Godoy, con un anónimo falso que se le hace llegar a Carlos IV a sus habitaciones, lo cual lleva a este a registrar las habitaciones de su propio hijo. El mismo Godoy explica en sus memorias que el supuesto anónimo apareció en el atril de Carlos IV en sus habitaciones alertando al rey de que alguien está preparando un movimiento para arrebatarle la corona. La historia no tiene ni pies ni cabeza y, de hecho, en la documentación de la causa de El Escorial no aparece el anónimo por ningún lado.

Al no encontrar nada, se registra al propio Príncipe de Asturias que sí llevaba documentos encima y se le encuentra una carta dirigida a su padre. Esta carta consiste en un memorial en el que, con todo el respeto y el cariño que le debe un hijo a un padre, le alerta de que Godoy es un ladrón que está llevando a España a la ruina.

Realmente, Fernando pecó de ingenuidad creyendo que su padre era un pobre tontito manejado por Godoy, que era lo que pensaba todo el mundo. Cuando después del registro, Carlos IV le acusa de querer matar a su madre y de querer destronarlo a él, supongo que se le vendría el mundo abajo.

Si no existió tal anónimo, ¿en qué se basa exactamente la causa de El Escorial?

El origen es un informe de un confidente de Godoy completamente delirante.

¿Quién era el confidente?

Uno de tantos confidentes de Godoy: un antiguo guardia de corps que hablaba con un miembro de la servidumbre de palacio llamado Manuel Rivero, un borracho al que tiraba de la lengua. Con las historias que este le cuenta llegan a construir una historia rocambolesca. Los informes del confidente le dan la excusa necesaria a Carlos IV para registrar a su hijo.

¿En ese registro buscaban algo concreto?

Sí, lo que buscaban Godoy y Carlos IV era comprobar si había algún tipo de contacto entre Fernando y el embajador francés en Madrid. El Príncipe de la Paz llegó a pensar que si Napoleón no firmaba el tratado de Fontainebleau era porque quizá alguien lo estaba saboteando. Y, junto con el memorial que Fernando había escrito contra él, le encuentran también una carta donde se habla del embajador francés. En ese momento arranca la causa formal de El Escorial, pero es muy importante un detalle que los historiadores han pasado por alto hasta ahora, y es que las primeras detenciones relacionadas con la causa se producen antes de que Carlos IV registrara a su hijo.

Esto demuestra que el montaje se había hecho para tener una excusa para registrar a Fernando. A partir de ese momento se desencadenan una serie de acontecimientos que comienzan con el decreto de Carlos IV acusando a su hijo de conspirar contra él.

Es curioso porque en todo el proceso hay un lío de cartas con Napoleón que casi desencadenan la guerra en ese momento.

Sí, Carlos IV escribe a Napoleón diciéndole que su hijo conspira contra él y le reprocha que el embajador francés esté por medio. Claro, Napoleón monta en cólera y amenaza con la guerra contra España y con tomar a Fernando VII bajo su protección. Ante esta situación deciden exonerar a Fernando.

Se exonera a Fernando, pero entonces ¿cómo justificar las detenciones?

Era bastante difícil, por eso tanto el rey como Godoy querían a toda costa algún tipo de condena para los partidarios de Fernando, pero se celebra el juicio y los jueces, elegidos fundamentalmente por Caballero, ministro de Justicia, por unanimidad exoneran a todos los partidarios de Fernando porque realmente no había ningún tipo de conspiración contra Carlos IV ni contra María Luisa.

Y todo este proceso que es apasionante y muy complicado tal y como explica en el libro, ¿qué consecuencias tiene tanto para el rey como para España?

En primer lugar, Fernando ya se ha dado cuenta de que su padre es un perfecto canalla que está del lado de Godoy. Es decir, que Godoy no va por libre, sino que actúa de acuerdo con Carlos IV. Por otro lado, Napoleón, que ya tenía planes de tomar España aprovechando la ambición de Godoy, empieza a ver que están pasando cosas raras en la corte española que pueden acelerar sus planes. A partir de ese momento se inicia una especie de carrera contrarreloj con las tropas de Napoleón entrando en España con el pretexto de ir a tomar Portugal.

A todo esto, en Portugal la familia real había huido a Brasil. ¿La familia real española tuvo tentaciones de hacer lo mismo?

Sí, de hecho, se trasladan a Aranjuez para iniciar el camino hacia el sur con destino a América. Cuando empieza a correr el rumor de que la corte española tiene la intención de emular la huida de la corte portuguesa a Brasil, se movilizan los partidarios de Fernando, impiden con el motín de Aranjuez que la corte huya y exigen a Carlos IV que destituya a Godoy.

¿El motín de Aranjuez contra quién va dirigido exactamente?

El motín de Aranjuez iba contra Godoy y no contra Carlos IV. La prueba de ello es que el motín se produce el día 17, se le exige a Carlos IV que destituya a Godoy y este accede porque no tiene más remedio, pero a Godoy no le habían encontrado porque se había ocultado en el desván de su casa en Aranjuez. Por cierto, en un espacio que se había construido para una eventualidad como aquella. En ese momento, es posible que Carlos IV tuviera todavía la esperanza de que Godoy hubiera podido escapar, pero el día 19 aparece y es llevado preso.

En esta situación, con Godoy prisionero, Carlos IV, que había gobernado toda su vida apoyado en él, que acaba de vivir lo que siempre había temido, un motín popular, decide que ya no quiere seguir gobernando y voluntariamente abdica.

Abdica la Corona y había tratado de irse a América. ¿Por qué los historiadores han sido tan generosos con Carlos IV y han cargado todas las tintas contra su hijo?

No sólo eso, sino que hay algunos historiadores que le han llegado a reprochar a Fernando VII que se opusiera a que la corte se fuera a América aduciendo que no habrían caído presos de Napoleón. Pero hay que pensar que la corte portuguesa pudo huir a Brasil porque la flota inglesa la protegió. ¿Quién iba a proteger a la flota española de camino a América? Habrían acabado prisioneros en Inglaterra. Era una idea completamente absurda, por no mencionar que era dejar al pueblo español abandonado en manos de los franceses. Fernando VII, con buen criterio, se opuso a esa huida junto con su tío, don Antonio.

Tras la abdicación de Carlos IV, Fernando VII reina durante tan sólo 45 días. En ese periodo tan corto, ¿cómo es Fernando VII como rey?

Fernando VII al llegar al trono demuestra que tiene verdadero interés en gobernar el país y en hacerlo lo mejor posible. Una de las primeras cosas que hace es ordenar que se paguen los atrasos de funcionarios que llevaban 6 meses sin cobrar, porque Godoy se había enriquecido muchísimo, pero había llevado a la ruina al país.

Otra cosa muy interesante es que da la orden de que sean liberados todos los presos políticos, entre los cuales se encuentra Gaspar Melchor de Jovellanos, a quien Godoy y Carlos IV había mandado sin juicio a la cárcel de Mallorca en 1801.

Fernando VII intenta tomar decisiones coherentes y correctas, lo que pasa es que tampoco le da tiempo a hacer mucho más porque llega al poder con las tropas francesas ya a escasas leguas de la capital española.

Llama muchísimo la atención que Fernando VII pusiera en libertad a Jovellanos.

Sí, porque Jovellanos es el prototipo de ilustrado español que quería regenerar España, que participó en todo el movimiento para la formación de las cortes de Cádiz y fue partidario de que se implantaran controles a la monarquía absoluta. Tuvo un triste final, acabó huyendo del muy liberal Cádiz porque le querían linchar y terminó sus días en su casa de Asturias. Murió de pulmonía, amargado y maldiciendo la obra de las cortes de Cádiz.

Después de haber participado en todo el proceso, ¿por qué renegó Jovellanos de la obra de Cádiz?

Las Cortes de Cádiz dan un auténtico golpe de Estado el 24 de septiembre de 1810. Cuando se constituyen asumen para sí, sin tener ninguna legitimidad ni representatividad, la soberanía de la nación. Esto es algo que Jovellanos comenta en sus cartas a su amigo lord Holland. Le cuenta que aquello era una barbaridad, que no tenía ningún sentido y que era un movimiento claramente revolucionario.

¿Cree que se ha cometido el error de juzgar ese periodo de nuestra historia de forma presentista?

Absolutamente, las Cortes de Cádiz se convocan en enero de 1810 no con el objetivo de hacer ninguna constitución, sino porque el rey está prisionero en Francia y hay un vacío de poder. En principio, respecto a la convocatoria de las Cortes no hay nada que objetar. Pero claro, había una parte de la casta política de entonces que lo que quería era aprovechar la jugada para hacer su pequeña revolución francesa. Y se sirven de la convocatoria de cortes para transformarlas, sin ninguna base legal, en unas cortes constituyentes para quitarle la soberanía a Fernando VII. El resultado es un golpe de Estado de los sectores más revolucionarios que terminan expulsando de la constitución de las cortes a aquellos que creen que la soberanía corresponde al rey. Echan incluso a los moderados, como Jovellanos, que creía que no se estaba respetando la legalidad vigente.

¿Carecían de legitimidad las Cortes de Cádiz?

Una cosa es convocar cortes para decidir la marcha de la guerra y los asuntos del país en ausencia del rey y otra es transformarlas en cortes constituyentes. Para ser constituyentes era necesario que hubiera una auténtica representatividad.

En el libro explico cómo a tres semanas de su inicio tan sólo habían llegado a Cádiz cincuenta hombres elegidos. ¿Pero cómo vas a celebrar unas elecciones normales cuando está media España ocupada por los franceses? Es imposible. Así que deciden elegir a una serie de diputados sustitutos. Por ejemplo, el diputado de Ávila que participa en la inauguración de las cortes fue elegido por un total de ocho abulenses que en aquel momento estaban en Cádiz. El representante de Madrid es el que tenía más votos puesto que lo eligieron cuatrocientos madrileños que había en Cádiz.

¿Quién estaba en Cádiz en ese momento?

En Cádiz estaban los restos de la administración que habían venido huyendo de los franceses. Mucho comerciante, mucho periodista, mucho alto funcionario, algún noble que quería participar en la pomada y algunos representantes del clero.

¿Entre los diputados elegidos existía una ideología predominante?

Era la mayoría gente en general muy volcada hacia el lado revolucionario, que no liberal tal y como lo entendemos nosotros actualmente. Y se produce una cosa curiosa, se inauguran las Cortes con unos cincuenta diputados elegidos correctamente de los 300 que deberían componer la cámara, a los que se añaden aproximadamente otros 50 que podríamos llamar de emergencia.

¿Cómo se improvisan 50 diputados?

Pues entre todos los que estaban en Cádiz que comentaba antes. Así se da un vuelco ideológico total de las Cortes y la prueba la tenemos en la votación de la Ley de Libertad de Imprenta. Si no se hubieran añadido esos diputados de emergencia, la ley no habría salido adelante porque precisamente esos 50 diputados elegidos correctamente en su mayoría votaron en contra. De los que se habían metido ahí llamémosles de clavo, todos menos uno votaron a favor de esa ley.

Esto indica cómo haber metido diputados de forma fraudulenta había causado un vuelco ideológico en las Cortes que no representaba realmente la voluntad del pueblo español.

Entonces, la Pepa no se puede decir que fuera la constitución del pueblo.

No, no lo fue. La Pepa era la constitución de una casta política muy concreta que estaba en Cádiz mientras toda España estaba luchando contra la ocupación francesa.

Una de las cosas que más se ha criticado de Fernando VII es que a su llegada a España, después de estar prisionero en Francia seis años, deroga la Constitución de 1812. ¿Es justa esta crítica?

Es una simpleza y una tontería. La Constitución de 1812 había sido vista en toda Europa como un peligro porque recogía mucho de la constitución francesa producto de la revolución. Cuando Fernando VII vuelve de Francia, el pueblo español en su inmensa mayoría apoya al rey frente a las Cortes y aplaude la decisión. El ejército apoya también, en su gran mayoría, a Fernando VII.

¿Qué potencias europeas apoyan la derogación de la Constitución de 1812?

Fernando recibe el apoyo expreso del embajador inglés, del embajador austríaco, del embajador portugués y, por supuesto, de Francia con el régimen borbónico restaurado. La Constitución de 1812 era el último residuo que quedaba de la revolución francesa en Europa. Causaba miedo porque podía ser la simiente de otro movimiento revolucionario en algún momento, como así fue. Cuando se restaura en 1820 la Constitución de 1812 y es copiada en otras partes de Europa se genera otro movimiento revolucionario.

Hay un personaje en el libro, Tournon, que llama mucho la atención porque quizá es de los pocos que son sinceros con Napoleón.

Sí, Tournon es un hombre muy interesante porque realmente sí que conoce el carácter español y avisa a Napoleón del lío en el que se está metiendo. Después de la conspiración de El Escorial, Napoleón detecta que la información que le llega de España no es del todo fiable. Por eso manda a su chambelán, a Tournon, para que vaya a Madrid y en el trayecto recopile toda la información sobre lo que está pasando en España.

¿Cuál es la visión de Tournon sobre España?

Los informes que Tournon envía a Napoleón son enormemente honrados y muy perspicaces. En un viaje muy breve de dos o tres semanas por España, hablando con unos y con otros se hace una perfecta idea de cómo está la situación. Él ve claramente que en España a Godoy le odia todo el mundo, que a Carlos IV lo ven como un calzonazos manejado por su mujer y que el pueblo adora a su hijo Fernando. Tournon recomienda a Napoleón que se apoye en Fernando VII como aliado. Además de una descripción perfecta sobre cómo está la situación en España, el chambelán del emperador hace las recomendaciones correctas.

¿Por qué Napoleón no hizo caso a Tournon?

Porque Napoleón tenía una idea de España basada en tópicos y estaba realmente convencido de que si él venía aquí todo el mundo lo iba a aplaudir. A este equívoco ayudó que Murat le transmitió esa misma visión mítica y estúpida de España. El general quería ser rey de España, así que siempre tendió a tergiversar la información a su favor y se esforzó todo lo posible para que Napoleón no llegara a un entendimiento con Fernando VII.

Algo que llama muchísimo la atención son las cartas de María Luisa a Murat. Son completamente delirantes.

A través de esas cartas, Murat se dio cuenta de que Carlos y María Luisa estaban dispuestos a hacer lo que fuera a cambio de que liberara a Godoy de la cárcel y permitiera irse a vivir a los tres a Francia. Con esas cartas el matrimonio real hace un ridículo espantoso y Napoleón, de hecho, les desprecia por completo. A raíz de esto, Murat propone a Carlos IV que escriba una carta en la que diga que su abdicación fue forzada, cosa que era mentira, y así hay una excusa para denunciar a Fernando VII como que ha accedido ilegalmente al trono.

Si la intención de Murat era acceder al trono de España, no se salió con la suya…

No, como todos sabemos, Napoleón al final nombra rey a su hermano José y a Murat lo manda de rey de Nápoles. Pero el caso es que Carlos y María Luisa le pusieron la jugada en bandeja a Murat y a Napoleón que, con esa falsa protesta sobre la abdicación de Carlos IV, se quita a Fernando VII de encima. Utiliza esa declaración para chantajearlo con un argumento muy sencillo: o me entregas tú la corona o uso esta carta de tu padre para decir que has accedido al trono de reforma ilegal.

Puesto que Fernando VII no acepta el chantaje, Napoleón opta por la segunda opción. En ese momento se produce una cosa muy curiosa, Napoleón ofrece a Fernando el reino de Etruria a cambio del reino de España. La respuesta de Fernando VII es clarísima, ni puede ni quiere ceder la Corona española porque no es suya, pero, además, en España son las Cortes las que tendrían que nombrar sucesor. Finalmente, Napoleón decide optar por simular que la abdicación de Carlos IV es ilegal porque ha sido forzado por su hijo y, por tanto, es Carlos quien entrega la Corona de España, no Fernando.

Hay un episodio muy interesante que revela bastante el carácter prudente de Fernando VII. Es cuando este acude a la cita con Napoleón en Burgos y el emperador le va obligando a subir al norte. Fernando no quería ir más allá de Vitoria. ¿Por qué llega a Bayona si él estaba alerta sobre la posibilidad de que fuera una trampa?

Cuando Fernando VII asume la Corona, Murat se niega a reconocerle como rey de España. El general le plantea que el único que puede reconocerle como rey de España es Napoleón y para eso tienen que reunirse. Fernando lo que pretende lógicamente es que Napoleón venga a Madrid, pero le sugieren que salga a su encuentro y que la reunión tenga lugar en un punto intermedio. Por eso inicia el viaje.

¿Tenía opción Fernando VII de hacer algo que no fuera reunirse con Napoleón?

La verdad es que no. Fernando VII se encuentra en una situación muy complicada. Su padre acaba de abdicar y él llega al trono con una España llena de franceses por todas partes, así que su única oportunidad es jugar la baza de la negociación con el francés para evitar la guerra, a sabiendas de que podía caer en una trampa de Napoleón. De esta manera, Fernando comienza su viaje al norte sin querer avanzar demasiado, de una forma muy prudente. Y efectivamente, llega un momento en el que no quiere seguir más allá de Vitoria, pero se ve abocado por las circunstancias a llegar al final del viaje. Una vez que llega a Bayona comprueba que Napoleón no tiene ninguna intención de reconocerle como rey y que se ha metido en una ratonera.

Con Fernando VII preso en Valençay, se tiene la idea de que se estaba pegando la gran vida mientras en España el pueblo luchaba contra los franceses. ¿Se desentendió el rey de lo que pasaba aquí?

En absoluto. El levantamiento del 2 de mayo es un movimiento organizado por los partidarios de Fernando VII. El propio Napoleón dice en tres cartas que tiene pruebas de que han sido sus partidarios los responsables. El traductor de Napoleón, en sus memorias, cuenta cómo se interceptan cartas del séquito de Fernando escritas desde Bayona a Madrid donde avisaban a sus familias de una catástrofe. Y en las listas de muertos del 2 de mayo hay muchos que son gente de los alrededores que llegaron a Madrid el día anterior para participar en el levantamiento. Es decir, lo que nos han contado de que fue el pueblo madrileño espontáneamente el que se levantó el día 2 de mayo, no es cierto.

¿Cómo es la vida de Fernando VII en Francia?

Fernando es recluido en un palacio de Talleyrand, que había sido ministro de Exteriores de Napoleón, en Valençay. Después de las negociaciones de Bayona, el exministro recibe el encargo de Napoleón de alojar allí a los tres prisioneros, Fernando VII, su tío Antonio y su hermano Carlos. Hay una carta muy significativa de Napoleón donde dice que Carlos IV ha renunciado de buena fe a la corona, así que queda libre junto con Godoy, a quien en ese momento no considera importante.

Puesto que Fernando VII no ha renunciado de buena fe a la Corona, queda prisionero y Talleyrand le recibe de uñas porque le parece que Napoleón le había colocado lo que hoy llamaríamos un marrón. Con el tiempo, el exministro cambia de opinión e incluso llegarían a cogerse cariño. Valençay era una prisión de lujo, pero era una prisión, al fin y al cabo. Fernando VII tenía las comodidades necesarias, pero estaba vigilado por más de 100 hombres mañana, tarde y noche.

¿Tenía información el rey de lo que pasaba en España de forma continuada?

Hasta abril de 1809 aproximadamente, él tiene un poco de información del exterior porque los miembros de su séquito podían salir del palacio y solían ir a Valençay, a una parada de postas a la que se llamó la posada de los españoles. Cuando en abril se expulsa al séquito de Fernando, este queda incomunicado durante seis años sin tener ninguna noticia del exterior, más que lo que publican los órganos de propaganda franceses y queda en un régimen de aislamiento vigilado por los hombres de Fouché, el ministro del Interior francés.

El mayor reproche que se le hace a Fernando VII es la famosa carta que envía a Napoleón pidiéndole que le adopte.

Es en esa época en la que Fernando está totalmente aislado, sin saber qué pasa en España, cuando en un momento determinado le escribe a Napoleón una carta en la que no dice la mitad de lo que le habían pedido sus padres en reiteradas ocasiones de la forma más humillante y rastrera. Por lo tanto, entiendo que es completamente injustificado un reproche tan desmesurado a alguien que estaba preso, sin información y cuya vida corría peligro.

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