«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Esta alianza ha hecho posible el plan contra los más débiles

Aborto: donde el PSOE y el PP se encuentran con disimulo

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo (i) y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez
El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo (i) y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

El aborto es la prueba del algodón contemporánea en que la izquierda y la derecha liberal se funden en un abrazo que ya no debería extrañar a nadie. Felpudo del gran capital y tonto útil del desorden posmoderno, la izquierda de nuestros días es la coartada que las grandes corporaciones y organizaciones supranacionales utilizan para imponer la agenda globalista.

Mientras cree empoderar a la mujer de derechos, la izquierda colabora en enriquecer aún más a los poderosos, auténticos señores del aborto. Eliminar a un bebé en el vientre materno, además de un crimen, es un negocio que hace millonarios a clínicas privadas y multinacionales como Planned Parenthood.

Quizá por mala conciencia, la izquierda desenfoca el núcleo del debate presentando a la mujer como la víctima de un proceso en que, en realidad, los únicos derechos literalmente triturados son los del bebé. Así, para que ningún ruido se interponga en el negocio, no conviene que la madre escuche los latidos de su hijo, barrera sonora entre la vida y el lucro de la muerte. Porque, si el eslogan de Bibiana Aído fuera cierto (un feto es un ser vivo, pero no un ser humano), ¿por qué tienen tanto miedo a los latidos de un pequeño corazón?

La respuesta la tiene el juez de Kentucky, John K. Bush, que resolvió hace unos años que dotar a la embarazada de esa posibilidad no contravenía la Constitución americana. “La información transmitida por una imagen de ultrasonido, su descripción y el latido audible del corazón fetal le da al paciente un mayor conocimiento de la vida no nacida dentro de ella, esta información que podría persuadir a una mujer a cambiar su mentalidad no anula la primera enmienda”.

El movimiento provida estadounidense lleva décadas de ventaja al nuestro y quizá su formidable avance explique los nervios de quienes estos días temen que aquí ocurra lo mismo. No sabemos cuándo llegará la abolición del aborto, pero se intuye un cambio de tendencia, aunque sea tímido, y allí donde se implantó esta medida los abortos se redujeron.  

Claro que uno de los mantras más recurrentes dice que es un debate superado. El Tribunal Supremo de EEUU, sin embargo, revocó el año pasado la histórica sentencia Roe vs Wade de 1973, de tal manera que el aborto ha dejado de ser un derecho. Cada estado decide ahora si mantenerlo o prohibirlo, por eso los primeros en reaccionar fueron gigantes como Amazon, Apple, Disney, Facebook, Microsoft o Starbucks, que ofrecieron a sus empleadas pagarles un aborto en otro estado en caso de que el suyo lo prohibiera.  

Que las multinacionales prefieran financiar un aborto a sus trabajadoras en lugar de animarles a ser madres nos da una pista del modelo de sociedad que han impuesto con la complicidad a derecha e izquierda: una de individuos atomizados. Sin niños, pues la familia y tener hijos exigen sueldos más altos y tiempo que dedicar en casa, obstáculos para el way of life de los entusiastas de la rotación, la inmigración masiva y la deslocalización, ese cóctel que devalúa los salarios y destruye la clase media.

Y mientras la izquierda más pancartera se tiñe del mismo morado que Ana Botín, la derecha aún tiene valor para agarrar del brazo a las abuelitas que salen de misa el domingo y soltarlas sólo cuando se comprometen a meter en el sobre la papeleta correcta. Al fin y al cabo, las cosas no son lo que son sino lo que parecen.

Este matrimonio izquierda-derecha (perdón, pareja de conveniencia) ha hecho posible el plan contra los más débiles. Y no sólo. También el envenenamiento de las clases medias y trabajadoras, a las que ambos negociados han engañado de forma ruin. A unos, les han hecho tragar con la precarización laboral porque lo importante eran los semáforos inclusivos y pintar los bancos de arcoíris; a otros, con la ideología de género y el derrumbe moral a cambio de cuadrar las cuentas. ¿Acaso no ha vuelto Borja Sémper para esto?

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