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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Policías detallan la cruda realidad migratoria: 'Hay efecto llamada'

Sólo en Marruecos hay más de 50.000 subsaharianos esperando acceder a suelo español y que en Libia, según las fuentes oficiales Frontex hay más de un millón.


La verdad sobre la inmigración. Más allá de las declaraciones de los políticos, datos y la cruda realidad a través de un completo informe del sindicato de Policía ASP. Hasta treinta millones de personas podrían intentar acceder a Europa en las próximas décadas, afirma la corporación policial. Por su enorme interés, reproducimos a continuación el comunicado íntegro:
«El sindicato policial Alternativa Sindical de Policía (ASP), sindicato de la Policía Nacional con representación en el Consejo de Policía, confirma las informaciones vertidas por fuentes policiales de los últimos días donde se denunciaba que sólo en Libia hay cerca de un millón de inmigrantes irregulares subsaharianos con intención de acceder a Europa.(A los que habría que sumar otros 300.000 que en los tres últimos años han llegado a la costa europea principalmente por Italia).
En la misma línea, ya en 2015, la jefa de la diplomacia europea, la italiana Federica Mogherini, habló de unos 500.000 desplazados que podrían tratar de cruzar el mar mediterráneo desde Libia. Continuando con las cifras de Libia, en el mes de marzo de 2016, el Gobierno francés en boca de su ministro Jean-Yves Le Drian, ya subía la cifra a “800.000 inmigrantes concentrados en Libia para acceder a Europa”.

Tercer año de sequía en Sahel y posibilidad de desplazamientos masivos

Por otra parte, según las fuentes oficiales desplegadas por la Agencia Europea de Fronteras (Frontex), así por los equipos bilaterales de países de la Unión Europea desplegados en casi todos los países del África subsahariana, como algunas ONGs coinciden en una situación dramática para 2018 debido al larga sequía que azota desde 2014 la parte central y occidental de Sahel y que ha sumido a uno de cada cinco habitantes en la necesidad de ayuda humanitaria urgente, y donde en la parte occidental (norte de Senegal, sur de Mauritania, Burkina Faso, Niger, Chad, y Mali), la falta de lluvias no sólo ha afectado a las cosechas, sino que ha diezmado al ganado y ha afectado al resto de medios de subsistencia. En la misma línea y citando fuentes oficiales, solo en Chad, más de cinco millones de personas van a necesitar ayuda humanitaria en 2018.
Todo esto sin contar con los conflictos armados de Nigeria, Sudán del sur y Somalia, donde también los dos últimos están castigados por las sequías, provocan que si la situación de hambruna extrema y conflictos no varían, según las estimaciones de fuentes policiales extranjeras y europeas desplegadas en la zona, en las próximos décadas habría una cifra superior a 30 millones de africanos con intención de emigrar hacia Europa siempre confluyen dos requisitos, primero; que continuara abierta alguna ruta de éxito de entrada en Europa como lo que ocurre actualmente en Libia y segunda; que tuvieran las condiciones económicas favorables para poder hacer frente al pago exigido por las mafias dedicadas al tráfico de personas para alcanzar suelo europeo. Por otra parte, parece que desde el mes de julio las autoridades libias están controlando las salidas de embarcaciones con destino a Italia y también están empezando a realizar devoluciones de centenares de inmigrantes hacia Níger y Chad principalmente, se está produciendo un movimiento de masas hacia el oeste, principalmente hacia centro de Argelia, buscando la ruta hacia Marruecos a través de los antiguos pasos fronterizos del norte, principalmente de Magnia.
Así las cosas, el pasado 31 de julio, Karima Benyaich, la embajadora de Marruecos en España, explicaba en Madrid que “en Marruecos se está sufriendo una nueva situación, por una parte soportamos un flujo mayor de llegadas a cerrarse las vías orientales y centrales del mediterráneo a mayor presión”.

Pagamos para que nos hagan el trabajo sucio

Conviene no olvidar que solo desde 2015 han llegado a Europa más de un millón de refugiados procedentes de Siria, Afganistán e Irak a través de las fronteras de Turquía, y desde 2016, sólo a Italia han llegado vía marítima más de 313.000 inmigrantes irregulares (181.380 en 2016, 119.310 en 2017 y 13.808 hasta junio de 2018). Estas cifras, por mucho que se quieran maquillar o justificar representan un fracaso absoluto de la gestión migratoria de la Unión Europea, donde la única solución encontrada es pagar 3.000 millones de euros al año a Turquía para que tapone las fronteras con Siria y 130 millones de euros iniciales a Libia acordados en la pasada cumbre de La Valetta (Malta) celebrada el pasado 3 de febrero de 2017 que corte la llegada de miles de subsaharianos que aguardan en sus costas. Lo mismo hacemos con Marruecos que el día de ayer pidió otros 66 millones de euros, por supuesto no sin antes, las correspondientes avalanchas sobre las costas españolas.

Europa aplica una doble moral

Nos da vergüenza ajena observar la actitud de los gobiernos de la UE, cuando de puertas para fuera, pagan a través de los fondos europeos a Marruecos, Argelina, Túnez, Egipto, Libia, Mauritania y Turquía para que repriman policial y militarmente las rutas de inmigración irregular con destino a Europa, y de puertas para dentro anuncian a bombo y platillo sonrisas, apoyos, declaraciones oficiales, así como medidas sociales para los que logren vulnerar nuestras fronteras, enviando un mensaje de buenismo infantil.
Desde hacemás de veinte años, los gobiernos de la Unión Europea vienen ocultando la realidad a unas sociedades europeas que en algunos sectores se creen el mensaje de “espacio de libertad y acogida” mientras al mismo tiempo pagamos cada año a los países del norte de áfrica para que repriman a los inmigrantes. En esa línea, han sido numerosas las denuncias de las ONGs sobre la represión ejercida sobre los migrantes subsaharianos para impedir que alcancen suelo europeo.
1º.- El primer hecho fue el ametrallamiento y  muerte de 14 subsaharianos el 29 de septiembre de 2005 en el puesto fronterizo de Biutz (Ceuta)
2º.- Situación denunciada por MSF cuando en repetidas ocasiones ha denunciado como los inmigrantes irregulares han sido trasladados al desierto en camiones y abandonados allí
3º.- En junio de 2018 cuando Argelia abandonó en el desierto a 18.000 inmigrantes.
Por tanto podemos afirmar que “los éxitos en el control de la inmigración irregular no son de Frontex, ni de la Guardia Civil, ni de la Policía Nacional, ni de las policías europeas, ni de las armadas desplegadas en el mediterráneo, sino de cinco países del norte de áfrica que previo pago, nos hacen el trabajo sucio”.

Marruecos abre la espita

Por último conviene recordar que el país más perjudicado por un efecto llamada en Europa es Marruecos, debido a que es el primer país que absorbe el impacto de la llegada de esas bolsas de miles subsaharianos a la espera de acceder a Europa a través de España. Tanto es así que Rabat en 2014 y 2016 se vio en la obligación de acometer dos procesos de regularización extraordinarios de inmigrantes donde se regularizaron a 52.000 inmigrantes, la mayoría subsaharianos. Aún así, en Marruecos hay más de 50.000 subsaharianos irregulares, la mayoría con la intención de alcanzar suelo europeo a través del estrecho de Gibraltar que deambulan por las ciudades costeras del norte del país (Tánger, Nador, Tetuán) y que ya empiezan a ser un problema social y de orden público en el país. Policía y Guardia Civil abandonados En primer lugar, las fuerzas de seguridad tenemos prohibido el uso de material antidisturbios en las avalanchas violentas que se producen en las vallas de Ceuta y Melilla, cuando sin embargo, en cualquier otro escenario dentro de nuestro territorio se debería emplear la fuerza en casos similares.
En segundo lugar, las llamadas “devoluciones en caliente” (devolverá todo aquel que salta) a pie de valla están prohibidas por la Unión Europea.
En tercer lugar, el gobierno actual ha manifestado su intención de retirar las concertinas de las vallas. Y por si fuera poco, la Policía Nacional no puede expulsar a la gran mayoría de los inmigrantes irregulares, debido a que éstos ocultan sus verdaderas identidades y nacionalidades, para semanas después, empadronarse en ayuntamientos y obtener la tarjeta sanitaria, después de exhibir ante los mostradores de ayuntamientos y comunidades autónomas sus pasaportes verdaderos, sin que esas instituciones comuniquen de oficio a la Policía Nacional las identidades verdaderas de los irregulares.
La situación actual ha sobrepasado la denominación de colapso, debido a la falta de plazas en los CIEs, hay que alojar a miles de subsaharianos en pabellones deportivos de la costa de Cádiz bajo la custodia de dos o tres policías nacionales. Los expedientes de devolución y expulsión se abren con nombre y nacionalidades falsas (que ellos mismos nos dan, para evitar ser identificados y al conocer realmente su país de origen, puedan ser expulsados), al convertirse en irregulares inexpulsables, posteriormente en gran medida, son captados por las mafias chinas para el desarrollo de venta ambulante ilegal en las principales ciudades españolas.

El Gobierno no es sincero en sus cifras

Lo que no ayuda en nada, y ya es una máxima de todos los gobiernos, es ocultar la realidad y ayer en un medio de comunicación, el actual Director General de la Guardia Civil, Félix Azón, ha declarado que «es razonable pensar que hay personas intentando entrar en España, pero no millones, sino algunos cientos». Cuando él sabe por sus servicios de información que sólo en Marruecos hay más de 50.000 subsaharianos esperando acceder a suelo español y que en Libia, según las fuentes oficiales Frontex hay más de un millón. Recordamos al señor Azón que de la situación general expuesta no es culpa de su gobierno, ni tampoco del anterior, ya que ambos han logrado mantener una estrecha relación con Marruecos para conseguir la estabilidad de flujos en el estrecho, pero que con gestos como el del AQUARIUS, tarjeta sanitaria a irregulares y retirada de concertinas, aparte de las sonrisas de su público, también se puede originar falsas esperanzas en gente que lo está pasando mal y pueda plantearse venir».

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