Tras dƩcadas de ocultamiento de la enseƱa nacional, relegada a un espacio apenas visible en los actos oficiales, se ha hecho presente de nuevo en las calles de forma masiva.
En las catacumbas
Para no merecerles mĆ”s que desdĆ©n (Ā«ese trapoĀ») la izquierda en EspaƱa siempre se ha tomado un enorme interĆ©s por las cuestiones referentes a las banderas. Al menos desde que, en los aƱos treinta, sustituyeron la franja roja inferior de la enseƱa nacional por una morada, en una interpretación errónea del color del pendón que los comuneros de Castilla enarbolaron en Villalar frente a los imperiales. Ā Ā
La cosa se acentuó cuando comenzó la transición, tras aceptar socialistas y comunistas la rojigualda por Ā«imperativo legalĀ» y mero oportunismo. En esa Ć©poca era frecuente que los partidos y organizaciones afectas al rĆ©gimen de Franco hiciesen un uso abundante de la enseƱa nacional, de modo que, con la incomodidad que es de suponer por parte del gobierno centrista procedente del Movimiento, y por parte de socialistas y comunistas, trataron de evitar su proliferación haciendo de la necesidad virtud: nadie podĆa patrimonializar lo que era de todos, argumentaban.Ā
La verdad es que ninguno de ellos estaba muy dispuestos a utilizar la bandera nacional, y por eso pretextaron algo tan fuera de la lógica como que al ser un sĆmbolo de todos no debĆa monopolizarlo nadie, sin reparar en que la condición de monopolio no debĆa cargarse al debe de quienes la utilizaban, sino al de quienes no lo hacĆan.Ā Ā
A partir de entonces, exhibir la bandera de EspaƱa se convirtió en un certificado pĆŗblico de fascismo, franquismo o folklorismo. Y la rojigualda entró en las catacumbas.Ā Ā
Epidemia nacionalistaĀ
Que el hombre es un animal simbólico estĆ” fuera de toda duda, pero no deja de ser curioso que esta, la Ć©poca de la iconoclastia, sea tan prolĆfica en simbolismos; se dirĆa que cuanto menor es el respeto que se les tributa, mayor necesidad tenemos de ellos.Ā
Viene esto al caso en razón de la zarabanda nacionalista que sacude EspaƱa de norte a sur y de este a oeste. Ausente el patriotismo del panorama nacional, gobernados por polĆticos arribistas y acomplejados a quienes nada importa salvo su personal medro, parece lógico que donde existan identidades alternativas estas florezcan. Y lo han hecho hasta el punto de que, allĆ” donde no existe un nacionalismo propio, y desmintiendo una larga tradición de localismo parroquial, se adopta el del vecino.Ā
Algunos arguyen que estos nacionalismos son ficticios, lo cual es cierto, pero precisamente eso nos deberĆa llevar a la triste conclusión de que si hay millones de compatriotas dispuestos a creer en cualquier cosa, ello es debido a la dimisión del Estado a la hora de sostener y defender a la nación.Ā
Lo curioso es que losĀ nacionalistas peninsulares āaunque en distintas medidas, militantes antiespaƱoles- siempre blasonaron,Ā al igual que la izquierda,Ā de considerar la bandera como un trapo. Un discurso que han trocado, en cuanto se han visto con la suficiente fuerza, por una proliferación de otros trapos -los suyos propios, claro estĆ”- como no se habĆa visto en Europa desde los aƱos treinta.Ā
Saliendo del sarcófago
Pero esa acometividad del nacionalismo antinacional ha producido un efecto contrario: tras dƩcadas de ocultamiento de la enseƱa nacional, relegada a un espacio apenas visible en los actos oficiales, se ha hecho presente de nuevo en las calles de forma masiva.
Una empresa fabricante de banderas asegura haber multiplicado hasta por cuatro la cantidad de rojigualdas que estĆ” sacando al mercado estos dĆas. Su dueƱo, el empresario, JosĆ© Luis DĆaz, asegura que āya no se usa solo para el fĆŗtbol, se estĆ” utilizando con motivos patrióticosā. La verdad es que el aspecto que estĆ”n tomando algunas ciudades espaƱolas, en donde abundan las banderas colgando de los balcones, justifica sobradamente tal afirmación.
Se han superado las sombrosas ventas de las Eurocopas y el Mundial. AdemĆ”s, parece que los clientes piden enseƱas particularmente grandes. DirĆase que millones de espaƱoles ha hecho de esto un asunto personal, al sentir el rechazo de una parte de sus compatriotas, que parecen tratarlos como a leprosos. Y tampoco faltan los catalanes que acuden a Madrid para conseguir una enseƱa nacional, ante la imposibilidad de hacerlo en su patria chica, donde se ha vuelto literalmente imposible: la tercera parte de todas las banderas que se han venido en lo Ćŗltimos cincuenta dĆas han ido a parar a CataluƱa.Ā Ā Ā
Hace unos aƱos, la bandera espaƱola salió del sarcófago gracias a los Ć©xitos deportivos āsobre todo de la selección espaƱola de fĆŗtbol- tras dĆ©cadas de momificación a cargo de los polĆticos de todo signo. Y lo hizo de un modo copioso, espontĆ”neo, casi instintivo, y no poco entusiasta. Se trataba de una expresión algo primitiva y elemental -si se quiere- de patriotismo, pero era algo mucho mejor que la tristeza de los mĆ”stiles vacĆos durante tres dĆ©cadas de desnacionalización.Ā
El gobierno del PP contra la bandera
La oposición a la exhibición de la bandera es generalizada; la izquierda, de modo natural, es reacia, pero el Partido Popular ha tomado dos medidas que hablan muy a las claras de sus intenciones.
Por un lado, ha prohibido a sus concejales presentar en los ayuntamiento mociones a favor de la unidad de EspaƱa y, por otro, tambiĆ©n ha desaconsejado que los espaƱoles se manifiesten a favor de la policĆa y la guardia civil con banderas nacionales.
Es natural, porque lo Ćŗltimo que interesa al gobierno es una explosión de patriotismo; el gobierno cuida de que el Estado siga sosteniendo al sistema en detrimento de la nación. Y la bandera es justamente eso, el sĆmbolo de la nación.
El Partido Popular estĆ” seguro de que puede seguir renunciando a EspaƱa sin grave quebranto electoral. Pero quiĆ©n sabe si su notoria disociación de un sĆmbolo como la bandera nacional no sea sino el primer paso de un nuevo rumbo para la sociedad espaƱola.
De momento, las banderas flamean en toda EspaƱa a pesar del gobierno. Modesto si se quiere, pero un sĆntoma.Ā Ā
Alguna publicidad valiente y la ayuda desinteresada de muchos lectores como tĆŗ han hecho posible esta noticia. Conoces nuestra lĆnea editorial, a contracorriente de la ideologĆa dominante y desacomplejadamente comprometida con la dignidad humana, la unidad de EspaƱa y la identidad de Europa. No es fĆ”cil ni es barato sostener un medio de comunicación que beba de estos postulados, siempre contra los mĆ”s poderosos. Por eso te pedimos que nos ayudes con una aportación, que formes parte de nuestro proyecto, que ayudes a que sigamos incordiando al Poder. Puedes hacerlo de varias maneras,Ā infórmate aquĆ.
Leer mĆ”s…
Marchas contra el independentismo y por la unidad de EspaƱa en todo el paĆs