«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Puigdemont sabía dónde iba: Bélgica y el 'rencor histórico contra España'

Los expertos coinciden: el destino de Puigdemont “no es en absoluto casual”. La Leyenda Negra subsiste en la Europa protestante, enemiga atávica de España. Ocurre en Flandes, pero también en el Reino Unido, cuyos medios acusan a España de “añorar el retorno a la dictadura”


El expresident Carles Puigdemont ha insistido en todas sus apariciones públicas en que el destino belga de su huída lo es por ser Bruselas la capital de la Unión Europea. La realidad, a juzgar por lo que fue ocurriendo en lo sucesivo, es muy otra. Bélgica fue el único país de la Unión que criticó públicamente “la violencia policial” del 1-O. Lo hizo nada menos que su primer ministro, Charles Michel, y supuso un primer conato de crisis diplomática entre los dos países.
 


A los pocos días, el politólogo flamenco Bart Maddens aseguraba en la televisión pública RTBF, que Bélgica “sería la elección obvia para el gobierno catalán en el exilio, ya que es el país más comprensivo frente al movimiento independentista catalán”. Pocas horas después, el diario Le Soir se preguntaba: “Bélgica, sede del gobierno catalán en el exilio… ¿Es posible?”. Esto fue el 24 de octubre; el 29, mientras Puigdemont y sus consellers partían hacia Bélgica vía Marsella, el ministro de Inmigración, el nacionalista flamenco Theo Francken, aseguraba que, ante la posibilidad de no recibir «un juicio justo”, su país podría conceder asilo político al cesado presidente de la Generalitat. «No es algo irreal, bien mirado», advertía en una entrevista a la cadena VTM.
El lunes 30 de octubre Puigdemont apareció, efectivamente, en Bélgica. Y si al principio las autoridades del país se mostraron prudentes con la nueva situación, el paso de los días ha clarificado las posturas haciendo evidente que detrás de la huida existe toda una operación política que, a juicio de María Elvira Roca Barea, está alimentada por la Leyenda Negra que sobre España permanece aún muy viva en Bélgica.

«Rencor histórico contra España»

La autora del super ventas ‘Imperiofobia y Leyenda Negra’ explica a La Gaceta que el destino escogido por Puigdemont “no es en absoluto casual”. ¿La razón? “El pasado tiene consecuencias en el presente y en Bélgica subsiste un rencor histórico contra España” que podría facilitar las cosas a Puigdemont. Roca Barea se refiere a Bélgica como “un Estado fallido” que procuró forjar su débil identidad nacional “contra España” y cuyo teatro y literatura nacionales rebosan, desde el XIX, una narrativa antiespañola que califica de “delirante” y que ha permeado todas las manifestaciones culturales, también las populares, hasta establecerse como un relato hegemónico.
Así, todos los partidos flamencos han ido mostrando, con el paso de los días, sus simpatías por el «exiliado» líder separatista catalán. Tanto Nueva Alianza Flamenca (N-VA), como los cristianodemócratas del CD&V o los xenófobos del Vlaams Belang (VB). El N-VA, además, controla tres ministerios del Gobierno federal, una vicepresidencia y dos de las cuatro Secretarías de Estado.
Las continuas llamadas al orden del francófono Charles Michel no han impedido que los separatistas flamencos tomen partido por sus homólogos catalanes. Ya con Puigdemont en Bélgica, el líder del N-VA y alcalde de Amberes, Bart de Wever, daba la bienvenida al president cesado subiendo a las redes sociales un grabado “del día más sangriento” de la ciudad, cuando “la furia española” de Felipe II “asesinó a 10.000 vecinos”.
 


Roca Barea insiste en que Bélgica -y Flandes muy en particular- “ha absorbido” la imagen de una España oscurantista, cruel y de pulsión autoritaria. Incluso el ministro de Exteriores, Alfonso Dastis, reconocía el pasado jueves en una entrevista en Le Figaro que “la elección de Bélgica no es trivial: los separatistas flamencos muestran simpatía por Cataluña, y el gobierno belga también parece inclinado a un cierto entendimiento”. No en vano, el ex primer ministro belga Elio Di Rupo acusaba este fin de semana al presidente español de comportarse como un «franquista autoritario” y animaba a Rajoy a combatir el independentismo “siendo demócratas” y haciendo de España un Estado «federal».
 


También el fin de semana habló Geert Burgeois, presidente de Flandes, para criticar la resolución judicial española que ha enviado a prisión a Junqueras y a varios exconsellers y pedía mediación internacional. Lo mismo hizo el viceprimer ministro y titular de Interior, Jan Jambon (N-VA), que se preguntaba «a qué espera Europa» para intervenir en España: “Madrid ha ido demasiado lejos, ¿dónde está Europa?”.
Los argumentos del ministro del Interior coinciden, por cierto, con los del abogado, también flamenco, contratado por Puigdemont, Paul Bekaert: la Justicia española está politizada y no ofrece garantías para el acusado.
Los datos de The Economist, que sitúan a España como una democracia más completa y rigurosa que la belga, desmienten a los líderes flamencos, sin embargo “el sustrato ideológico negrolegendario está ahí”, según Iván Vélez, autor de ‘Sobre la Leyenda Negra”. Y como Roca Barea, es rotundo: “El destino de Puigdemont no es inocente, sabía adónde iba”.

Leyenda Negra transversal a todas las clases sociales

Para Vélez, la Leyenda Negra describe una España “de esencias autoritarias”, un relato que, a ojos de los flamencos, estaría viéndose confirmado con el trato judicial y penal que nuestro país dispensa a los separatistas catalanes. Además, y por un “juego de espejos”, Flandes vería en Cataluña su territorio homólogo. Una “nación” que, como ellos en el pasado, estaría buscando sacudirse el yugo español.
Ni Puigdemont y ni ninguno de sus cuatro exconsellers hablan neerlandés, sin embargo es el idioma que han escogido para la tramitación de su defensa. Con ello se garantizan que el proceso se desarrolle en Flandes, donde entienden, “con buen criterio”, que sus posiciones encontrarán mayor acomodo.
Iván Vélez, como Roca Barea, insiste en que la Leyenda Negra “está incorporada a la ideología de la población, también de la población no erudita”. Esto es, una narrativa perfectamente asumida, también en lo “popular”; una narrativa disuelta “en el ambiente ideológico” belga, pero también del resto de Europa. Particularmente en la Europa protestante, enemiga atávica de España. Así, el autor de “Sobre la Leyenda Negra” cita el severo papel que, al respecto de la crisis separatista, viene desempeñando la prensa anglosajona.

España como «elemento exótico»

Publicaba un estudio el Instituto Elcano en el año 2012, en plena crisis económica, que llamaba la atención sobre la visión «negativa y parcial» que la prensa británica y norteamericana venía proyectando sobre España. El New York Times llegó al extremo de publicar una colección de fotografías grotescas en la que se sucedían desahucios, comedores sociales, españoles menesterosos buscando en cubos de basura… y así hasta quince imágenes de un país tercermundista inserto en la Europa del siglo XXI. Iván Vélez recuerda el tratamiento que durante aquellos días se prestó a nuestro país y la vigencia de los prejuicios que lo motivaron “Se sigue viendo a España como un elemento exótico, algo así como la anomalía europea”. Una imagen que vendría condicionada por «un sustrato histórico-cultural, basado en exageraciones y tergiversaciones». Un sustrato que se dio en llamar Leyenda Negra.

España “añora el retorno a la dictadura” y Rajoy es “franquista”

En los últimos días, y como consecuencia de la crisis separatista, los medios de comunicación ingleses han vuelto a cargar las tintas contra España. Tanto es así que incluso dos diputados de la comisión sobre España del Parlamento británico han elevado una queja a la BBC por el sesgo favorable que la televisión pública británica muestra hacia el movimiento separatista catalán.
La carta del presidente de la comisión, Chris Bryant, y del secretario, Greg Knight, ha sido hecha pública en “The Times”. En ella se denuncia la cobertura de los acontecimientos en España y se lamenta que “no cumple el requisito de la BBC de informar a la audiencia con imparcialidad y sin sesgo”. Según los diputados, resulta “irresponsable” insinuar, como ha hecho la cadena británica, que España “añora el retorno a la dictadura” y que Mariano Rajoy es “franquista”. “La impresión que dejan las informaciones de la BBC es que esto es una batalla entra catalanes de espíritu noble contra derechistas con puño de hierro partidarios de Franco”.
Los viajeros ingleses del XIX describieron una España exótica y “oriental” que aún permanece en el imaginario colectivo; es por eso que no ha de sorprender que incluso la BBC impute a España una pulsión autoritaria: “Lo oriental y lo despótico siempre han ido unidos”, explica Iván Vélez.
Lo cierto es que la BBC preguntó a su audiencia el pasado jueves a través de Twitter si consideraban que, tras la detención de ocho «ministros» catalanes, España se está comportando como un «Estado fascista”.
 


Otro ejemplo: The Guardian prestó ayer sus páginas al expresident prófugo de la justicia para la publicación del texto “Esto ya no va sólo de Catalunya, va sobre la democracia misma”. En él se critica la “brutal ofensiva judicial para instigar el encarcelamiento masivo y la criminalización de candidatos que promueven ideas políticas».
 


Y otro más, el caso de ‘The Late Show’ de la cadena norteamericana CBS. Un espacio de análisis en clave de humor pero muy revelador de un sistema de valores y creencias. El presentador, Stephen Colbert, interpretaba así la historia de España: «Cataluña fue independiente hace mucho tiempo, eran parte del Reino de Aragón, pero en el siglo XV, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla se casaron y unieron sus reinos. Estaban tan emocionados que enviaron a Colón a mostrar a los nativos americanos lo divertido que es formar parte de España. Su regalo: la viruela«.
 
El eurodiputado español y secretario general del Partido Popular Europeo, Antonio López-Istúriz, reconocía la semana pasada que tras la resaca de las cargas policiales del 1-O -días en los que el Gobierno de España “lo pasó mal”-, los medios internacionales habían adoptado un postura mucho más aséptica. Todos, “con la excepción de la prensa anglosajona”.
 
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