Hace siete años, Pedro Sánchez, entonces líder de la oposición, exigía la dimisión inmediata de Mariano Rajoy, presidente del Gobierno en ese momento, tras su declaración como testigo en el Caso Gürtel. En un tono solemne, Sánchez acusó a Rajoy de causar un «daño irreparable» a la imagen de España, considerando que su comparecencia era «una mancha en la proyección internacional y el prestigio de nuestro país».
En 2017, durante su comparecencia, el secretario general del PSOE cuestionó públicamente si un presidente interrogado por corrupción era la persona adecuada para erradicar la corrupción en España. Los socialistas plantearon esta interrogante con gran énfasis, reflejando la gravedad de la situación.
Sánchez, hablando desde la sede de Ferraz, recordó su propia renuncia para defender sus convicciones y desafió a Rajoy a hacer lo mismo. «¿Dónde están las suyas?», preguntó Sánchez, insistiendo en que para el bien de España, Rajoy debía abandonar la presidencia del Gobierno.
Sánchez finalizó su discurso exigiendo la dimisión de Rajoy «por la dignidad de nuestra democracia» y por la «degradación institucional de la presidencia del Gobierno». Ironías del destino, ahora Sánchez, como actual presidente del Ejecutivo, deberá comparecer ante el juez Peinado el próximo 30 de julio en la investigación sobre su esposa por corrupción y tráfico de influencias.
Cinco días después de haber presentado su ‘Plan de Acción por la Democracia‘, Sánchez tendrá que aclarar las dudas del juez Peinado, convirtiéndose así en el segundo presidente en la historia de España en declarar en un juicio. Esta situación refleja un giro inesperado en la política española, con Sánchez enfrentando las mismas críticas que una vez lanzó contra Rajoy.
Además, se ha viralizado en redes sociales un tuit que redactó en 2014, en el que aseguraba que «todo compañero, se apellide como se apellide, si comparece en un juicio oral será expulsado».
