Un patrón de cayuco mauritano ha concedido una entrevista a El Español en la que ha reconocido haber completado «con éxito» cuatro travesías desde Nuadibú hasta Canarias, transportando a inmigrantes ilegales y sin sufrir incidentes ni pérdidas humanas. Conocido en la costa atlántica por su habilidad en la navegación, este hombre, de 48 años, ha logrado convertirse en un referente dentro de las mafias migratorias, aunque para las autoridades españolas es considerado un traficante de personas.
«No es complicado, soy marinero, sé cómo llegar. Si otros no lo logran, es porque no tienen idea de navegación. Cuando yo dirijo la travesía, no hay discusión: yo soy el capitán y la única autoridad a bordo», explica. Su pericia también tiene un precio, que los inmigrantes pagan sin dudar, pues saben que con él aumentan sus posibilidades de llegar con vida.
Las rutas que sigue empiezan en las playas desiertas cercanas a Nuadibú. Bajo la cobertura de la noche, los pasajeros se agrupan en la arena, evitando ser detectados por las fuerzas de seguridad mauritanas o españolas. En muchas ocasiones, la corrupción facilita el tránsito: un gendarme mauritano cobra alrededor de 200 euros al mes, mientras que las redes clandestinas pueden ofrecerle hasta 1.000 euros por ignorar la salida de un cayuco sobrecargado de personas.
Los pasajeros pagan entre 1.000 y 3.000 euros por un lugar en la embarcación. La cifra depende del contacto que tenga cada inmigrante y de la ubicación dentro del cayuco: quienes abonan más, viajan en el centro, donde hay más estabilidad y menor riesgo de caer al agua. Los que pagan menos se enfrentan a condiciones más extremas, soportando días de travesía expuestos al sol, el viento y el oleaje. Como patrón, él es el encargado de distribuir el peso y garantizar que la embarcación no se sobrecargue. «He rechazado viajes cuando han intentado meter más personas de las que considero seguras. Una vez me trajeron 120 personas y dije que no», recuerda.
El viaje dura entre tres y cinco días, aunque sus travesías suelen ser más rápidas. «Yo no paro por las noches. Duermo a medias con la brújula en la mano para asegurarme de que no nos desviamos», comenta. El combustible es otro factor crucial: dependiendo del motor, un cayuco necesita entre 600 y 1.000 litros de gasolina. «Siempre llevamos dos motores por seguridad. Si uno falla, el otro nos saca adelante».
El dinero recaudado se reparte entre varios actores en la cadena de tráfico. «El pasador, que organiza todo en tierra, es quien más se lleva», admite. A él, como patrón, le pagan entre 3.000 y 6.500 euros por travesía, aunque últimamente la demanda ha elevado su tarifa. «Me han ofrecido 7.000 euros para salir esta misma noche», confiesa añadiendo que España le paga el viaje de vuelta.
Su relación con España no se ha limitado a las travesías clandestinas. En más de una ocasión, ha sido detenido y enviado a centros de internamiento para extranjeros en Canarias. «En Tenerife, un policía mauritano que colaboraba con la Policía Nacional me reconoció. Sabía que yo era el que pilotaba. Me deportaron a Nuadibú», cuenta sin aparente resentimiento. En otra ocasión, acabó en el Centro Penitenciario Las Palmas I, conocido como ‘Salto del Negro’. Pasó algunos meses en prisión antes de ser repatriado. «No me molestó. No quería quedarme en España. Allí gano dinero y luego me pagan el billete de vuelta», añade con naturalidad.
Aunque en este momento se encuentra en una pausa, dedicado a su familia y a cuidar de su madre y sus hijas, reconoce que no descarta volver al mar. «No quiero hacerlo, pero si vuelvo a embarcarme, será para quedarme», admite en voz baja. Su próximo destino podría no ser Canarias, sino América. «Me gustaría llegar a Estados Unidos. Sé cómo hacerlo navegando. O en avión, me da igual», concluye.