El 13 de marzo de 1741 aparecían los primeros barcos ingleses en el horizonte de Cartagena de Indias. La imagen puso en vilo a la ciudad y la entrada de Edward Vernon en la bahía hacía presagiar una rápida derrota española. Sin embargo, en la fortaleza de San Felipe de Barajas, el vasco Blas de Lezo y sus tropas resistieron heroicos los empujes del Ejército británico, incapaces de traspasar las defensas castellanas hasta que finalmente al almirante no le quedó más solución que la retirada. Cuando parece que todo está perdido, cuando no hay motivos para la esperanza, siempre aparece un halo de luz. Y España es hoy eso, esperanza.
Tras años de silencio, la población ha decidido salir a las calles para reivindicar la unidad de España. Las banderas han vuelto a los balcones, esta vez no por una victoria deportiva, y los ciudadanos han llenado las plazas de todo el país para defender los valores que nos unen y que tan denostados están en nuestros tiempos.
España no se ha extinguido. Y no lo hará pronto. 500 años de gloriosa historia no se borrarán por los delirios secesionistas de los líderes catalanes y la incapacidad manifiesta del Gobierno de Mariano Rajoy. España es mucho más que eso. La aflicción de extremeños, canarios, valencianos o gallegos muestra que existe una comunidad política. Demuestra que el todo hace suyos los problemas de la parte.
La financiación del separatismo
El FemCat aglutina a una serie de empresas que tienen como lema “hacer de Cataluña uno de los mejores países del mundo”. Todas ellas están abiertamente dispuestas a buscar la ruptura de España. Mientras tanto hacen negocio vendiendo en el resto de nuestra patria los productos que fabrican en Cataluña.
Son, en muchos casos, responsables de multinacionales y grandes empresas. Mientras que trabajan desde 2004 en fomentar y financiar el separatismo, no dudan en hacer caja con los euros que el resto de los españoles pagamos, en la mayoría de los casos sin saber que enriquecemos a un empresario separatista.
Piqué, el ‘español profesional’
Piqué salió a rueda de prensa con cara de no haber roto un plato en su vida. “No es mi caso, pero un independentista puede jugar con España”, dijo. No acabamos de captar bien qué parte de ‘Selección española’ no entiende, o si alguna vez se ha preguntado por qué Cristiano Ronaldo ‘prefiere’ competir en una selección algo menos poderosa -y generosa en emolumentos- que la española.
La incoherencia de Piqué es una excelente metáfora de un movimiento secesionista que pretende gozar de todas las ventajas de la independencia sin perder ninguno de los beneficios de pertenecer a España, como en esa Ley de Transitoriedad en la que se permite -sin consultar con el Estado español, naturalmente- conservar la nacionalidad española junto con la catalana y otras formas de frivolidad jurídica.
Ahora, que teme una pitada masiva, Piqué pide calma. Sin embargo, tal y como se encargó de recordarle Álvaro Arbeloa en redes sociales, el que «siembra vientos, recoge siempre tempestades».