«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

'PP y PSOE no estuvieron a la altura en la lucha contra ETA'

Rogelio Alonso considera que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero «engordó a la serpiente», en alusión al símbolo de ETA formado por un hacha y un reptil, cuando abrió negociaciones.

El experto en terrorismo Rogelio Alonso considera que «el discurso oficialista, que han repetido los medios y los dos principales partidos -PP y PSOE-, sobre que ETA ha sido derrotada y este era el mejor final para la democracia, es falso», pues «ETA no ha sido derrotada en el plano político ni ideológico» y, por eso, «un mejor fin de ETA era posible».
Alonso se expresa así con motivo de la publicación de su libro ‘La derrota del vencedor’, en el que indica también que el Partido Nacionalista Vasco (PNV) ha sido el más beneficiado del terrorismo, que la reconciliación no cabe en el País Vasco, que el resentimiento de las víctimas es legítimo y que los gobiernos del PP y del PSOE no estuvieron a la altura en la lucha antiterrorista.
«Es cierto que ETA no consigue su objetivo máximo, como es la creación de esa entidad que definen como Euskal Herria, pero eso no impide que haya conseguido significativos logros políticos», argumenta el autor para declarar que «no se puede sostener que ETA haya sido derrotada por completo».
«Hoy el tejido social en el País Vasco está deformado», advierte Alonso al expresar que «el PNV ha impuesto una hegemonía política, social y cultural como consecuencia de la violencia», incluso después de haber llegado a reconocer que «no estuvieron a la altura de las circunstancias con las víctimas del terrorismo».
«Deberían reconocer que sus objetivos nacionalistas deben resultar afectados, debemos exigir una rendición de cuentas. ¿Donde están las responsabilidades? ¿Donde están las consecuencias políticas?», se pregunta Alonso, quien añade de forma rotunda que el PNV «se ha beneficiado del terrorismo».
Rogelio Alonso cree también que la palabra «reconciliación» no tiene sentido en el País Vasco: «Reconciliación implica dos partes que han obrado mal, ese no es un término apropiado para la sociedad vasca, donde una organización terrorista ha intentado imponer objetivos nacionalistas, ha dañado a la comunidad. No ha habido un enfrentamiento entre dos partes que deban reconciliarse, hay un actor político que no ha obrado correctamente, que ha desafiado a la democracia, ha cometido injusticias y violaciones a los derechos humanos».
«La sociedad vasca necesita justicia. Es importante que quienes han violado los derechos humanos sean derrotados», agrega.
Considera, de forma crítica, que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero «engordó a la serpiente», en alusión al símbolo de ETA formado por un hacha y un reptil, cuando abrió negociaciones, lo que permitió que la organización armada tomara fuerza desde el punto de vista político, y añade que el Gobierno de Mariano Rajoy siguió esa hoja de ruta.
Alonso está convencido de que el problema del País Vasco es más de ciudadanía que de territorio, pues las víctimas, convertidas en víctimas por no ser nacionalistas, «han tenido que dejar su vida, su casa», por lo que reivindica «el derecho al resentimiento».
«El resentimiento es una posición de denuncia moral y política con valor ético, porque es una llamada de injusticia, por eso en condiciones de injusticia el resentimiento es valioso, racional y necesario», aclara el autor, al insistir en que «no debe confundirse con la venganza».
Respecto a la reciente llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa, el autor expresa que el nuevo presidente debe aclarar si sostiene «la mentira de que este era el mejor final de ETA», un final que Alonso considera «sustentado en la impunidad política y penal».
El autor también pide aclarar a Sánchez si piensa gobernar y hacer política «como si ETA no hubiera existido» y si va a continuar como Rajoy, «instrumentalizando la memoria» de las víctimas.
«La memoria se ha utilizado para sacar rendimiento político, se ha convertido en un instrumento para el olvido. La politización de la memoria incide en lo sentimental, apela al recuerdo de las víctimas, al dolor, al sufrimiento, pero no se contextualiza políticamente, ni se insiste en que esas víctimas lo fueron porque no eran nacionalistas», concluye Rogelio Alonso.

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