La corrección política impone un discurso muchas veces incompatible tanto con la seguridad como con las causas del fenómeno que la generan.
En los últimos años han aparecido algunas novelas distópicas en las que se recrea lo que pudiera ser el futuro de la sociedad occidental a partir del impacto que sobre la misma tendrían fenómenos reales.
Sobre todos esos fenómenos, destaca el de la inmigración. Títulos como el de “El campamento de los santos”, escrita en 1973 por Jean Raspail, o más recientemente “Sumisión”, de Michele Houellebecq, han proyectado hasta su conclusión lógica el letal cóctel de inmigración y corrección política de una sociedad que parece encaminarse hacia su extinción, entre pulsiones de muerte y una inconsciencia suicida.
Aproximadamente por las mismas fechas que la novela de Houellebecq, en 2015, apareció en España “Futurum Nostrum”, debut como novelista de Lucio Peñacoba. Autor acostumbrado a remar contra la corriente, Peñacoba no ha tenido reparos en presentar un futuro algo más que preocupante, hijo de la indiferencia y de la servidumbre moral e intelectual de nuestros días, estos que ahora vivimos.
Lo que Peñacoba presenta no sucede ni en tiempos remotos ni en lejanos desiertos; lo que Peñacoba presenta está sucediendo ahora mismo, entre nosotros, en esta Europa del segundo decenio del siglo XXI.
En esta Europa de la que España forma parte.
Multiculturalismo en Tetuán (Madrid)
Y es que las noticias ya no llegan sólo de más allá de nuestras fronteras: al final, se hace inevitable que trasciendan también las de España, pese al férreo control mediático.
Hace unas fechas, saltaba por los aires el silencio al respecto de lo que está sucediendo en el barrio de Tetuán, algo que en todo Madrid es un clamor. Y especialmente entre los vecinos, para quienes la situación resulta insoportable, hasta el punto de vivir bajo una especie de toque de queda: con el barrio en manos de las mafias dominicanas, cuando cae la noche nadie se aventura por sus calles.
En Tetuán, el aumento de la delincuencia ha sido exponencial en los últimos años. Tráfico de drogas (se ha multiplicado por cuatro el número de delitos relacionado con los estupefacientes), asaltos, peleas, guerra entre bandas; todo ello en medio de una degradación social muy visible, pese a que el ayuntamiento haya estado todo este tiempo mirando para otro lado. O precisamente por eso.
La actitud del Consistorio madrileño no es, ni mucho menos, privativa de este organismo. La corrección política impone un discurso muchas veces incompatible tanto con la seguridad como con las causas del fenómeno que la generan; la mezcla de ambas puede provocar situaciones explosivas, inconcebibles hace apenas una década.
Sin criterios discriminatorios
El que muchas ciudades de Europa estén entregadas al islamismo ha sido posible debido a la dejadez o complicidad de unas autoridades para las que la corrección política es lo primero. Hoy, en no pocas urbes del centro y del norte de Europa y de las islas británicas, patrullan jóvenes musulmanes que hacen cumplir la sharía; la naturaleza europea de estas ciudades es ya un borroso recuerdo.
El problema no es el terrorismo –con serlo- ni tampoco lo es el islam; el problema es la pretensión de la multiculturalidad, que precisa de la ocultación de la verdad más elemental, con lo que los crímenes se convierten en “incidentes” que carecen de objetivo alguno y que no forman partes de un todo, sino que son presentados como hechos aislados.
En los últimos días se han acumulado los “casos aislados” en numerosos países de Europa, con abundante detención de células islamistas prestas a atentar.
La labor policial está siendo sin duda exitosa, pues de otra manera la vida civilizada sería inviable en la Europa de hoy. Pero lo que se consigue a través de las políticas de de seguridad se ve negativamente compensado por unas absurdas políticas de emigración que alimentan el fenómeno. Dichas políticas, como ha señalado la “Oficina Federal Alemana para la Migración y los Refugiados” consisten en aceptar toda emigración sin criterio discriminatorio alguno: el refugiado es acogido por razón de la situación conflictiva de su sociedad de origen y, una vez instalado en el país de destino, le basta con vivir solo tres años en él para pasar a convertirse automáticamente en residente con permiso ilimitado.
Camino de la ruptura
Lejos de producirse la idílica integración enriquecedora que nos prometieron como resultado de la inmigración masiva, los problemas propios de las dificultades de convivencia entre dos mundos diferentes, y en muchos puntos antagónicos, crecen hasta parecer insuperables.
Ello es así porque, quienes son acogidos, acuden en número tan grande que les resulta casi imposible evitar la creación de réplicas de sus propias sociedades, o engrosar las ya constituidas a su llegada al país de acogida, alcanzándose el absurdo de que escapan de unas sociedades que luego recrean.
Esa creciente divergencia culmina en la construcción de dos espacios yuxtapuestos pero carentes de todo contacto psíquico y espiritual, entre los que solo puede existir conflicto. La ruptura está servida.
Futurum Nostrum
Y ese es el tema de la novela escrita por Lucio Peñacoba: tras años de emigración masiva y sumisión a la corrección política, el resultado es el de una Europa en la que la sociedad se ha escindido en dos mitades inconciliables, la de los habitantes originarios y la de aquellos procedentes de la emigración. La división de estos, según su procedencia, lejos de aligerar el problema lo complica.
Toda Europa bulle de inquietud en medio de sangrientos conflictos que van degenerando y de los que ya nadie duda de su carácter étnico, pese a que la propaganda oficial continúe negándolo. Aunque nadie cree ya a los medios, estos permanecen en su inercia de proteger un sistema del que ya apenas queda nada.
En 2025 estalla el continente en una caótica orgía de sangre. Los acontecimientos se precipitan tras los incidentes que tienen lugar en Inglaterra y el triunfo islamista en Francia. Los políticos, cuya corrupción moral precede a la política y económica que hace tiempo se ha generalizado, son auxiliados por una Iglesia que celebra el Concilio Vaticano Tercero, en el que las imposturas han sustituido a la verdadera fe a partir de un falso ecumenismo; la Iglesia, manifestando su creencia en que todas las religiones monoteístas son equivalentes, contribuye muy eficazmente al multiculturalismo. Apenas quedan sino restos del verdadero rebaño católico.
Todo se encuentra sometido al dictado de la corrección política, tanto el presente como el pasado, y existen pronunciamientos oficiales acerca de casi todo, con lo que se hace inviable toda opinión que disienta de la verdad oficialmente establecida.
En pocos años, la situación se deteriará a gran velocidad, y la seguridad desaparecerá de las calles. Las fuerzas del orden se convirtirán en mafias en manos de unos mandos que rinden obediencia a gobiernos corruptos y finalmente a nadie más que a ellos mismos, hasta llegar a un punto en el que la vida se convierte en sencillamente insoportable. El dominio de las ciudades por los grupos de inmigrantes, da lugar a una huida masiva hacia zonas en las que aún sobreviven los viejos europeos.
Algunos, como los protagonistas de la novela, marchan hacia el campo, en el que inician, con unos pocos mimbres, una nueva vida. Una vida nueva pero que no es sino la recuperación de la única posible, la que habían conocido antes de la inundación.
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