La eurodiputada Giménez Barbat admite a La Gaceta que los separatistas están «ganando simpatías» en Bruselas y que frente a su frenética actividad, el Estado “se limita a ser reactivo”. Y advierte de que si el Gobierno no reacciona, es «pesimista respecto al futuro”.
El pasado martes varios miembros de la asociación de juristas catalanes ‘Llibertats’ viajaban a Bruselas invitados por la eurodiputada, también catalana, Teresa Giménez Barbat.
El presidente de la asociación, Pere Lluís Huguet, hizo una lectura muy crítica de las iniciativas del Govern que, teóricamente, deberán dar amparo jurídico al proceso de ruptura. Se habló de “chapuza” y de “absoluta falta de rigor”, tanto en lo que tiene que ver con la llamada “ley del referéndum” como con la “ley de transitoriedad jurídica”, ambas presentadas fuera del Parlamento.
“Como juristas nos preocupa la deriva que está teniendo el ‘procés’. Nos aboca precisamente a que si se hiciera este referéndum no tendría ningún tipo de garantía ni sería susceptible de homologar en Europa”, advertía Huguet ante los invitados y el público que acudió a la sesión.
Una sesión que para el asesor del eurodiputado convergente Ramon Tremosa, Aleix Sarri, que se acercó a fotografiar la sala, resultó un fracaso pues aseguró que “no había ni un sólo eurodiputado que no fuera español”.
Nou ridícul de l’unionisme al Parlament Europeu: 0 eurodiputats no-espanyols i menys de 40 persones en un acte contra el procés. pic.twitter.com/EQx885huiV
— Aleix Sarri Camargo (@aleixsarri) 11 de julio de 2017
El lobby separatista en Bruselas es muy activo. El Europarlamento, sus despachos, sus pasillos y hasta sus comedores son, para los eurodiputados independentistas y su personal, escenarios ideales para dar visibilidad a su batalla. En Bruselas se mueven libres y no hay diplomacia española que les pise los talones. Y actúan. Hablan, explican, dan su versión del “conflicto”, organizan infinidad de acto y persuaden. Tienen éxito. Más éxito del que el Gobierno de España está dispuesto a admitir.
Eurodiputados extranjeros adheridos a la causa del referéndum
En la sesión del grupo “Llibertats” estuvo presente, entre otros eurodiputados, el socialista Ramón Jáuregui. El histórico dirigente del PSE reveló, para sorpresa de muchos, que no son pocos los eurodiputados extranjeros que “no entienden por qué los catalanes no pueden votar en un referéndum de autodeterminación”. Advirtió que de la “enorme confusión doctrinal y política” que existe ente muchos de sus colegas al respecto del derecho a la autodeterminación y admitió que “tenemos una falla en la comprensión de este punto”, hablando incluso de “fracaso” de los partidos que se oponen al proceso separatista.
El referéndum escocés ha generado un precedente que, a juicio de muchos eurodiputados del resto de la Union, debería replicarse en España. En Europa, dijo Jáuregui, “a raíz de Escocia existen demasiados compañeros nuestros que creen que los catalanes tienen derecho a hacer un referéndum… demasiados”.
La propia organizadora del acto, Teresa Giménez Barbat (ex UPyD), admitía luego a La Gaceta que, efectivamente, el voto como presunta resolución del conflicto estaba “ganando simpatías” en Bruselas, sobre todo en formaciones “de izquierda”. Y ofreció más claves: el relato del separatismo tiene menos predicamento en los estados grandes que en los pequeños. Citó expresamente a “Eslovaquia”.
Y también se refirió al “hartazgo” que con el tema existe en la capital de la Unión: “Los eurodiputados independentistas han estado trabajando de forma persistente y sistemática, han hecho llegar mensajes de manera masiva y continuada” a eurodiputados extranjeros, y muchos de ellos han acabado por atender la inquietud.
Giménez Barbat es una de las políticas que más está haciendo por revertir el relato de los separatistas. El de los juristas no es el primer acto que celebra a tal efecto. Ella misma traduce y subtitula al inglés cada una de las actividades que organiza; “quiero que los otros diputados tengan acceso a esta información”, dice.
Está resuelta a combatir la versión de sus colegas de ERC y de la extinta Convergència, pero lamenta la falta de coordinación e incluso de compromiso por parte del Gobierno de España.
“El Estado español no ha estado a la altura”
Explica a La Gaceta que hasta la fecha, Madrid no ha sabido leer el desafío. “El Estado español no ha estado a la altura”, lamenta, y señala a este gobierno pero también a los anteriores. Al momento actual, pero también al pasado, donde las instituciones del Estado han permanecido silentes ante los desmanes del separatismo. El gabinete de Rajoy, denuncia, “se limita a ser reactivo”, no tiene una estrategia que neutralice el discurso secesionista. “Se deberían hacer actos, convocar reuniones, ir a las universidades, contactar con intelectuales, y no se está haciendo”. Y advierte de que “si el Estado no aprende, soy pesimista respecto al futuro”.
Desmiente el mantra oficial de que la paradiplomacia independentista cosecha fracaso tras fracaso es falso. Algo que, pese a los recientes editoriales del New York Times o Financial Times (“Cada estelada es un recuerdo del fracaso histórico de España”), es la versión oficial que ofrece La Moncloa.
“Si esto sigue así, me inquieta el futuro”
La eurodiputada no tiene problemas en reconocer “el tesón y la determinación” de los separatistas, que cuentan con medios casi ilimitados y “están financiados con muchísimos millones de euros cada año”. Algo que contrasta con el quietismo -para muchos directamente apatía- del Estado. Y advierte: “si ellos continúan con esa actividad frenética en pos de su causa y el Estado sigue sin reaccionar… reconozco que temo lo que pueda ocurrir en el futuro”.
El exvicepresidente del Europarlamento, Alejo Vidal-Quadras, también presente en el acto de ‘Llibertats’, se mostró igualmente concienciado de la gravedad de la situación. Fue el más contundente de entre todos los ponentes, criticó el tratamiento de tipo federal que propuso Ramón Jaúregui y anunció que llegados a este punto ya sólo restan dos posibles salidas: “la mala y la catastrófica”. Responsabilizó al Gobierno de Rajoy de no haber sabido gestionar el desafío separatista y le animó a que, al menos en la fase final, actúe con determinación y haga uso de la “fuerza coactiva del Estado”. Discrepó, en este sentido, del perfil más discreto que mostró el presidente de ‘Llibertats’, Pere Lluís Huguet, que en declaraciones a este periódico celebró la actitud del Gobierno de España y se mostró partidario de renunciar al Artículo 155 de la Constitución. Huguet apeló a un escenario post-referéndum en el que habrá que restañar heridas y animó a buscar lo que denominó “pistas de aterrizaje”, esto es, lugares comunes entre independentistas y no independentistas.
La paradiplomacia independentista sí cosecha éxitos
Hace poco más de un año el president de la Generalitat hacía su primer viaje oficial. Fue a Bruselas. Permaneció tres días en la capital de la Unión y si bien no accedió a las más altas esferas de la institución, mantuvo numerosos contactos con agentes europeos con el objetivo indisimulado de “reforzar la acción exterior y la interlocución directa con el bloque comunitario”
Puigdemont, como antes Artur Mas, dedica enormes cantidades de recursos y de tiempo a la actividad paradiplomática. El president habla, además de catalán y español, inglés, el francés y el rumano. Su capacidad con los idiomas, su conocimiento del panorama político internacional (dedicó varios años a visitar lo que en el mundo nacionalista llaman “naciones sin Estado”), y el momento decisivo del procés le ha llevado a reforzar la “acció exterior”.
Desde el primer día ha recibido representantes extranjeros en el Palau de la Generalitat. Al comienzo de 2016, durante una reunión de cónsules, no tuvo reparos en anunciar a los diplomáticos que Cataluña «está caminando hacia su independencia”. Entre el cuerpo diplomático reunido estaban, por ejemplo, los representantes consulares de de Estados Unidos, China, Francia, Reino Unido, Argentina, Portugal y Japón. Mas de cónsules Puigdemont logró pasar directamente a los embajadores y el 25 de febrero el president recibió al primero de ellos: Vladimir Grácz, de Eslovaquia, el país al que citaba la eurodiputada Giménez Barbat. No trascendió el contenido del encuentro.
Pero el eslovaco no sería el último, Puigdemont recibió a los embajadores de Canadá, Jon Allen, de Suecia, Cecilia Julin, de Suiza, Thomas Koll, de Irlanda o del Uruguay. Todo en cuestión de días. El diario E-Notícies tituló «Puigdemont rompe el ‘cordón sanitario’ del Ministerio de Asuntos Exteriores».
Con el paso de las semanas se supo (lo desveló el digital El Món) que el president había mantenido un total de 24 «reuniones diplomáticas» en sus primeros 100 días de gobierno, doce de las cuales habían sido con embajadores instalados en Madrid. El Món desveló que también se habían producido reuniones con los representantes de Gran Bretaña e Israel.
En abril de 2016, el portavoz de ERC en el Europarlamento, Josep Maria Terricabras, revelaba en una entrevista que tenían “indicios” de que algunos Estados europeos podrían ver con buenos ojos la independencia de Cataluña. Y explicaba que “algunas cámaras legislativas ya han acogido representantes catalanes para que les expliquen el procés. Incluso los Estados Unidos. Lo han hecho en Dinamarca y otros países (…) además ha habido en el pasado algunas manifestaciones de algún país báltico, de alguno nórdico y de algún ex ministro diciendo que ven bien (el proceso separatista)”. Terricabras explica que cada vez se les ve “con más simpatía”, algo que coincidiría, según él, con una crisis de imagen de España en el exterior: “el prestigio del gobierno español es muy, muy pequeño”.
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¿Y si por no aplicar el Art. 155 hay que aplicar el 116?
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