El ecologismo radical vuelve a la carga contra el campo español. La organización Greenpeace ha publicado un nuevo informe en el que reclama reducir un 88% la producción de carne de cerdo en España de aquí a 2050. El objetivo declarado es, según la ONG, «garantizar la transición del actual y destructivo modelo de producción de alimentos hacia un modelo alimentario sostenible».
En su cruzada habitual contra la ganadería intensiva, Greenpeace propone el «abandono gradual de la ganadería industrial«, el cierre de las macrogranjas y el impulso de la ganadería extensiva de base agroecológica. La organización habla de «garantizar una transición justa» para el sector, mientras exige directamente que no se autoricen nuevos proyectos de ganadería intensiva ni ampliaciones de los ya existentes.
España cuenta en la actualidad con más de 34,5 millones de cabezas de porcino, según datos del Ministerio de Agricultura. Greenpeace acusa a esta cabaña ganadera de contribuir «de forma determinante» a las emisiones de gases de efecto invernadero —como el metano o el óxido nitroso—, además de amoníaco y contaminación del agua por nitratos debido a los purines.
Junto al cierre de macrogranjas, la ONG reclama un Plan Estratégico de Ganadería y la adopción de la llamada «dieta de salud planetaria», que implica reducir el consumo de carne, lácteos, huevos y pescado.
En paralelo, desde Francia, la organización animalista L214 plantea un objetivo semejante. Propone reducir a la mitad los sacrificios de animales en Francia para 2030, lo que, según su informe, permitiría disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero, el sufrimiento animal y los riesgos sanitarios, sin poner en riesgo la soberanía alimentaria del país.
L214 destaca que los franceses consumen el doble de carne que la media mundial, con 83,5 kilos por habitante y año, y subraya que los «escenarios de sostenibilidad» para Francia ya recomiendan reducir el consumo. Según sus cifras, el número de animales sacrificados pasaría de 1.200 millones a 600 millones en el caso de animales terrestres, y de 7.000 millones a 3.500 millones en el caso de animales acuáticos.
Una vez más, las grandes ONG ecologistas y animalistas marcan el paso de una agenda que pone en el punto de mira la producción ganadera, las explotaciones familiares y la soberanía alimentaria de las naciones europeas. Todo, bajo el discurso buenista de la «transición justa» y el «planeta sostenible».