«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Muchas trabajadoras evitan transitar solas por algunas zonas

Insalubridad, prostitución, delincuencia y enfermedades: cientos de inmigrantes sin techo habitan en la T4 de Barajas

Decenas de inmigrantes en Barajas. Red social X

El Aeropuerto de Madrid-Barajas se ha convertido en un auténtico infierno para los trabajadores que cada día tienen que lidiar con las consecuencias del creciente asentamiento de personas sin hogar en la Terminal 4. Lo que comenzó como una situación puntual se ha transformado en una realidad crónica, con más de 500 personas viviendo en el aeropuerto, generando un clima de inseguridad, insalubridad y creciente tensión laboral.

Quienes trabajan en diferentes áreas del aeródromo denuncian, aunque muchos lo hacen con temor a represalias, que la situación ha degenerado a niveles inaceptables. Hay quien asegura haber sufrido picaduras de chinches, otros mencionan contagios de sarna y piojos entre compañeros, e incluso varios empleados han pedido apoyo psicológico o han optado por abandonar su puesto por miedo a llevar infecciones a casa.

Pero las plagas son solo la punta del iceberg. El malestar crece, sobre todo entre las trabajadoras, muchas de las cuales evitan transitar solas por determinadas zonas durante la noche y piden a sus compañeros que las acompañen hasta el aparcamiento. «El ambiente se ha vuelto hostil. El miedo es constante, no solo por la suciedad o los insectos, sino por lo que pueda pasar dentro del edificio», confiesa uno de los empleados.

Los lavabos de la T4 se han convertido en improvisadas áreas de aseo personal. Algunos sin techo los utilizan para ducharse, afeitarse o lavar la ropa. «El otro día me encontré con un hombre completamente desnudo lavando su ropa dentro del baño», relata un trabajador. Otros aseguran haber visto pequeños aparatos conectados a enchufes para calentar comida. A esto se suma un fenómeno aún más preocupante: el uso de estos espacios para ejercer la prostitución, especialmente durante las noches.

A pesar de los esfuerzos del personal de limpieza, que según los empleados «se matan a trabajar para mantener los baños en condiciones», la realidad es que estos permanecen limpios solo unos minutos. «En cuanto los limpian, vuelve a entrar gente y el estado vuelve a ser lamentable», comentan.

En un intento de contener la propagación de insectos, Aena ha optado por retirar muchas de las sillas disponibles en la terminal y ha intensificado la fumigación en determinadas zonas. Sin embargo, los trabajadores consideran que estas son medidas superficiales que no abordan el fondo del problema. «Esto no se arregla con quitar enchufes por la noche ni con limpiar más. Lo que hace falta es una intervención real», exigen.

La situación también ha afectado a los comercios ubicados en la terminal. Una empleada relata que algunos sin hogar entran por la noche a robar baterías portátiles, ya que se quedan sin acceso a puntos de electricidad. “Esas baterías las usan para cargar sus móviles cuando el aeropuerto corta la corriente en ciertas zonas durante la madrugada”, explica.

«Llevo siete años aquí y jamás había visto nada parecido», comenta otro empleado, visiblemente frustrado. «Están dejando que el aeropuerto se degrade hasta niveles que parecen irreversibles». Para muchos, lo más alarmante no es solo el impacto sobre el funcionamiento interno, sino la imagen que Barajas —una de las principales puertas de entrada a Europa— proyecta al exterior: un espacio colapsado, deteriorado, inseguro y abandonado a su suerte.

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