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El diputado de VOX acusa al Gobierno de representar a la ideología dominante

Joaquín Robles frente a Urtasun y Errejón: un discurso que evidencia el cambio de paradigma en la cultura

El diputado de VOX Joaquín Robles. Europa Press

Íñigo Errejón no da crédito: un diputado de VOX les acusa de representar a las élites. A ellos, la izquierda. ¿Cómo es posible? El nuevo portavoz de Sumar niega la mayor y tira de ironía asintiendo con la cabeza desde su escaño. Luego ensaya una sonrisa nerviosa cuando la realización de la cámara emite un primer plano. En la tribuna de oradores quien toma la palabra es Joaquín Robles, profesor de Filosofía.

Es mediodía del miércoles y el hemiciclo presenta la desbandada habitual de ministros y diputados tras cada sesión de control. Hay muchos escaños vacíos. Sin embargo, un discurso sacude el tedio y la cámara recobra el pulso. Robles escandaliza a la bancada progubernamental sin echar mano de ningún exabrupto o argumento ad hominem, sino por algo mucho más exasperante: les dice que están con los poderosos. En otras palabras: son el sistema.

Afirmar algo así rompe los esquemas a quienes ostentan la hegemonía cultural, superioridad moral e hiperlegitimidad en el debate público desde hace décadas. Ese poder formidable es el que logra proyectar la ficción de que es posible estar en la barricada mientras se pisa moqueta. Sin hipérbole de por medio Errejón y los suyos parecen no tener una respuesta preparada para refutar a un diputado de la extremaderecha. No están acostumbrados a oír ciertas cosas que van a la raíz del prolijo magma cultural progresista.

-No me mire así, señor Errejón- le suelta Robles cuando acusa al ministro Ernest Urtasun de representar a la ideología dominante, la izquierda woke, y ellos —los de VOX— a la «resistencia que no se deja totalizar por esa cultura absurda de las élites a la que usted representa».

Íñigo ríe y Robles, que en realidad dirige una interpelación al ministro de Cultura, improvisa unas palabras contra el máximo exponente de la izquierda-patinete y urbanita del Congreso. «No representan a los trabajadores españoles, no representan al campo español, no representan a la gente que vive en barrios degradados por el multiculturalismo que ustedes defienden».

-Tú sí, tú sí-, se lee en los labios de Errejón mientras señala a carcajadas con el dedo índice.

El instante evidencia el cambio de paradigma en el mundo de las ideas, las artes y el pensamiento que comienza a producirse en occidente. Aún está lejos el día en que la izquierda pierda tal estatus pero no es descabellado aventurar que asistimos al principio del fin de la hegemonía progresista. Acaso otro episodio reciente, los Goya del cine, refuerza esta tendencia. En la última edición Almodóvar, irritado como Errejón por la presencia de intrusos en la mesa de la cultura a la que no estaban invitados, arremetió contra el vicepresidente de Castilla y León, Juan García-Gallardo, que tuvo la osadía de acudir a la gala tras denunciar a «los señoritos» que quieren vivir de producir películas «que luego no ve nadie» a costa de los contribuyentes españoles.

En España, por cierto, quienes pisaron la alfombra roja no dedicaron ni una palabra a los guardias civiles asesinados por narcos en Barbate unas horas antes ni a los agricultores que protestaban en todo el país. No es casualidad que en Francia, donde el declive progresista es más acusado, un actor (Raphael Quenard) sí se acordara del campo durante los premios César.

En cualquier caso, el choque Robles-Errejón revela además la endeblez de otro de los grandes mitos de la izquierda: la educación. Joaquín Robles ha ejercido como profesor de Filosofía de secundaria durante 30 años en un instituto de Murcia. Enfrente el portavoz de Sumar es el arquetipo del politólogo que da el salto de la universidad al escaño sin ganar un solo euro fuera de la moqueta a excepción de la beca concedida por la Universidad de Málaga a través de su amigo en Podemos, Alberto Montero. Errejón jamás pisó el centro universitario y acabó inhabilitado pero su caso demuestra el modelo endogámico de la universidad española, a mitad de camino entre un laboratorio de ideas políticas y una agencia de colocación de los partidos.

Cerrado el círculo errejoniano, la interpelación de Robles a Urtasun desmonta la madre de todos los tópicos izquierdistas: la leyenda negra. «Ningún antecesor en el cargo de ministro de Cultura ha expresado con tanta claridad su hispanofobia», le dice. Urtasun, máximo exponente de la endofobia —aversión extrema hacia nuestra identidad e historia— que padece la izquierda española, sostiene que la huella hispana en América es equivalente al colonialismo depredador de Bélgica en el Congo.

Bajo esta premisa el ministro se ha echado al monte del revisionismo histórico para acabar con la “cultura colonial” en los museos. El primer paso ha sido invitar a activistas que califican a Velázquez como pintor esclavista. Robles ahonda en lo absurdo del término: «Todo sería cultura colonial, desde el nacimiento de la agricultura en el neolítico hasta el marxismo-leninismo pasando por esas teorías del género que a usted tanto le gustan surgidas en los años 50 en los Estados Unidos. La filosofía griega, el derecho romano, la literatura inglesa o española, la música clásica, las reliquias de la cultura azteca…».

Más tarde Robles incluso ironiza, que es siempre el mejor modo de humillar a un oponente tan pagado de sí mismo como Ernest Urtasun. «Tendremos que considerar el acueducto de Segovia o el teatro romano de Mérida como reliquias coloniales, dado que es indudable que se ajustan a su definición de cultura colonial». Más serio, enfatiza: «No es cultura colonial, es civilización».

En clave interna el diputado murciano de VOX dice que si alguien debe pedir perdón por un pasado racista son los supremacistas catalanes, vascos y gallegos, no España, que si algo necesita es «un ministro de Cultura que defienda la importancia del símbolo que nos une, que ya no es la cruz de Borgoña, sino la letra ñ, como emblema de un idioma universal, abierto a las artes, las ciencias y la filosofía, una lengua común a 600 millones de personas que aquí se persigue y acorrala en el País Vasco, Galicia y Cataluña con desprecio de las sentencias del Tribunal Superior de Justicia, con el único fin de que una de las regiones más ricas (enriquecimiento que en gran medida dependió del tráfico de esclavos en Cuba), deje de contribuir al sostenimiento de la nación, erigiéndose en naciones fraccionarias, insolidarias con las regiones más pobres».

Para finalizar es de justicia mencionar al divulgador de la expresión leyenda negra, Julián Juderías, del que Joaquín Robles destaca esta cita: «Por encima de todos los partidos hay algo que debemos defender y es el buen nombre de España».

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