«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
OBITUARIO

Juan Velarde: el maestro

El economista Juan Velarde. Fotografía de archivo

El profesor Juan Velarde ha sido uno de los economistas más prestigiosos y relevantes que ha dado nuestro país. Llevó siempre con orgullo a su tierra natal, Salas (Asturias), que le convirtió en hijo predilecto. Tras licenciarse por la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas en Madrid, se doctoró con Premio Extraordinario en la Universidad Central –actual Complutense–, donde ejerció como catedrático de Estructura Económica hasta 1992.

Era un gran estudioso e investigador, como demuestran sus magníficas publicaciones científicas; pero también era un gran divulgador de las ideas económicas a través de los diferentes medios de comunicación siguiendo el dictado de Adam Smith, que casi «imponía” a los economistas las obligaciones de divulgar la racionalidad de la economía. Sus «Libretillas» en la prensa nacional sirvieron de orientación en muchos momentos a la política económica del Gobierno.

Es cierto que en muchas ocasiones sufrió el síndrome de Casandra, como en los últimos años, pero también es cierto que Casandra fue afortunadamente escuchada, en muchas ocasiones, sobre todo para implementar el exitoso modelo de política económica que él mismo denomino Aznar-Rato.

Asimismo, fue un conferenciante viajero, sobre todo por España e Iberoamérica. En la mayoría de las ocasiones se desplazaba, dentro de nuestro país en coche, con Vicente e Isidoro de conductores. En esos largos viajes siempre aprovechaba para estudiar y escribir, con una letra que tan solo entendía su fiel Visi, sus artículos, conferencias y grandes obras que hoy nos perviven como Economía y Sociedad en la Transición (1978), la Política Económica de la dictadura (1986) o el tercer viraje de la Seguridad Social en España (1990).

Fue un maestro de economistas, con escuela propia, de la que tengo el honor de formar parte. Me recordaba que era su decimotercer catedrático y discípulo directo. Todos los años, al comienzo del otoño, nos reunía en las jornadas de Economía Española de Alicante.

Pero la relación más personal y directa la teníamos durante el verano, en los cursos de La Granda, donde los profesores convivimos intensamente con los alumnos en ese rincón de Avilés. Fueron inolvidables, puesto que además asistían regularmente grandes personalidades como el Premio Nobel Severo Ochoa o el Profesor Grande Covián.

El maestro es colegiado de honor del Colegio de Economistas de Madrid, con el que colaboró siempre intensamente. Es una gran satisfacción haber sido su Decano. Una de sus labores menos conocida y magistral la realizo en la Real Sociedad Geográfica, que ha presidido hasta su fallecimiento y que revitalizó hasta recuperar su esplendor de principios del Siglo XX.

Como servidor público desempeñó un papel esencial, primero al ingresar en el Cuerpo Nacional de la Inspección Técnica –Inspección de Trabajo– como número uno de su promoción, y posteriormente siendo designado director del Instituto de Estudios Laborales y de Seguridad Social.

Sin embargo, destacó como consejero del Tribunal de Cuentas, estableciendo mecanismos de control que permitieron una mayor transparencia y seguridad en el gasto público. También fue ejemplar su labor en el CESEDEN, colaborando en la Defensa Nacional. De hecho murió en «acto de servicio» en el despacho de su casa tras concluir un trabajo.

Era un amante y gran demandante de la repostería española, y el libro «Los dulces de España», que yo le animaba a escribir, ha sido posiblemente su única «asignatura pendiente».

Su trayectoria profesional y personal ha sido ampliamente reconocida con la concesión de numerosos premios y distinciones, como el premio Jaime I de Economía (1996), el premio Infanta Cristina de Economía de Castilla y León (1.997), el premio de Economía Rey Juan Carlos (2.002), el premio Campomanes (2005), la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo (2013), la Cruz de Mérito Militar o la orden de Alfonso X el Sabio. Pero, sin duda, su mayor reconocimiento vino de la mano de SM el Rey Felipe VI al reconocer su trayectoria con el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales.

Juan Velarde fue sobre todo un gran patriota, amante de España, de su familia, encabezada por su esposa Alicia, y de sus alumnos y discípulos. He tenido la satisfacción de conocer muy bien a su familia, con la que siempre seguiré unido. Su personalidad, su humanidad y su obra siempre permanecerán entre nosotros. Personalmente, maestro, siempre te llevaré en mi mente y en mi corazón.

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