Cataluña sigue arrastrando las consecuencias de la crisis financiera de hace una década, y la llegada masiva de inmigrantes ilegales no ha mejorado la situación, sino todo lo contrario. El índice de pobreza se mantiene en niveles alarmantes, con uno de cada cuatro catalanes en situación de miseria. Según la Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto de Estadística de Cataluña, el 24,4% de la población se encuentra en esta situación, la misma proporción que en 2013. Francina Alsina, presidenta de la Taula del Tercer Sector, asegura que «la pobreza se ha cronificado», dejando a muchas personas en un ciclo del que no logran salir, tal y como ha adelantado el diario El Periódico.
La situación es especialmente grave para ciertos colectivos, como los inmigrantes, las mujeres, los trabajadores pobres y los menores. La desigualdad también ha aumentado, con los más ricos ganando cinco veces más que los más pobres. En 2013, un adulto era considerado pobre si ganaba menos de 9.500 euros al año. Hoy, esa cifra ha subido a 12.500 euros, lo que significa que incluso trabajando, muchas familias no logran escapar de la precariedad. Para una familia de cuatro personas, los ingresos mínimos necesarios han subido de 19.800 euros a 26.400 euros al año.
El acceso a una vivienda digna es uno de los mayores desafíos. «El precio de la vivienda es la gran losa de las familias y un factor clave en la exclusión social», lamenta Alsina. El problema del acceso a una vivienda no solo afecta a los más vulnerables. Peio Sánchez, párroco de la parroquia de Santa Anna en Barcelona, señala que atiende cada semana a 30 personas nuevas que viven en la calle. «Aunque la gente encuentre trabajo, es imposible acceder a una vivienda. No hay salida para tener un techo en toda el área metropolitana», denuncia Sánchez, quien advierte que esta crisis está alimentando discursos de extrema derecha.
La pobreza energética es otro de los grandes problemas. En 2013, solo el 5% de la población catalana no podía mantener su hogar a una temperatura adecuada. Hoy, esa cifra ha subido al 20%. Además, el número de hogares que no pueden permitirse comer proteínas de manera regular ha crecido del 2% al 5%, y el porcentaje de familias que no pueden pagar el alquiler ha pasado del 9,8% al 12,2%.
A pesar de que el 62% de los hogares recibe algún tipo de ayuda pública, el 45% de los catalanes sigue teniendo dificultades para llegar a fin de mes. Estos indicadores reflejan que, a pesar de las ayudas y políticas sociales, la situación de muchos ciudadanos sigue empeorando. Francina Alsina lo tiene claro: «Las políticas sociales no están siendo efectivas, pero la lucha contra la pobreza es posible. No podemos seguir aceptando estas cifras inaceptables».
La pobreza en Cataluñaa no es solo una cuestión económica, sino una trampa social que atrapa a cientos de miles de personas. Las crisis sucesivas –la financiera, la pandemia y la crisis de precios– han golpeado duramente a la población, haciendo cada vez más difícil escapar de la exclusión.