Torrent escoge una vía intermedia entre la desobediencia y el acatamiento de la decisión del Tribunal Constitucional.
El presidente del Parlament, Roger Torrent, ganó tiempo este martes al aplazar el pleno de investidura hasta que «se cumplan las garantías democráticas» tras la decisión del Tribunal Constitucional de reafirmar la prohibición de la candidatura de Puigdemont a la presidencia de la Generalitat si no es presencial y cuenta con permiso judicial.
La decisión ha embrollado el inicio de la legislatura más de lo que ya estaba, con las prisas del calendario, un candidato prófugo de la Justicia que sería detenido en el momento en que pise suelo español y el separatismo más dividido que nunca.
¿Y ahora qué?
Una vez constituida la Mesa, Torrent debía proponer la investidura de un candidato en 10 días hábiles -antes del 31 de enero-. Propuso a Carles Puigdemont y ha dicho que no tiene en mente un cambio. Sin pleno, no corren los plazos. Hay dos meses para lograr una investidura antes de que el Parlament quede automáticamente disuelto y se abra un nuevo proceso electoral.
Ahora la salida podría estar en la convocatoria de una nueva sesión con otro candidato -hipótesis que Torrent ha descartado, por el momento- o en que Puigdemont se presente ante el Tribunal Supremo para pedir una autorización.
Cabe recordar que el artículo 103 del reglamento del Parlament fija que la prórroga propuesta por el presidente de la cámara debe ser de máximo 10 días hábiles, excepto en «casos excepcionales». Si el primero cumple este miércoles, uno nuevo daría de margen a Torrent para convocar el pleno hasta el 14 de febrero, aunque la Mesa podría atrasarlo más.
Torrent, en problemas si hay investidura telemática
De producirse una investidura telemática, que no está prevista en el Reglamento, Torrent podría cometer un presunto delito de desobediencia, al que se le podría sumar otro de prevaricación -dos tipos penales que suponen años de inhabilitación para cargo público-.
¿Y si espera espera al TC?
En los últimos días, analistas están asegurando que la idea de ERC y parte del PdeCAT podría ser agotar los tiempos para que sea el TC quien aparte definitivamente a Puigdemont, y alegar que llegaron hasta el final y no pudieron hacer nada.
Fractura en el separatismo
El combate más feroz se libra en el seno del separatismo. ERC está molesto con Junts per Catalunya (JxCat) al considerar que el grupo que lidera Puigdemont ha incumplido los acuerdos a los que habían llegado para facilitar la investidura.
Pese a que dicen que el expresidente fugado es «su candidato», señalan que «la primera obligación del independentismo para culminar la república tiene que ser tener un Gobierno». «Si hace falta, tendremos que sacrificar a Puigdemont», ha aseverado el portavoz de la formación en el Congreso, Joan Tardá.
Puigdemont, por su parte, sigue empeñado en ser el presidente. Este martes dijo que no hay «ningún otro candidato posible», que contaba con «68 diputados independentistas» que le habrían votado en el pleno de investidura y que eran «la garantía democrática» para su celebración.
La desobediencia que pide la CUP
La CUP, cuyos cuatro diputados son esenciales para investir a un presidente separatista, sigue presionando a Torrent y apuesta por «desobedecer» directamente al Tribunal Constitucional (TC). «Sólo con desobediencia y unilateralidad democrática podremos materializar la república«, ha afirmado el portavoz, Carles Riera.
Para la intimidación utilizan la violencia, tal y cómo se pudo comprobar en el Parque de la Ciudadela. Militantes de Arran, su organización juvenil, rompieron el candado de algunas puertas, desbordaron el cordón policial de los Mossos e increparon e insultaron a diputados de partidos constitucionalistas con consignas como «fuera fascistas del Parlament».
El PP censura a CS
En el constitucionalismo también hay división. PP ha instado a Ciudadanos, como partido más votado, a promover a Inés Arrimadas como candidata a la investidura. Dice que la formación naranja está actuando «como si hubiera perdido las elecciones», algo que «genera frustración» entre los catalanes porque, si bien «cruzarse de brazos» es lo más fácil, «no es lo más oportuno ni lo más inteligente».
«Unos hacemos el trabajo duro y otros están silbando desde el tendido», ha enfatizado el portavoz en el Congreso Rafael Hernando, sin tener en cuenta que la formación naranja no tendría ninguna opción de alzarse con la presidencia de la Generalitat.
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