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Quince días después de ser inhabilitado tres meses por la FIFA

Luis Rubiales dimite tras una resistencia tan numantina como inútil

Luis Rubiales. Europa Press

Se va. De aquel famoso «no voy a dimitir» en la Asamblea del pasado 25 de agosto al «dimito». Luis Rubiales renuncia a su cargo de presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) y de vicepresidente de la UEFA, acorralado por las distintas denuncias y la presión política, social y mediática contra su figura después del beso que dio a Jennifer Hermoso tras la final del Mundial femenino que España ganó a Inglaterra en Sydney (Australia), además de protagonizar otros comportamientos inaceptables, indignos del cargo que ha ostentado durante más de cinco años, como el hecho de llevarse los genitales a las manos en el palco —en presencia de la reina Letizia y la infanta Sofía— y cargar en hombros a Athenea del Castillo como si de un saco se tratara.

Quince días después de ser inhabilitado tres meses por la FIFA, Rubiales acaba cediendo y dimite pese a haber permanecido atrincherado durante tres semanas, con el esperpéntico episodio de la huelga de hambre que su madre protagonizó durante 48 horas en una iglesia de Motril, debido a la «cacería inhumana y sangrienta» contra su hijo, entre medias.

«Tras la veloz suspensión realizada por la FIFA, más el resto de procedimientos abiertos contra mi persona, es evidente que no podré volver a mi cargo. Insistir en quedarme a la espera y aferrarme a ello no va a contribuir a nada positivo, ni a la Federación ni al fútbol español», aseguró Rubiales en la carta que este domingo por la noche envió al presidente en funciones de la RFEF, Pedro Rocha, para comunicarle su dimisión.

Enemigos muy poderosos

Sin mencionar en ningún momento a Jenni Hermoso ni el beso que le dio en la final de Sydney, Luis Rubiales se marcha lanzando una serie de dardos e insinuando injerencias políticas en su caso al hablar de «poderes fácticos que impedirán mi vuelta».

Rubiales dice adiós tras recibir durante el último lustro el apoyo de un Gobierno que ahora lo detesta, con el presidente en funciones, Pedro Sánchez, a la cabeza de este rechazo, como se pudo empezar a ver en la recepción al equipo en La Moncloa tras ganar el Mundial o, más recientemente —el pasado 2 de septiembre— cuando el jefe del Ejecutivo dejó esta sentenciadora frase: «Uno no puede aspirar a representar a España con actitudes y discursos que nos abochornan».

Lo cierto es que la dimisión de Rubiales permite respirar con alivio al Gobierno: el Tribunal Administrativo del Deporte (TAD),órganoadscrito al Consejo Superior de Deportes (CSD) —aunque actúa con independencia de éste— que calificó de meramente grave la conducta del ya expresidente de la RFEF, ya no podrá pronunciarse sobre la petición del Ejecutivo de suspender de manera provisional a Rubiales, lo que libra a la Administración Central de otro bochorno. 

El «rápido» avance del «país feminista»

La dimisión de Rubiales es también el triunfo del feminismo más recalcitrante, que no dudó en poner en marcha toda su artillería a las pocas horas del beso a Jenni Hermoso asegurando que el beso «no es un pico», sino «una agresión sexual». Después de todas las manifestaciones feministas en distintas ciudades españolas contra el dirigente motrileño, políticas como Yolanda Díaz, Ione Belarra, Irene Montero y Ángela Rodríguez Pam han tardado muy pocos minutos en mostrar en redes sociales su alegría por la dimisión de Rubiales. «El país feminista avanza cada vez más rápido. La transformación y mejora de nuestras vidas es inevitable. Estamos contigo, Jenni, y con todas las mujeres», escribió la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo en funciones en su cuenta de X (antes Twitter).

Larga lista de escándalos

La caída de Rubiales, inexorable pese a su resistencia numantina de tres semanas, se produce finalmente por un acto que en principio no iba a tener importancia, como un ‘pico’ —de hecho, la propia Jenni Hermoso se encargó de quitarle hierro en una entrevista radiofónica pocas horas después de la final—, pero que ha acabado convirtiéndose en una cuestión de Estado. Como Al Capone, que cayó por una tontería con el fisco después de haber burlado y disimulado decenas de crímenes y delitos, Rubiales acaba renunciando por un simple beso, después de haber protagonizado un sinfín de escándalos y polémicas que ya contamos en su día en La Gaceta: desde echar a Julen Lopetegui a las puertas del Mundial a todos los escándalos de Sydney, pasando por las comisiones de la Supercopa de España con Gerard Piqué, las supuestas grabaciones a Pedro Sánchez, las irregularidades en su vivienda de Madrid, la orgía en Salobreña…

Mucha paz deja Luis Rubiales en el fútbol español después de todos los escándalos que ha protagonizado en el último quinquenio y que han convertido a su predecesor en el cargo, Ángel María Villar, en poco menos que un ejemplo a seguir a su lado. La RFEF ya ha comenzado el procedimiento para convocar elecciones a la presidencia. De momento no hay candidatos claros y con peso para suceder a Rubiales: lejos de ser un caramelo apetecible, dirigir los destinos del fútbol español es ahora mismo un auténtico ‘marrón’.

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