El Hospital del Rey de Melilla se convirtió el pasado viernes 17 de enero en el epicentro de la celebración del Yennayer, el año nuevo bereber, que incluyó también la realización de la Jornada internacional «El tamazight en Melilla: Una lengua de Europa». Este evento académico reunió a expertos de universidades como las de Nápoles y París, quienes analizaron los desafíos a los que se enfrenta esta lengua y sus perspectivas de desarrollo.
El objetivo principal de estas jornadas fue debatir la posibilidad de incluir el tamazight, un dialecto de origen bereber, como lengua española dentro de la Carta Europea de las Lenguas Regionales o Minoritarias. Esta propuesta también busca reflexionar sobre el papel e impacto del tamazight en el contexto europeo, a pesar de que la mayoría de los habitantes de Melilla no lo hablan.
El tamazight, integrante de la familia afroasiática, se habla principalmente en Marruecos, especialmente en la región del Atlas Medio, donde cuenta con aproximadamente 3,6 millones de hablantes, además de algunas comunidades en Argelia y Francia. En Melilla, el tamazight convive con el castellano y otras lenguas como el dariya, un dialecto árabe también presente en la ciudad.
Sin embargo, este intento de otorgar un reconocimiento oficial a una lengua minoritaria ha generado polémica. Desde la asociación Hablamos Español, se ha criticado duramente el evento, argumentando que forma parte de una política que «prioriza fomentar cualquier lengua, menos el español». En una publicación en X (antes Twitter), la organización afirmó que el tamazight «es una lengua hablada en Melilla que, según parece, hay que proteger porque ‘se la come el español’, un idioma que consideran imperialista y malo».
La inclusión de lenguas minoritarias en el ámbito oficial no es un fenómeno nuevo en España. En comunidades como Asturias o Extremadura, se han impulsado iniciativas similares con el bable y el estremeñu, respectivamente. Según los críticos, muchas de estas propuestas no cuentan con suficiente representación social y responden más a intereses nacionalistas respaldados por PP y PSOE que a una necesidad real.