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Claridad de ideas con cordialidad y sentido del humor

Por qué la moción de censura ha sido un éxito: una propuesta de esperanza

Ramón Tamames es aplaudido por los diputados de VOX tras la moción de censura. Europa Press

Tal y como habían anunciado desde el Gobierno —y lo que resulta sorprendente, desde el principal Partido de la oposición—, tratando indisimuladamente de quitarle importancia, la moción de censura fue rechazada por las implacables matemáticas que fagocitan una democracia cuando los diputados se reducen a ser parte de una masa gregaria que acciona un botón por indicaciones de otro.

De acuerdo con esta lógica, efectivamente, se sabía desde el principio cuál sería el resultado de la votación, al margen de quién fuera el candidato, y pasara lo que pasara en las dos jornadas de debate parlamentario. Y así fue, sí. Triste democracia la nuestra. Hasta Cayetana Álvarez de Toledo fue incapaz de llevarle la contraria a su partido. Un sólo diputado —que está libre de la disciplina de partido— se sumó a la moción. Y ésta fue rechazada, sí. Pero, ¿realmente la moción no tuvo sentido, ni ha servido para nada? Esa es la gran cuestión.

Porque lo que pudimos ver fue a unos diputados obedeciendo en bloque las órdenes de sus partidos y actuando como ciegos y sordos ante lo que allí estaba pasando. Sin poner su libre albedrío al servicio de los ciudadanos a los que se supone representan, y sin considerar otra posibilidad que la de votar en bloque, atados por el miedo al castigo o el interés personal.

Pero muchos españoles viven en otro nivel. Precisamente en el que se movió el candidato Ramón Tamames durante las dos sesiones, manteniéndose muy por encima del nivel parlamentario y humano de los diputados con los que confrontó; aquellos que lo iban a «juzgar». Supo conciliar claridad de ideas con cordialidad y sentido del humor. Ciertamente, con la elección de Tamames como candidato, VOX fue capaz de introducir en el debate la necesidad de un consenso, la belleza de la unidad en la diversidad y el respeto al adversario: un lenguaje inédito en el Parlamento en los últimos años y, por tanto, extraño y desconocido para buena parte de los que tenían que votar.

De esta manera, el candidato Ramón Tamames puso sobre la mesa problemas que los medios de comunicación se esfuerzan cada día en ocultar. Por eso los medios también han salido tocados de esta moción de censura, aunque no lo vayan a reconocer. Y su uniforme rechazo de la moción desde semanas antes, o la casualidad de que durante la transmisión de la Televisión del Congreso se congelaran la imagen y el sonido cuando intervenía el candidato, no fueron obstáculos suficientes para opacar por completo el eco de la moción.

Cuando los medios traicionan la noble profesión periodística para convertirse en cadena de transmisión del poder, desafinan de la vida real –incluyendo en ella las redes sociales y otros ámbitos digitales donde la gente hoy vive– y crean desafección. Allí, en el mundo real, para muchas personas normales y corrientes el resultado no fue de derrota, sino todo lo contrario. Y, como todavía queda vida más allá de las paredes del Congreso, y el pueblo va por un camino muy alejado del entusiasmo de Patxi López con la economía del Gobierno, se puede pensar que la impresión de los ciudadanos sobre la moción es distinta de la que tienen quienes rechazaron a Tamames.

En esta moción de censura VOX ha conseguido hacer el retrato de familia de las miserias de este Gobierno y de la falta de altura política, coherencia y honestidad del resto de la oposición. Pudo mostrar el dibujo completo de la acción del Ejecutivo de Sánchez que no era posible hacer en el día a día de las sesiones parlamentarias. Y dejó un mensaje de aire fresco a pesar de encabezarla una persona de avanzada edad; o, quizá, precisamente por ello.

El profesor Tamames dio una lección de exquisita educación y vasta cultura. Puso a cada uno en su sitio, sin estridencias, descabalgando de su soberbia e ignorancia a los señores de la nada. Estuvo a un nivel que ni el Gobierno ni la oposición esperaban: inteligencia y moderación –con su punto de humor–, en un derroche de sabiduría que contrastaba con la incorrección y la ordinariez instalada desde hace tiempo en un Parlamento con sobrepoblación de hiperventilados maleducados. También el PP mostró una pésima educación hacia Tamames; fue lamentable.

Santiago Abascal, por su parte, puso muy nervioso a Sánchez. Hablando con suavidad y señorío le fue repasando la catarata de desastres cometidos por este Gobierno y sus abusos contra el pueblo. Como el robo que le está haciendo a los autónomos. Ante lo que el presidente–como es habitual en él– no tuvo nada que contestar. Como hace con todo, intentó usar la moción para su beneficio personal. La lectura de textos interminables desconectados de las preguntas fue la única evasiva respuesta a las justas interpelaciones que Abascal le iba lanzando.

Los partidos que no forman parte del Gobierno tenían fácil el voto a favor de la moción de censura con un candidato alejado de la ideología de VOX, pero les movió el sectarismo. El PP —aunque sus medios se estén esforzando en afirmar lo contrario— fue el claro perdedor. No quiso romper su dulce letargo en espera de su turno bipartidista una vez que Sanchez quede agotado por los fracasos, y salió malparado. Su postura era casi imposible de justificar por más que lo intentaron: «no vamos a votar ‘sí’ por respeto a los españoles y no votamos ‘no’ por respeto al señor Tamames» (Cuca Gamarra). Un empacho de estrategia que lo llevó a terminar moviéndose en las mismas coordenadas irracionales que los partidos del gobierno: el inflexible marco de «buenos y malos» en el que no se acepta argumentación alguna; una visión maniquea y deshonesta que no tiene otro propósito que disimular una evidente falta de moral y de peso político. Encerrado en su torre de marfil al estilo de Mariano y Soraya, el PP sumó a favor de Sánchez.

Lo que parece innegable es que la moción de censura le ha servido a VOX para lanzar una propuesta de esperanza sobre el fondo negro de la gestión de este gobierno. Una esperanza que deja en mal lugar al principal partido de la oposición, que queda al descubierto en su connivencia con el Gobierno y en su ausencia de visión de futuro. Una siembra así precisa sólo un poco del calor de los primeros días de la primavera para florecer con fuerza irreprimible. Porque el milagro de la naturaleza se replica en la historia de los pueblos.

Negar que la moción ha sido un éxito en la profundidad del mensaje transmitido, y por haber logrado retratar a la oposición, es un ejercicio de cinismo ingenuo. VOX acertó presentando la moción. Gracias a ella, Santiago Abascal pudo exponer con detenimiento las extralimitacones de este Gobierno. Recordó el pisoteo de derechos y libertades, el asalto a las instituciones, la política de fronteras abiertas a la inmigración masiva, la voracidad fiscal, la dependencia energética y la precariedad, entre otras muchas acciones condenables de este Ejecutivo.

También diputados de otros partidos pudieron criticar la acción de este Ejecutivo. Por ejemplo, Inés Arrimadas —que, por cierto, cuando llegó la hora no votó a favor de la moción de censura—, hizo un repaso sumario de los principales desmanes del gobierno, que resumió así: «Ni con inteligencia artificial diseñada por el peor enemigo de España se puede crear un presidente peor para nuestro país».

En cuanto al mensaje de esperanza que quiso transmitir VOX con su moción de censura, se puede sintetizar con las palabras de Iván Espinosa de los Monteros: «Creemos que hay motivos para la esperanza».

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