Uno, asesino etarra, condenado a 32 años de cárcel por el secuestro del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, y a otros 178 más por el asesinato de tres guardias civiles. El otro, expolítico, acusado e investigado por diez delitos sobre los que todavía no hay sentencia judicial. Los dos, enfermos de cáncer. Vamos con la comparación.
El pasado viernes la juez de instrucción del Juzgado 8 de Valencia denegaba la puesta en libertad o en arresto domiciliario del expresidente de la Generalitat y Eduardo Zaplana. Así, el exministro del Partido Popular salía este martes de la prisión de Picassent -en la que permanece en prisión preventiva- para dirigirse al Hospital La Fe de Valencia y recibir así el tratamiento necesario para la leucemia que padece.
Zaplana estuvo custodiado todo el rato por dos agentes de la Guardia Civil y, según aseguraba la emisora EsRadio este miércoles, se le impidió comunicarse con sus familiares desplazados al centro hospitalario para interesarse por el estado de salud del expolítico.
Eduardo Zaplana está acusado de los delitos de blanqueo de capitales, cohecho, prevaricación, malversación de caudales públicos, tráfico de influencias, fraude en la contratación, delito fiscal, falsedad documental, asociación ilícita para delinquir y grupo criminal en el marco de la operación policial por el caso Erial. No está, por el momento, condenado por ninguno de los delitos que se imputan.
Su defensa solicitó la semana pasada, mediante un recurso de reforma, la libertad por razones humanitarias, o en su defecto arresto domiciliario. Fuentes de la defensa indicaron a la agencia EFE que la jueza había denegado la petición pese a los informes médicos, incluido el forense, que informaban negativamente de la permanencia en prisión de Zaplana, ya que sufre «un cuadro profundo de inmunosupresión», lo que supone un «mayor riesgo de sufrir infecciones y que puede llegar incluso a riesgo de muerte».
Ahora, un ejercicio de memoria:
En septiembre de 2012 el etarra Iosu Uribetxebarria Bolinaga fue puesto en libertad “por razones humanitarias” debido a un cáncer avanzado. La Fiscalía, al igual que en el caso de Zaplana, se opuso a la puesta en libertad y, al contrario que en el caso de Zaplana, el criterio médico desaconsejó la salida del preso que -aseguró la médico forense de la Audiencia Nacional Carmen Baena- ni estaba terminal ni debía temerse por su vida. La Audiencia Nacional, pese a todo, confirma la libertad de Bolinaga.
Desde entonces hasta su muerte, dos años y cuatro meses más tarde, paseó tranquilamente por las calles del País Vasco. Estaba condenado en firme por los asesinatos de tres guardias civiles y por ser el carcelero del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, secuestrado por ETA en el cautiverio más largo de la historia -532 días- y al que el propio Bolinaga pretendía dejar morir abandonado, al negarse a revelar a la Guardia Civil la localización del zulo donde estaba retenido Ortega Lara.
Aquí pueden ver a Bolinaga reconocer sin pudor que no se arrepiente de sus crímenes:
Dos enfermos de cáncer. Uno condenado en firme por delitos de sangre. El otro en prisión provisional y acusado, todavía sin condenar, por delitos económicos. Una pregunta sencilla: ¿es justa la Justicia española?