«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
provoca niebla mental, mareos, tinnitus e intolerancia al ejercicio

Científicos de Yale vinculan las vacunas contra el covid con un síndrome que provoca «cambios biológicos distintivos» en el organismo

Una mujer se vacuna contra el covid. Alberto Ortega

Un equipo de investigadores de la Universidad de Yale ha identificado un fenómeno poco conocido que podría estar vinculado a las vacunas de ARNm contra el COVID-19. Se trata de una condición bautizada como «síndrome posvacunación» (SVP), la cual parece provocar niebla mental, mareos, tinnitus e intolerancia al ejercicio en algunos individuos.

Los expertos han detectado que los pacientes afectados presentan alteraciones biológicas específicas, como desequilibrios en su sistema inmunológico y la presencia de proteínas del coronavirus en la sangre, incluso años después de recibir la vacuna. Además, se ha observado que en muchos casos se reactiva el virus de Epstein-Barr, un patógeno latente en la mayoría de la población adulta que puede provocar síntomas similares a la gripe, inflamación de los ganglios y trastornos neurológicos.

Aunque los resultados aún no han sido publicados en revistas científicas, los autores del estudio insisten en que se trata de una investigación en proceso. No obstante, los datos recabados han despertado la necesidad de realizar estudios adicionales para comprender la magnitud del síndrome y qué grupos podrían ser más vulnerables.

La inmunóloga de Yale, Dra. Akiko Iwasaki, una de las responsables del proyecto, explicó que el objetivo es validar estos hallazgos y explorar posibles métodos de diagnóstico y tratamiento. «Aún estamos en una etapa temprana, pero esto podría abrir la puerta a nuevas formas de abordar el SVP en el futuro», señaló.

Varios testimonios han salido a la luz relatando síntomas debilitantes tras recibir la vacuna. Michelle Utter, una exatleta de Florida, experimentó una reacción severa pocos días después de la vacunación. Pasó de llevar una vida activa a apenas poder mantenerse en pie durante unos minutos, describiendo una sensación de ardor interno incontrolable.

Otro caso es el de Danielle Baker, una enfermera de Ohio, quien tras recibir la segunda dosis sufrió un dolor de espalda insoportable que la dejó inmovilizada. Desde entonces, ha sido diagnosticada con insuficiencia cardíaca y pulmonar.

El enfermero Shaun Barcavage, de 54 años, también relató que, desde la vacunación, sufre episodios de taquicardia extrema al simplemente ponerse de pie, lo que sugiere un problema en la circulación sanguínea.

En la misma línea, Michelle Zimmerman, neurocientífica de 37 años, se vio obligada a regresar a casa de sus padres tras desarrollar daño cerebral posterior a la inyección.

Para llevar a cabo la investigación, los expertos analizaron muestras de sangre de 42 personas con SVP y 22 sin la afección, recopiladas entre diciembre de 2022 y noviembre de 2023. También se incluyeron en el análisis 134 personas con COVID-19 prolongado y 134 individuos vacunados sin efectos adversos, con el fin de identificar patrones inmunológicos y descartar otros factores.

Los resultados mostraron que tanto quienes padecen COVID prolongado como aquellos con SVP presentaban niveles elevados de proteínas virales persistentes en el cuerpo. Estas moléculas pueden inducir una inflamación crónica, lo que podría estar relacionado con algunos de los síntomas prolongados.

El estudio también encontró diferencias en ciertas células del sistema inmunológico en los afectados por SVP, aunque aún no está claro el impacto exacto de estas alteraciones en la aparición de síntomas.

El Dr. Harlan Krumholz, coautor del estudio y profesor en Yale, enfatizó la importancia de continuar investigando: «Algunas personas han experimentado efectos adversos significativos después de la vacunación. Como científicos y médicos, es nuestra responsabilidad analizar estos casos a fondo y buscar soluciones».

Dado el pequeño tamaño de la muestra, algunos especialistas han pedido cautela antes de extraer conclusiones definitivas. El Dr. Gregory Poland, editor de la revista Vaccine, reconoció que, aunque los hallazgos son preliminares, «los datos obtenidos sugieren que se necesita un estudio más amplio con una selección rigurosa de los participantes».

Por su parte, el Dr. John Wherry, del Instituto de Inmunología de la Universidad de Pensilvania, advirtió que algunos de los marcadores biológicos detectados podrían deberse a infecciones previas de COVID no diagnosticadas, lo que complica la interpretación de los resultados.

Desde su aprobación en 2021, las vacunas de ARNm de Pfizer y Moderna han sido administradas a millones de personas en todo el mundo, salvando innumerables vidas y reduciendo significativamente la mortalidad por COVID-19. Sólo en Estados Unidos, se estima que han evitado al menos tres millones de muertes.

A pesar de la aparición de informes sobre posibles efectos secundarios, expertos como el Dr. Paul Offit, del Hospital de Niños de Filadelfia, recuerdan que los ensayos clínicos realizados antes de la autorización no mostraron evidencia de efectos graves generalizados. «Las vacunas han sido administradas a miles de millones de personas en todo el mundo y no han revelado problemas de seguridad significativos», afirmó.

Sin embargo, en EE.UU. existen más de 14.000 reclamaciones presentadas ante el programa de compensación por lesiones relacionadas con las vacunas contra la COVID-19, lo que indica que un porcentaje reducido de personas podría haber experimentado reacciones adversas.

A medida que avanza la investigación, los científicos insisten en que la clave está en seguir analizando estos casos con rigor, buscando un equilibrio entre los beneficios de la vacunación y la atención a posibles efectos inesperados en determinados grupos de población.

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