«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
califica las oleadas migratorias de «crisis nacional»

El alcalde demócrata de Nueva York reclama a Biden que controle la frontera: «Tenemos que parar esta locura»

El alcalde de Nueva York, Eric Adams. Europa Press

Una de las grandes maldiciones de la política hoy son las «ideas de lujo», es decir, esas opiniones que otorgan a quienes las defienden un halo de santidad laica y por las que no tienen que pagar. Es el caso de Nueva York y de su alcalde, el demócrata Eric Adams.

Adams empezó su mandato, sucediendo al comunista Bill de Blasio, con alegatos en favor de la multiculturalidad y la acogida, renovando con orgullo la condición de Nueva York como «ciudad santuario», es decir, una jurisdicción donde pueden refugiarse los inmigrantes ilegales sin miedo a la deportación.

Se lo podía permitir: la inmigración ilegal entra por la frontera sur, y Nueva York queda lejos, en la otra punta del país. Adams, y su gobierno municipal, no podían imaginar hasta qué punto llegaría la invasión desde el sur, ni era capaz de sospechar que los estados fronterizos, gobernados por republicanos e incapaces de absorber la espectacular marea migratoria, acabarían encontrando el modo de remitir parte de esas masas hacia los estados demócratas, que siempre han confesado su amor por los ilegales.

El «desembarco» de cincuenta –sólo cincuenta, no cincuenta mil— refugiados venezolanos en la muy exclusiva Martha’s Vineyard por obra del gobernador de Florida, Ron DeSantis, hace un año demostró que la supuesta «acogida» de los demócratas era exclusivamente de boquilla, y ahora vemos al muy inmigracionista Adams en Nueva York pidiendo al presidente Biden que ponga orden en la frontera, quién le ha visto y quién le ve.

Desde la primavera del año pasado más de 90.000 personas que cruzaron la frontera y extranjeros ilegales llegaron a la ciudad de Nueva York. Bajo el vasto esquema de hoteles para inmigrantes de Adams, miles se han alojado gratis en hoteles de lujo como el Roosevelt, pero ya se han agotado las habitaciones, lo que ha llevado a los inmigrantes a inundar las calles de la ciudad.

Adams pidió en ruda de prensa a Biden que «controle la frontera» y calificó las oleadas de inmigración ilegal bajo la supervisión del presidente como una «crisis nacional» que debe abordarse con una declaración de estado de emergencia.

«Necesitamos controlar la frontera. Necesitamos declarar un estado de emergencia y necesitamos financiar adecuadamente esta crisis nacional», dijo Adams, sugiriendo que el futuro para los neoyorquinos es sombrío, ya que no hay indicios que la oleada de inmigrantes que se abate sobre la ciudad vaya a terminar mañana.

«Necesitamos ayuda», suplicó Adams. «Y esto no va a mejorar. A partir de este momento es cuesta abajo. No hay más espacio. Estuve en el Roosevelt el sábado y volví el domingo. Hicieron fila alrededor de la manzana, perjudicando a los negocios de la zona. Esto no va a mejorar. Ponemos autobuses allí para sistemas de refrigeración, pero no es sostenible. Y lo digo en serio».

Lo que más teme Adams, comprensiblemente, es que la Gran Manzana acabe como otras «ciudades santuario» como San Francisco, Seattle o Washington, convertidas en vertederos a cielo abierto. «Tenemos que parar esta locura. Tenemos que encontrar el modo de no acabar como otros municipios donde hay tiendas de campaña por toda la ciudad», dijo.

La inmigración ilegal cuesta cada día a los neoyorquinos casi ocho millones de dólares y, para mediados del próximo año, Adams predice que les habrá costado a los locales más de 4.200 millones de dólares.

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