Viendo muchas de sus embajadas y delegaciones, un ignorante tendría disculpa si creyera que la del arcoiris es la bandera de Estados Unidos, y el país lleva tiempo haciendo oficioso su afán misionero en la defensa por tierras de infieles de los intereses del lobby LGTBI, en una curiosa forma de colonialismo ideológico.
Por eso no es extraño que los más altos funcionarios de la administración Biden hayan saltado como si les hubiesen pisado un callo al saber que Uganda no tenía su misma visión sobre las bondades del looby; de hecho, el Parlamento de Uganda ha aprobado un proyecto de ley contra la homosexualidad, por las bravas.
Al secretario de Estado, Anthony Blinken, le ha faltado tiempo para mostrar su indignación pública en redes sociales. «La Ley contra la Homosexualidad aprobada ayer por el Parlamento de Uganda vulnera derechos humanos fundamentales de todos los ugandeses y podría revertir los avances en la lucha contra el SIDA/VIH», escribe Blinken desde su cuenta en Twitter. «Urgimos firmemente al Gobierno ugandés a reconsiderar la aplicación de esta ley».
De tratarse de un país de menos peso, una declaración así de su ministro de Exteriores se entendería como una intolerable injerencia, pero nada más. Tratándose de Estados Unidos, la «recomendación» suena más a orden ominosa.
La Casa Blanca también entró inmediatamente en liza de la mano de su peculiar portavoz de cuota, Karine Jean-Pierre que, siendo orgullosa miembra del lobby, probablemente se lo tomó de manera personal. En cualquier caso, escribió, también en Twitter: «La aprobación de la Ley contra la Homosexualidad por el Parlamento de Uganda es profundamente preocupante (el habitual deeply concerning). Esta ley pondría en peligro los avances contra el SIDA/HIV, disuadiría el turismo y la inversión en Uganda, y dañaría la reputación internacional de Uganda. Los derechos humanos son universales».
Universales, sí, pero los dictan ellos, que hasta ayer por la tarde (en términos históricos), Estados Unidos estaba igual que Uganda en esto, con todo su aparataje de democracia centenaria y luminaria de las libertades.
Pero la guinda de las declaraciones corresponde al portavoz de Seguridad Nacional John Kirby, en rueda de prensa. «El presidente Biden ha sido totalmente coherente con su creencia fundamental en los derechos humanos, y los derechos LGBTQ+ son derechos humanos«, dijo el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional. «Nunca vamos a rehuir o avergonzarnos de defender esos derechos para que las personas vivan como les parezca, como quieran vivir». «Y eso es parte central de nuestra política exterior y seguirá siéndolo».
Kirby no hace más que seguir la estela de Biden, que ya antes había declarado que la política de los EEUU es «liderar con el poder de nuestro ejemplo en la causa del avance de los derechos humanos de las personas LGBTQ+ en todo el mundo«.
Uganda parece estar en el polo opuesto. Su parlamento aprobó el «Proyecto de ley contra la homosexualidad» el martes con 389 votos a favor y dos (2) en contra. La medida establece penas estrictas para el comportamiento y la identificación homosexuales, incluida la pena de muerte en ciertos casos de violación y abuso de menores.
El Ministro de Obras Públicas de Uganda, Ecweru Musa Francis, se pronunció enérgicamente a favor de la nueva legislación la semana pasada y la describió como un medio para salvaguardar la moral del país y proteger a sus niños. «Es nuestro país y tenemos nuestra moral. Protegeremos a nuestros hijos. Estamos haciendo esta ley para nosotros mismos. Estamos haciendo esta ley para nuestros niños. Estamos haciendo esta ley para los hijos de nuestros hijos», dijo. «Este país se mantendrá firme. Los homosexuales no tienen espacio en Uganda».