«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Mariann Edgar Budde defendió el negocio de la inmigración

La iglesia de la «obispa» que atacó a Trump recibió 53 millones de dólares para acoger a inmigrantes

Mariann Edgar Budde y Donald Trump. Facebook

El último escándalo de la Administración de Joe Biden es el derroche del presupuesto de USAID, la agencia de cooperación y solidaridad del Gobierno federal, en proyectos absurdos, como 50 millones de dólares enviados a Gaza para la compra de preservativos o 45 millones en becas de «diversidad» en Birmania.

Uno de los primeros decretos firmados por el presidente, Donald Trump, en enero bloqueó por 90 días toda la ayuda enviada al extranjero para que se auditase y se alineasen todos sus proyectos con los intereses de la política exterior del país. Dos altos funcionarios de USAID se negaron a facilitar el acceso a la sede y las claves al personal del Departamento de Eficiencia Gubernamental, por lo que se les ha sancionado. ¡Menudo pozo de corrupción y chanchullo debe de ser la agencia, fundada en 1961 por el presidente Kennedy!

El presupuesto de USAID en el año fiscal de 2023 superó los 72.000 millones de dólares, lo que la convierten en la agencia prestadora ayuda humanitaria más grande del mundo, por encima de las Naciones Unidas. 16.000 millones tuvieron como destino Ucrania. Los datos que se están conociendo, y que la directora nombrada por Biden, Samantha Power, escondía al Congreso, muestran un gigantesco despilfarro, con sospechas de lavado de dinero y de financiación del Partido Demócrata mediante los donativos del personal empleado, que ronda las 10.000 personas, y los contratistas. Trump ha nombrado como director interino a Marco Rubio, secretario de Estado.

Este tentáculo del Deep State llega a lugares insospechados, incluso dentro de Estados Unidos. Hay mucho dinero para repartir entre mucha gente.

El 21 de enero, después de su juramento como 47º presidente de Estados Unidos, Trump, acompañado de su familia y de su vicepresidente, JD Vance, asistió a un servicio religioso en la Catedral Nacional, en Washington, que administran los anglicanos, llamados episcopalianos en América. La obispa de la diócesis, Mariann Edgar Budde, de 65 años de edad, aprovechó la ocasión para convertirse en la estrella de la ceremonia. En su homilía riñó a Trump por sus planes de deportación de inmigrantes ilegales y de reconocimiento legal del hecho científico de la existencia de dos sexos. Le pidió que tuviera piedad con los inmigrantes y los gays.

A Budde no le cae Trump nada bien. En 2020, la obispa escribió una tribuna en The New York Times en la que se declaraba «indignada» y «horrorizada» por el uso que Trump hizo de la Biblia, que sostuvo en alto en el templo de Saint John, otra iglesia episcopaliana en Washington, después de que los agentes de Policía usaran gases lacrimógenos contra los manifestantes que pedían «justicia racial» en la cercana plaza de Lafayette. Según ella, el presidente “defendía posturas contrarias a la Biblia”.

Pues Mariann Edgar Budde no es ese alma solidaria y generosa que presentan los progres de todo el mundo. Su riña a Trump tenía motivos crematísticos. El departamento Episcopal Migrations Ministries (EMM) recibió en 2023 unos 53 millones de dólares de USAID para programas relacionados con el asentamiento de inmigrantes recién llegados a Estados Unidos y su adaptación. Uno de estos programas que ha organizado el Ministerio Episcopal de Migración es la Rainbow Initiative que aplica la Resolución D045 de la Convención General de 2022 Sobre el apoyo a los refugiados y solicitantes de asilo LGBTIQ+.

Y en abril de 2024, el EMM y el ministerio para inmigrantes de la Iglesia Evangélica Luterana en América firmaron una asociación para formar y apoyar mejor a los patrocinadores de solicitantes de asilo. El EMM amparó a unas 6.400 personas para que entrasen en EEUU. La mayor parte provino de Afganistán; a continuación, refugiados de la República Democrática del Congo. Incluso hay vietnamitas, cincuenta años después de la conclusión de la guerra que desoló ese país y dio paso a un régimen comunista.

El negocio de la atención a inmigrantes y refugiados, y de su creación, es inmenso. Y lo pagan los contribuyentes de Estados Unidos y, también, de España.

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