¿Recuerdan cuando Hillary Clinton borró 33.000 correos incriminatorios y los federales entraron en su residencia para registrarla? ¿O cuando el FBI asaltó el domicilio de Hunter Biden a raíz de las pruebas de corrupción y connivencia con el régimen chino encontradas en su portátil?
Es difícil que lo recuerden, porque no sucedió. En cambio, la misma agencia federal ha asaltado sin previo aviso la residencia de Mar-a-Lago del anterior presidente de Estados Unidos y posible candidato en las elecciones de 2024, Donald Trump, en una acción sin precedentes en la historia norteamericana.
Todo el mandato de Trump fue prueba de que el FBI, como tantas otras agencias gubernamentales, se estaba convirtiendo en un brazo del Estado profundo al servicio de la maquinaria demócrata, pero este último incidente es la gota que desborda el vaso y ha alertado a los republicanos sobre la desesperación del gobierno en su obsesión por evitar que Trump vuelva a la Casa Blanca. De maniobra propia de un país tercermundista la ha denominado el propio Trump.
Pero más lejos ha ido la candidata republicana a gobernadora de Arizona, Kari Lake (a la que dimos erróneamente por derrotada en las primarias republicanas). Lake, trumpista de pro, ha publicado una contundente nota en redes sociales en la que advierte que, de llegar al poder, expulsará directamente de Arizona a los agentes del FBI.
Reza así: «Este es uno de los días más oscuros de la historia americana, el día en que nuestro gobierno, creado originalmente por el pueblo, se volvió contra nosotros. Este régimen corrupto e ilegítimo odia a América y ha convertido la totalidad del gobierno federal en un arma para derribar a Donald Trump. Nuestro gobierno está podrido hasta el tuétano. Estos tiranos no se detendrán ante nada para silenciar a los patriotas que trabajan para salvar América. Se trata de un abuso de poder increíblemente horrendo. Si lo aceptamos, América está muerta. No lo aceptaremos. La Décima Enmienda puede salvar nuestra república y lo hará al permitirnos desautorizar a cualquier agente de FBI que pase por Arizona”.
No se quedó atrás una de las esperanzas republicanas, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, quien ha declarado que «la redada en Mar-a-Lago es un paso más en la militarización de las agencias federales contra los disidentes políticos del régimen, mientras a gente como Hunter Biden se les trata con guante blanco». «Ahora mismo el régimen ha contratado 87.000 empleados de Hacienda más para lanzarlos contra sus adversarios. De república bananera».
El propio Trump anunció al mundo la maniobra en una nota en la que aseguraba que «son tiempos oscuros para nuestra nación, ya que mi hermosa casa, Mar-A-Lago en Palm Beach, Florida, está actualmente bajo asedio, allanada y ocupada por un gran grupo de agentes del FBI». Y añadió: «Nada así esto le había sucedido a un presidente de los Estados Unidos antes». «Un asalto así solo podría tener lugar en estados fallidos del Tercer Mundo. Lamentablemente, Estados Unidos ahora se ha convertido en uno de esos países, corrupto a un nivel nunca antes visto”.
El 45º presidente lanzó posteriormente un vídeo en el que aparece dando un discurso en el que asegura: «Somos una nación que en muchos sentidos se ha convertido en un chiste». «No nos doblaremos, no nos romperemos, no cederemos, nunca, nunca, nunca», promete Trump en el video. Luego continúa, prometiendo oponerse a los «tiranos» y devolver la grandeza a Estados Unidos.
Se ha sabido luego, para acabar de inflamar la furia de los ciudadanos, que el juez que firmó la orden permitiendo el asalto, Bruce Reinhard, fue un donante del expresidente Barack Obama y mantenía vínculos con el pedófilo fallecido Jeffrey Epstein, que le contrató.