Los boicots funcionan. Lo saben las izquierdas desde hace décadas y por eso los aplican sin piedad. Y ahora empiezan a saberlo las derechas y empresas como Toyota y Ford.
El activista conservador estadounidense Robby Starbucks dirige varias campañas en redes sociales (las que quieren censurar los izquierdistas de todo el mundo) contra las empresas que patrocinan eventos LGTBI con el dinero de los accionistas y promocionan a los empleados que tienen estas tendencias sexuales con planes específicos. Se ampara en una sentencia del Tribunal Supremo de Estados Unidos del año pasado que considera inconstitucional la discriminación positiva (favorecer a unas razas en perjuicio de otras) en el acceso a las universidades.
En los últimos meses, las empresas boicoteadas por Starbucks debido a sus políticas ‘woke’, como Harley-Davidson, Ford Motor Co, Lowe’s Cos y Tractor Supply Co, declararon que reducirían sus programas dirigidos a los grupos LGBTI. Además, Ford y Tractor Supply se han retirado de uno de los índices que mide el compromiso de las empresas con la ideología de género y que sirve a las gestoras de fondos de inversión para justificar sus inversiones en ellas.
A esta lista se acaba de unir Toyota. En un memorándum interno enviado la semana pasada a sus 50.000 empleados y 1.500 concesionarios, la filial del grupo japonés en Estados Unidos ha explicado que va a «reorientar» sus políticas de diversidad, equidad e inclusión, que ya tienen acrónimo propio: DEI. Una de las consecuencias será dejar de financiar eventos LGBTI, y también reducir su participación en los índices de DEI.
El cambio de conducta de los directivos no se debe sólo a las protestas en redes sociales, sino a que Starbucks y otros activistas conservadores amenazan a las empresas con demandarlas ante los tribunales por discriminar a los empleados que no están integrados en algún grupo LGTBI. Así, el lobby está quedándose sin sus mayores financiadores.
El otro mantra del globalismo, el cambio climático, está siendo arrumbado por el rechazo de los ciudadanos a comprar los carísimos e inoperantes coches eléctricos. A pesar de las subvenciones a los fabricantes y las prohibiciones y multas a los ciudadanos para que los adquieran por parte de los Gobiernos europeos y la UE, las grandes empresas están dejando de construirlos.