El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha confirmado este miércoles que los aranceles a los productos chinos se reducirán «sustancialmente», aunque ha dejado claro que no desaparecerán por completo. Así lo ha asegurado durante una rueda de prensa en la que abordó la situación de la guerra comercial con el régimen comunista.
Las declaraciones del presidente se producen poco después de que el secretario del Tesoro, Scott Bessent, advirtiera de que los actuales niveles arancelarios son «insostenibles». Según reveló Bloomberg, Bessent hizo estos comentarios durante una cumbre privada de inversores organizada por JPMorgan Chase & Co. en Washington, donde aseguró que el objetivo de Estados Unidos «no es desvincularse de China», pero que el statu quo actual, con gravámenes del 145% a los productos chinos y del 125% a los estadounidenses, debe ser revisado.
Mientras tanto, desde Pekín han reaccionado con un tono más conciliador. El portavoz de la cancillería china, Guo Jiakun, ha asegurado que «la puerta para conversar está abierta de par en par», en respuesta a la decisión del presidente Trump. Pekín insiste en que «en una guerra comercial y de aranceles no hay ganadores», aunque no ha propuesto todavía ningún paso concreto hacia un acuerdo.
La política arancelaria de Trump ha sido uno de los pilares de su estrategia frente a la expansión china. Los aranceles del 145% impuestos por la Casa Blanca a las importaciones procedentes de China no sólo han sido una medida de presión, sino una declaración firme de que Estados Unidos no permitirá más abusos comerciales del gigante asiático. La respuesta de Pekín, con un arancel del 125% sobre productos norteamericanos, no ha hecho más que confirmar el alcance del pulso económico entre ambas potencias.
Trump abre ahora la puerta a una posible desescalada, pero sin renunciar al control. No se trata de dar un paso atrás, sino de ajustar la estrategia sin perder el terreno ganado.