De la noche a la mañana, coincidiendo sospechosamente con el imparable avance de los soberanistas en las elecciones regionales alemanas, el gobierno izquierdista de coalición en Alemania ha decidido ponerse serio para que sus fronteras dejen de ser un coladero. Lo de Sajonia fue humillante; lo de Turingia, alarmante, y en Brandenburgo hay elecciones en menos de dos semanas.
Muy, muy serio. Ha anunciado planes para imponer controles más estrictos en todas las fronteras terrestres del país en un intento de abordar la inmigración ilegal y proteger a la población de amenazas como el extremismo islámico.
Los controles dentro de la zona Schengen de libre circulación comenzarán el 16 de septiembre y durarán inicialmente seis meses, dijo el lunes la ministra del Interior, Nancy Faeser. También se ha diseñado un plan que permite a las autoridades rechazar a más inmigrantes directamente en las fronteras alemanas, dijo Faeser sin dar más detalles.
Volvemos a 2016, cuando la entonces canciller Angela Merkel quedó humillada viendo cómo su partido, la CDU democristiana, quedaba en tercer lugar, por detrás de los soberanistas de Alternativa para Alemania, en su propio estado natal, Mecklemburgo-Pomerania Occidental.
Le faltó tiempo a Merkel, la misma Mutti Angela que había invitado a toda Siria a venir a refugiarse en Alemania, para amenazar con iniciar el rechazo automático de refugiados mediante orden ejecutiva.
Así que a Scholz no se le ha ocurrido otra que volver a imponer controles fronterizos y suspender el sistema Schengen de viajes sin pasaporte. El gobierno alemán se ha visto presionado para que tome medidas enérgicas contra la inmigración intentando detener a los refugiados en la frontera. Nancy Faeser, la ministra del Interior, dijo que la razón era proteger a Alemania contra el extremismo islámico, tras una serie de asesinatos e intentos de asesinato cometidos por inmigrantes en las últimas semanas.