El Alto Comisario para los Derechos Humanos del Consejo de Europa, Nils Muižnieks, ha impelido al Gobierno de Malta a legalizar el aborto.
La creencia de que las instituciones supranacionales son entidades ideológicamente asépticas cuyo único propósito es construir un orden mundial más justo está relativamente extendida entre las sociedades occidentales. Sin embargo, se trata de una idea falaz: no en vano, cada vez son más abundantes las pruebas que nos muestran que las organizaciones internacionales, lejos de ser asépticas, tienen un proyecto ideológico concreto que desean imponer.
En un artículo publicado en un periódico local, el nada menos que Alto Comisario para los Derechos Humanos del Consejo de Europa, Nils Muižnieks, ha impelido al Gobierno de Malta a legalizar el aborto. Así, de acuerdo con él, la legalización de esta atroz práctica es cuestión de respeto a los ‘derechos humanos’ y de compromiso con la ‘igualdad’ entre hombres y mujeres.
En el texto de opinión, que está repleto de esas expresiones técnicas y complejas que no sirven sino para ocultar realidades evidentes, Muižnieks se muestra convencido de que proteger los derechos de la mujer implica garantizar su acceso al aborto: ‘A partir de un análisis de los estándares de derechos humanos y de la jurisprudencia aplicable a los Estados miembros del Consejo de Europa, se me antoja evidente que los derechos fundamentales de las mujeres no pueden ser protegidos sin garantizar su acceso efectivo a un aborto seguro y legal’.
Asimismo, el funcionario del Consejo de Europa – institución con ominoso pasado – ha negado el derecho a la vida del no nacido: ‘Soy consciente de que algunos argumentan a favor de las restricciones en lo que se refiere al acceso al aborto. En cualquier caso, después de un concienzudo sobre cómo es interpretado el derecho a la vida en los tratados fundamentales, parece claro que este derecho no se aplica antes del nacimiento y que la ley internacional y sus mecanismos no reconocen un derecho prenatal a la vida’, ha asegurado Muižnieks, quien olvida que eso que habita temporalmente en el vientre de la mujer es un ser humano (con todo lo que ello implica).
En este sentido, el burócrata de la institución supranacional ha reflexionado sobre la necesidad de que en el pequeño país católico se abra un debate acerca de la cuestión del aborto: ‘Para empezar, los líderes políticos y de opinión deben promover un debate en que todo individuo y organización pueda expresar su puntos de vista sin temor al estigma o a repercusiones negativas. Esto allanaría el camino a los legisladores y les permitiría enmendar la legislación actual en una línea acorde a los derechos humanos’, ha sentenciado Muižnieks, que deja meridianamente claro que aquellas naciones que osen contradecir a ciertas organizaciones internacionales serán estigmatizadas y marginadas.
El aborto en Malta
Malta es uno de los poquísimos países del mundo que pueden ufanarse de tener una legislación que prohíbe completamente el aborto. Así, en este país, de fuerte influencia católica, no hay supuesto en que se permita la ‘interrupción’ del embarazo: ni violación ni malformación ni problemas psicológicos.
Veremos, en cualquier caso, si la convicción provida de los malteses es lo suficientemente firme para resistir a las intensas presiones de los organismos supranacionales.
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